Espejo rojo. Simone Pieranni. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Simone Pieranni
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Документальная литература
Год издания: 0
isbn: 9789876286022
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la última movida: encargo el bidón de agua (presente en todas las casas chinas) para el día siguiente, naturalmente vía WeChat. En el transcurso de toda mi jornada nunca salí de WeChat. En China el smartphone es WeChat. Y WeChat sabe todo de cada uno de nosotros.

      WeChat (Weixin en mandarín) es una aplicación, una “súper app” tal como se la define a menudo, gracias a la cual en China, como lo demuestra la jornada apenas descripta, es posible hacer de todo. Devino una presencia totalmente invasora en la vida cotidiana de los chinos. Gracias a esta enorme difusión, la súper app china se tornó interesante por la mole de datos que produce, no sólo para el Partido Comunista chino (PCCh), sino también para Facebook, la red social más famosa y utilizada en el mundo occidental. Según The Economist no habría dudas: Facebook aspira a convertirse en el “WeChat occidental”.

      Zuckerberg, que habla un óptimo mandarín y cuya mujer, Priscilla Chan, nació de padres de etnia Hoa (una minoría chino-vietnamita de lengua cantonesa) no sólo tiene un interés personal y cultural por China. De hecho, en los últimos años ha ido con cierta regularidad a China con un objetivo preciso: comprender mejor el funcionamiento de la “aplicación de las aplicaciones” y extraer de este triunfante modelo chino estrategias e ideas para aplicar en Facebook (y las otras redes sociales de las cuales es propietario, entre ellas, Instagram y WhatsApp).

      WeChat tiene, en efecto, un modelo de negocio que permite generar dinero de modo mucho más variado que Facebook y de monetizar (y archivar) los datos de los usuarios de forma mucho más provechosa. Mark Zuckerberg está, además, interesado en algunos aspectos de WeChat como la mensajería directa, la gestión de los Big Data y, sobre todo, la capacidad de tener a los usuarios en el interior de “un mundo” WeChat. No por casualidad, en marzo de 2019 Zuckerberg comentaba el artículo “Qué cosa podría aprender Facebook de WeChat”, firmado por Jessica E. Levin, posteado en Facebook en 2015, escribiendo: “Si sólo hubiera escuchado tus consejos hace cuatro años…”.

      El enorme interés de la mayor red social del mundo por WeChat demuestra que estamos al final de un recorrido y en el inicio de un nuevo mundo: tras años de imitación por parte de China de todo lo que se producía en Occidente, hoy es Occidente el que mira a China para hallar nuevas ideas y nuevos usos para sus propias “invenciones”. China retomó su lugar en el centro del mundo tal como quiere su nombre, Zhongguo, “Tierra del Medio”. Por otra parte, para los chinos no se trataría de una novedad. Los europeos empezaron a conocer a China a partir del segundo siglo antes de Cristo, cuando la seda comenzó a llegar a los mercados, primero centro-asiáticos y luego del Mediterráneo, hasta hacer literalmente enloquecer a los romanos enamorados de aquel tejido precioso proveniente de un lugar tan lejano. Una historia que los chinos recuerdan bien: la apertura de esas tratativas comerciales que se volverían famosas con el nombre de “Ruta de la Seda” llevó luego a correrías de exploradores, geógrafos y arqueólogos empeñados en saquear la riqueza cultural de la actual región de Sinkiang y de Gansu. Entonces, en Pekín el mundo se dividía en dos: estaban los chinos y estaban los “bárbaros”, el resto del mundo, incluyendo a los europeos. En aquella época, los primeros jesuitas que lograron llegar al Celeste Imperio quedaron estupefactos por el nivel de desarrollo del país. En el siglo XVIII, según Kant, China era “el imperio más culto del mundo”.

      Pero con el tiempo, aquel lugar gobernado por los mandarines, fruto de complicados y competitivos exámenes, acabó volviéndose tierra de conquista para los “bárbaros”. Aprovechando la debilidad del Imperio chino, incapaz a fines del 800 de enfrentar el progreso occidental producido por la revolución industrial, los “bárbaros” llegaron hasta el corazón del poder chino, saqueando riquezas del territorio y de regiones enteras con el uso del opio, de las armas, de subterfugios y de indecencias como los “tratados desiguales”. China se volvió la enferma de Asia, atravesó su fase histórica más humillante. En el fondo del corazón de cada chino quedó algo de toda esa historia. Hoy, los chinos vuelven a proponer aquella antigua Ruta de la Seda como símbolo del cambio de época que estamos observando, del desplazamiento de oeste a este del centro del poder económico y tecnológico: ahora están ellos al mando de la locomotora. Y no piensan perder otra vez su cita con la historia. Pero comencemos desde el principio: ¿qué es WeChat y cómo nació?

