La vitalidad y virtud teológica del Antiguo Testamento reside específicamente en su contextualidad, en su pertinencia, en su expresión de pueblo, en su cotidianidad, en su revelación diaria, en su comprensión de la vida. La profundidad de ese tipo de pensamiento teológico se relaciona íntimamente con lo común y diario de las intervenciones de Dios. La cúspide de la teología veterotestamentaria no es el descubrimiento de un sistema de especulación hipotética, sino la afirmación y celebración continua de un Dios que tiene la capacidad y el compromiso de intervenir en la historia y en la comunidad, y también se revela a individuos, para demostrar su naturaleza santa, su responsabilidad redentora, su deseo de liberación y su compromiso con la paz que se fundamenta en la justicia.
La pregunta básica y más importante de la teología del Antiguo Testamento no es si Dios existe, sino cómo esa divinidad se manifiesta libremente en medio de la sociedad. El deseo inmediato es comprender cómo esa divinidad contribuye efectivamente al desarrollo de un sistema social, político, religioso y espiritual que ponga de manifiesto su compromiso con los valores impostergables de la verdad, la justicia, la paz y la santidad. La preocupación fundamental de esta teología no es «probar la existencia de Dios», sino descubrir, identificar, explicar, afirmar y contextualizar las manifestaciones divinas en la vida de individuos, comunidades y naciones, y también en la naturaleza y el cosmos.
No les interesa a los escritores de la Biblia explicar los procesos y las dinámicas de cómo es que Dios interviene e interpela a las naciones, particularmente a Israel, y a los individuos. Su teología está siempre presente en lo que cantan, enseñan y escriben, pues se alude regularmente a la presencia divina en las narraciones patriarcales y matriarcales, los documentos legales, los relatos históricos, las porciones proféticas, las enseñanzas de sabiduría, los salmos, los proverbios, los apocalipsis y los poemas. En efecto, el conocimiento de Dios adquiere dimensiones tan cercanas e íntimas en el lenguaje bíblico, que el mismo término hebreo «conocer» no solo alude a la dinámica de adquirir y asimilar información, sino que también se utiliza para describir la intimidad de las relaciones sexuales. «Conocer» es estar cerca…
Conocer a Dios no es solo saber de su existencia y reconocer su realidad, también es experimentar su presencia y amor, que se manifiestan en la vida de manera continua y sistemática. Las formas de autorrevelación divina se producen en la palabra escrita y en la hablada, en la historia y en la naturaleza, en la guerra y en la paz. El concepto de Dios es la fuerza primaria que le da cohesión y significado a la literatura y al pensamiento teológico del Antiguo Testamento. Según el mensaje profético, esa revelación divina al ser humano se relaciona íntimamente con manifestaciones concretas de justicia, misericordia, humildad y amor:
¡Ya se te ha declarado lo que es bueno!
Ya se te ha dicho lo que de ti espera el SEÑOR:
Practicar la justicia, amar la misericordia,
y humillarte ante tu Dios.
Miqueas 6:8
MÉTODOS DE ESTUDIO
Al comenzar el análisis del concepto de Dios en el Antiguo Testamento es importante identificar y entender cómo se han estudiado estos temas a través de la historia.12 La pregunta fundamental al acercarnos a la teología bíblica se relaciona con la identificación de los temas prioritarios y la explicación de esos asuntos de una forma coherente y sistemática. Aunque la teología bíblica no se presenta de manera sistemática en la Escritura, la exposición de esas interpretaciones debe articularse de alguna forma ordenada y coherente.
Los acercamientos metodológicos para estudiar la teología del Antiguo Testamento han sido varios, y en muchas ocasiones se complementan y se relacionan. Generalmente, esos tipos de estudios teológicos utilizan más de una metodología para explicar porciones complejas o para analizar secciones bíblicas de diferentes períodos y estilos literarios variados. Los métodos que se identifican e incluyen a continuación son solo una manera ordenada de exponer la riqueza de las diversas formas en que, a través de la historia, se han estudiado los principales temas teológicos en el Antiguo Testamento.13
El método descriptivo14 pone su atención en la exposición detallada de lo que el texto bíblico quiso decir a la comunidad israelita, no en lo que significa el mensaje escritural el día de hoy. Esta metodología pone en evidencia una manera de describir y explicar las ideas, los temas y las importancias teológicas de los asuntos y las preocupaciones de los escritores bíblicos, para la comunidad que sirvió de entorno a esos mensajes y que escuchó y leyó esas afirmaciones teológicas en el período en que se presentaron. El propósito fundamental de la teología bíblica, según este modelo, es comprender y explicar los contenidos y la importancia de los temas bíblicos en el contexto original en que se presentaron.
Una objeción importante a este método es su naturaleza limitante, pues no se relaciona, en este tipo de análisis, el tema teológico de la Escritura con las realidades actuales de los creyentes y la sociedad. Una crítica fundamental es que con esta metodología lo que se produce es una especie de historia de la religión de Israel, no un tratado de teología bíblica. Aunque es muy importante y necesario entender el mensaje de la Biblia para sus receptores originales, no es menos importante descubrir y aplicar las implicaciones históricas y contemporáneas a las enseñanzas escriturales básicas y originales.
El método confesional15 pone de relieve el importante e indispensable componente de la fe cristiana en los estudios del Antiguo Testamento. La teología bíblica, según esta metodología, es una empresa de la fe, que nace en las convicciones de la iglesia y que entiende el Antiguo Testamento como la Palabra de Dios. La Biblia hebrea fue el único texto escritural leído e interpretado por Jesús y sus discípulos, y posteriormente por las iglesias primitivas. El Nuevo Testamento llegó luego de décadas de reflexiones bíblicas basadas solamente en las enseñanzas del texto hebreo y las palabras de Jesús. Esta manera confesional de estudiar el Antiguo Testamento se diferencia del estudio del desarrollo de las ideas religiosas, que ciertamente es una importante actividad académica, pues no depende de la fe ni de las confesiones cristianas, y tiene sus propios criterios metodológicos y prioridades teológicas.
La dicotomía que presupone esta metodología confesional de estudio ha sido severamente criticada desde varias perspectivas. Aunque se reconoce positivamente la contribución muy necesaria y requerida del estudio de la teología desde la perspectiva de la fe —particularmente de la fe cristiana—, se debe estar consciente de las limitaciones y los desafíos que esta forma de análisis incorpora a la tarea. Particularmente importante es la distinción entre conocimiento y fe que se manifiesta en interpretaciones bíblicas que contraponen lo absoluto y lo relativo, la trascendencia y la inminencia. Esas distinciones son esencialmente ajenas al pensamiento bíblico y ponen cargas a la teología bíblica que complican la tarea investigativa. La verdad es que la fe verdadera busca comprender y descubrir, independientemente de las tradiciones religiosas.
El método transversal16 es el que se dedica a identificar los procesos y eventos históricos que se encuentran subyacentes en la experiencia religiosa del pueblo. El propósito es descubrir las creencias fundamentales del Antiguo Testamento, según se presentan en los diversos períodos, para comprender y explicar su significado profundo. Con esta metodología de estudio se descubre el tema teológico básico que une indivisiblemente al Antiguo con el Nuevo Testamento: la irrupción extraordinaria del reino de Dios que llega para establecerse en la tierra.
Esta singular metodología rechaza, de forma absoluta, el esquema tradicional extrabíblico de presentar la teología de forma sistemática, con los valores de