Breve historia de la Arqueología. Brian Fagan. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Brian Fagan
Издательство: Bookwire
Серия: Yale Little Histories
Жанр произведения: Социология
Год издания: 0
isbn: 9788417893194
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mil años (la cifra que la Iglesia cristiana había calculado a partir de de la Biblia, véase capítulo 7). Hasta finales del siglo XIX, los arqueólogos eran prácticamente desconocidos y, de hecho, la cantidad de arqueólogos profesionales alrededor del mundo era solo unos cientos, hasta unos años antes de la Segunda Guerra Mundial.

      La arqueología gira en torno a las vidas humanas. Ningún otro hallazgo lo ha demostrado de mejor manera que la famosa apertura de la tumba del faraón egipcio Tutankamón, realizada por lord Carnarvon y Howard Carter en 1922. El meticuloso examen que llevó a cabo Carter de la tumba ofreció el retrato único de un hombre joven que vivió tres mil años atrás. Le costó ocho años completar el trabajo y murió antes de publicarlo. Desde entonces, los expertos han estudiado la vida de este casi desconocido faraón.

      Una historia mucho más humilde de un despeje de arena proviene de Meer, Bélgica, donde un grupo de cazadores acampó en el año 7000 a.C. Uno de los individuos se dirigió a una roca, se sentó y, con un trozo de sílex que él (o ella) traía consigo, elaboró algunas herramientas de piedra. Luego, un segundo individuo se unió a quien trabajaba la piedra y también hizo herramientas. El arqueólogo belga Daniel Cahen reunió cuidadosamente los residuos de la labor. La dirección de los golpes del martillo reveló un detalle muy íntimo: ¡el segundo trabajador era zurdo!

      La arqueología moderna y científica no trata solo de encontrar yacimientos y excavar. Se desarrolla lo mismo en el campo que en el laboratorio. Nos hemos convertido en detectives que se basan en todo tipo de pistas minúsculas provenientes de muchas fuentes, con frecuencia muy inesperadas, para estudiar a la gente del pasado, ya sea un solo individuo, como un faraón egipcio, o una comunidad entera.

      Como veremos, la arqueología comenzó en Europa y el mundo Mediterráneo. Ahora se ha vuelto una empresa global. Hay arqueólogos trabajando en África y Mongolia, la Patagonia y Australia. Las excavaciones rudimentarias de un siglo atrás se han convertido en procesos muy controlados y cuidadosamente planeados. Actualmente, no nos concentramos solo en un sitio individual, sino en paisajes antiguos enteros. Delegamos mucho en sistemas de teledetección por medio de láser, imágenes captadas por satélite y radares que penetran en el suelo para encontrar asentamientos y planear una excavación muy delimitada. Retiramos menos tierra en un mes de la que se movía en un solo día en la época de las primeras excavaciones. En colaboración con investigadores profesionales en Inglaterra, los arqueólogos aficionados han hecho descubrimientos notables gracias a los detectores de metal. Por ejemplo, un tesoro de 3.500 piezas de oro y plata anglosajonas que se halló en Staffordshire, en Inglaterra central, y que data del año 700 d.C. Esto es la arqueología moderna y científica, que investiga y excava en busca de información, no riquezas.

      ¿Por qué es importante la arqueología? Es la única manera que tenemos de estudiar los cambios en las sociedades humanas a lo largo de prolongados períodos de tiempo, durante cientos y miles de años. Le agregamos detalles fascinantes a la historia escrita, como el hallazgo del basurero de una fábrica de salsa del siglo XIX, descubierto durante un trabajo de excavación en el centro de Londres. Pero la mayor parte de nuestro estudio está centrado en la historia humana antes de la escritura de la historia; es decir, la Prehistoria. Los arqueólogos están descubriendo el pasado de las sociedades africanas que florecieron antes de que los europeos llegaran. Estamos rastreando las primeras poblaciones de las islas remotas del Pacífico y estudiando el primer asentamiento de América. En algunos países, como Kenia, estamos escribiendo con pala las historias nacionales hasta entonces sin registro.

      La arqueología nos define, sobre todo, como seres humanos. Revela nuestra ascendencia común en África y muestra las maneras en las que somos diferentes y similares. Estudiamos a gente de todas partes y en toda su fascinante diversidad. La arqueología es la gente.