      1.1. El mundo está dentro de WeChat

      Cuando WeChat comenzó a difundirse, hacía ya cinco años que yo vivía en China. Recuerdo claramente cuando, con cierto estupor, los residentes extranjeros asistían a un espectáculo nunca visto: los chinos caminaban apurados hablando con el smartphone, casi apoyándole los labios, como si fuera una protuberancia del mentón. Mandaban mensajes de voz. Era 2011. La aparición de esta costumbre podría señalar simbólicamente el inicio de la era WeChat en China. Como tantas otras cosas que parecían absurdas y que aparecieron primero en China, los mensajes de voz poco a poco se volvieron habituales también en Occidente.

      En aquel año se inicia un período de gran cambio en el mundo de la tecnología china. Sabemos que los instrumentos tecnológicos que utilizamos cambian los hábitos personales, sociales, laborales y, en el caso del celular, incluso nuestra postura física (espalda ligeramente curva, mirada hacia abajo). En China, el cambio producido por la llegada de WeChat modificó totalmente el uso de la red y, en consecuencia, paulatinamente, también la vida cotidiana. Por ejemplo, muy pronto desaparecieron los e-mails: Gmail no tenía sentido, no servía para nada sino más que para perder tiempo esperando que las páginas se cargaran tan lentamente que llevaban a la exasperación. Todo, ahora, pasaba por WeChat, que demostraba ser veloz, inmediato, una flecha.

      La super app sustituyó velozmente también viejas costumbres con nuevas formas de relacionarse. Por ejemplo, un gran clásico en China eran las tarjetas de presentación: incluso en el caso de actividades más bien fantasiosas e improbables, era apropiado acreditar su existencia con una tarjeta de visita. Y en China se pueden imprimir miles con un gasto de pocos yuan. También los extranjeros aprendían rápido: se recibía la tarjeta con ambas manos y se la entregaba del mismo modo. WeChat marcó el fin de un mundo: también las tarjetas de visita desaparecieron. Se tornó habitual, para sustituir dichas tarjetas, escanear el código QR. Y se comenzó a escanear código QR en todas partes y para obtener cualquier cosa: tener ventajas, descuentos o participar en eventos. Se inauguraron las nuevas danzas sociales: aproximar los celulares y escanearse recíprocamente los códigos QR, el modo para “conectarse”. Nuevas costumbres y nuevos dilemas: ¿es más importante la persona que escanea o aquella que se deja escanear?

      Pero después de todo esto, llegó el completamiento del cambio en curso. Y llegó como si fuera natural, como si el país entero no esperara otra cosa. En cierto momento fue posible conectar la propia cuenta a una cuenta bancaria china (obtenida por los occidentales gracias a no pocos equilibrismos en la fase inicial de WeChat, mientras hoy todo es más rápido, incluso si existen muchas más limitaciones para los extranjeros) y finalmente poder comprar cualquier cosa con el smartphone. Desde ese día también la billetera se volvió inútil. No servía para nada. También las tarjetas de crédito, para quien las tenía, se volvieron inútiles. WeChat lanzó el desafío a los chinos sobre dos conceptos –el tiempo y la velocidad– transformando a una sociedad clamorosamente dependiente del papel, sellos y trámites burocráticos en una sociedad que de improviso dejó de usar dinero en efectivo y abandonó la necesidad de imprimir y sellar cualquier cosa.

      Pero ¿qué es exactamente WeChat? Explicárselo a un occidental es complicado. Algunos intentan describirlo así: WeChat, dicen, es la “app de las apps”, es decir que contiene en su interior todo aquello que nosotros estamos acostumbrados a usar en forma separada. Si queremos describirlo a través de una comparación con nuestro mundo tecnológico, podemos decir que es como un gigantesco contenedor que reúne a Facebook, Instagram, Twitter, Uber, Deliveroo y a todas las apps que utilizamos. Se trata de una explicación que tiene su lógica, pero no es completa. En primer lugar porque, cada vez que se usa WeChat, se descubren nuevas funciones apenas desarrolladas, nuevos usos que se pueden transformar en nuevas costumbres. Ya es habitual, por ejemplo, reservar turnos médicos o pagar los impuestos o las facturaciones a través de WeChat. O bien encontrar, caminando por las calles de las metrópolis chinas, personas sin techo que para