      El desarrollo de la arqueología es uno de los grandes triunfos de la investigación de los siglos XIX y XX. Cuando nuestra historia comenzó, todo el mundo suponía que la humanidad había estado en la Tierra solo seis mil años. Ahora, la escala temporal es de tres millones de años, y seguimos contando. Pero a pesar de toda la investigación formal que existe, aún nos maravillamos ante descubrimientos arqueológicos asombrosos y a menudo inesperados, que reviven el pasado: los guerreros de terracota del emperador chino Qin Shihuangdi descubiertos durante la perforación de un pozo (véase capítulo 31); una ciudad de tres mil años de antigüedad en el este de Inglaterra, destruida tan rápidamente por el fuego que un plato sin comer sobrevivió dentro de una olla (véase capítulo 40); o descubrir que hace dos millones de años algunos humanos eran zurdos. Estos son los descubrimientos que nos aceleran el pulso. Y cada día hay nuevos hallazgos.

      Ahora, todos los actores están sobre el escenario, ya está a punto de levantarse el telón. ¡Que comience la función de la Historia!

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      BURROS Y FARAONES

      Tendemos a olvidar que hace doscientos años Egipto era un país lejano del que se sabía muy poco. Hoy en día, todo el mundo está familiarizado con los faraones, sus tumbas y sus pirámides. En 1798, cuando el general francés Napoleón Bonaparte llegó al río Nilo, fue como si visitara un planeta completamente diferente. Egipto estaba muy lejos de los caminos trazados. Era una provincia del Imperio Otomano (turco) que tenía su base en Constantinopla (ahora Estambul); era un país islámico y de difícil acceso.

      Algunos visitantes europeos llegaron a curiosear por los mercados bulliciosos de El Cairo o avistaron las pirámides de Guiza. Unos cuantos viajeros franceses recorrieron las extensiones del Nilo (de hecho, tengo un mapa muy preciso de Egipto que dibujó Robert de Vaugondy, un geógrafo real francés, en 1753). Algunos otros compraban polvo hecho con antiguas momias egipcias, a las que incluso el rey de Francia atribuía poderosas propiedades medicinales. Algunas esculturas egipcias antiguas arribaron a Europa y suscitaron un gran entusiasmo.

      Nadie sabía nada sobre el antiguo Egipto y sus monumentos espectaculares, a pesar de que desde tiempos antiguos se consideraba el centro de una civilización temprana. Algunos diplomáticos se percataron de que se podían obtener ganancias de estas exóticas obras de arte, pero la lejanía del país jugaba en su contra. Esto cambió en la última década del siglo XVIII, cuando Egipto comenzó a desempeñar un papel preponderante gracias a que el istmo de Suez (el canal de Suez se construyó en 1869) era una entrada natural para quienes tenían los ojos puestos sobre las colonias inglesas de la India.

      En 1797, con veintinueve años, Napoleón Bonaparte venció en Italia, lugar en el que desarrolló un gusto por el arte y la arqueología. Su mente inquieta estaba llena de visiones sobre conquistas militares y sentía una profunda curiosidad por el país de los faraones. El 1o de julio de 1798, su ejército de 38.000 hombres llegó a las costas de Egipto en 328 barcos. Entre ellos, 167 científicos enviados para cartografiar y estudiar Egipto, la parte antigua y la moderna.

      Napoleón sentía pasión por la ciencia y, especialmente, por la arqueología. Los científicos que lo acompañaban eran hombres jóvenes y con talento, expertos en agricultura, artistas, botánicos e ingenieros. Pero ninguno de ellos era arqueólogo, pues la egiptología, el estudio de la civilización egipcia antigua, aún no existía. Los soldados de Napoleón llamaban «burros» a los científicos —la razón, se dice, es que durante las batallas, científicos y burros ocupaban la misma posición dentro de los grupos de infantería. Su líder era el barón Dominique-Vivant Denon, diplomático y artista ingenioso. Era el líder perfecto, y sus detallados dibujos, excelente escritura y su entusiasmo contagioso pusieron al antiguo Egipto en el mapa científico.

      El mismo Napoleón estaba preocupado por la reorganización de Egipto, pero dispuso de tiempo para visitar las pirámides y la Gran Esfinge, la estatua de una criatura mítica con cuerpo de león y cabeza humana. Su interés por la ciencia era genuino y quedó constatado con la fundación del Instituto de Egipto en El Cairo. Allí, Napoleón asistió a cátedras y seminarios y tutorizó a sus «burros». Quedó fascinado cuando, en junio de 1799, soldados