Política y memoria. Virginia Martínez. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Virginia Martínez
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Социология
Год издания: 0
isbn: 9786079275761
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Puso de relieve el criterio de “verdad” cinematográfica: existen tantas verdades como realizadores. Cada uno con “su” verdad.

      Y esta es la base para abordar la producción de los dos cineastas documentalistas de los países tratados en el libro. Base común sobre realidades distintas. En Chile, un amplio registro visual, tanto del gobierno de la Unidad Popular como del golpe y la dictadura, se vio beneficiado por la existencia de un cine nacional incrementado por el interés internacional que suscitó el gobierno de Allende y el golpe de Estado. En ese medio se enmarca la obra del documentalista chileno Patricio Henríquez, analizada en tres productos fundamentales: 11 de septiembre, 1973. El último combate de Salvador Allende, Imágenes de una dictadura y El lado oscuro de La Dama Blanca.

      En la mirada de Carro, el trabajo de Virginia Martínez —historiadora y documentalista uruguaya— presenta grandes diferencias con el caso chileno. El interés menor que este golpe de Estado suscitó entre los cineastas extranjeros se aunó a un muy escaso registro cinematográfico nacional, en un país que antes de los años noventa del siglo xx prácticamente carecía de cine nacional y poseía un pobre registro televisivo. Su despegue estuvo íntimamente relacionado con la aparición de la tecnología digital y un cambio de mentalidades expresado en el deseo de recuperar lo personal y mantener viva la memoria reciente.

      Por esos ojos y Las manos en la tierra, los dos documentales de Martínez, dejan clara la subjetividad y el dolor de lo irrecuperable. El primer documental narra la historia de una menor secuestrada por represores argentinos luego del asesinato de sus padres, buscada por su abuela sin pausa durante años. Se encarga de revelar la pluralidad de la “verdad”, a partir del rechazo de esta joven a su familia biológica y la adhesión afectiva que sostiene con su apropiador. En la visión de Carro ambos productores muestran la potencialidad del cine, en sus varios géneros, como herramienta memorística.

      Este capítulo introduce una mirada analítica singular en los tratamientos de la academia respecto a los análisis de los golpes de Estado y las dictaduras. Enriquece el abanico de fuentes que aportan a la historia y la memoria de aquellos hiatos democráticos y fuertemente catastróficos y enseña cómo es posible abonar al conocimiento del pasado reciente con otros instrumentos y para públicos más amplios que el académico.

      El anexo II, “Tiempo y verdad: reflexiones de los documentalistas” contiene una muy novedosa propuesta de principales protagonistas del quehacer documental. El centro de los ensayos de Patricio Henríquez y Virginia Martínez está dirigido a correlacionar y diferenciar el cine y su propuesta artística, de la memoria y la historia. El cineasta, con su subjetividad y honestidad, se maneja en temporalidades diferentes y con criterios de verdad alejados radicalmente del campo profesional de las ciencias sociales y las humanidades. Las reflexiones aquí reunidas introducen el mundo de los afectos y las emociones, y exhiben a la vez otras formas de dejar plasmados acontecimientos y procesos en los relatos históricos y en la memoria colectiva más amplia. El anexo ayuda de manera indiscutible a situar las fuentes documentales cinematográficas en su real valor: una representación del pasado que no es capaz de restituirlo.

      El apartado “A modo de cierre” contiene dos trabajos: “Transición y justicia: el caso mexicano” de Mariclaire Acosta y “A cuarenta años de los golpes de Estado: tesis para una reflexión” de Daniel Vázquez. Si bien las dictaduras del Cono Sur se pueden leer desde lo que pasaba en esa región del continente, a la par que —como se verá a lo largo del libro— las dictaduras uruguaya y chilena, y sus procesos de justicia transicional, tienen sus propias lógicas y dinámicas, vale la pena preguntarnos: ¿qué podemos recuperar de estos casos para pensar a México, espacio nacional desde donde se genera la reflexión de la obra? A eso se dedica el texto de Mariclaire Acosta.

      La inclusión del trabajo de la académica y activista de derechos humanos Mariclaire Acosta da cuenta del marco legal humanitario interamericano y favorece la comprensión de las problemáticas regionales de la justicia transicional. Este marco se alimentó de las tristes experiencias conosureñas para establecer una jurisprudencia ad hoc basada en principios tales como el derecho a saber qué entraña el derecho a la verdad, el derecho a la justicia y a obtener reparación. Principios estos que constituyen el pedestal básico de lucha contra la impunidad, en su amplia acepción y su larga duración, en tanto proceso social y cultural profundo. Así mismo, su estudio incorpora y profundiza el ámbito mexicano, aporte que permite a un lector interesado contrapuntear historias y regímenes políticos diferentes que pueden llegar a compartir problemáticas comunes. De hecho, esta es una de las primeras diferencias relevantes respecto a los casos: mientras en Uruguay y Chile se instaura una dictadura, las violaciones sistemáticas a derechos humanos en México se llevan a cabo en un régimen político con partido hegemónico y con alta capacidad de cooptación y represión.

      Acosta sigue la trayectoria histórica de los organismos de derechos humanos, la evolución de las instituciones dedicadas a su tratamiento y a la impartición de justicia en la materia. Constata sus éxitos y fracasos para concluir que México tiene entre sus deudas pendientes un debate nacional sobre el derecho a la verdad y a la justicia de transición.

      La obra concluye con una amplia reflexión de claro tono politológico orientada, al decir de su autor Daniel Vázquez, a “redimensionar, articular e institucionalizar nuestra democracia en América Latina”, a la luz de las consideraciones que emanan del contenido del libro. Esta mirada hacia un futuro abierto se organiza en torno a cinco ejes temáticos, a partir de igual número de premisas:

      1. La superación de las explicaciones institucionalistas sobre la estructura estatal que dieron lugar a una revalorización de la política como autonomizada de lo meramente gubernamental. Este redimensionamiento, que es una exigencia para comprender los procesos latinoamericanos del presente siglo, implica una nueva apreciación de la incidencia que tienen la democracia, los bloques de poder y los enfrentamientos por distintos proyectos de nación en esa novedosa consideración del campo de la política. Dimensión esta que supera ampliamente el acotamiento anterior e “invita a pensar el poder más allá de lo institucional”.

      2. Una nueva visión de la relación democracia-desarrollo, como uno de los binomios centrales que rigieron las disputas por la nación en las décadas de 1960 y 1970 y que pusieron sobre el escenario los dos extremos de la confrontación del periodo: las demandas distributivas y la violencia política. Aquel pasado chileno y uruguayo abona —en la visión de Vázquez— a las inquietudes del presente, y genera nuevas preguntas. Hoy, en medio de la crisis iniciada en 2008, cuando se incrementan las críticas al modelo neoliberal, el autor se plantea la interrogante: “¿se puede realizar un cambio redistributivo acelerado sin tener una respuesta violenta —e incluso antidemocrática— por parte de la derecha en América Latina?”

      3. La legitimidad adquirida por la democracia luego del cierre del ciclo dictatorial de la región, relegitimación en la que confluyeron, por distintos motivos, derechas e izquierdas. Esta nueva carga de valor se apoya, luego de las redemocratizaciones, en el trípode de sustento conformado por los gobiernos representativos, un discurso de derechos humanos y el modelo económico neoliberal. Cuando el giro a la izquierda de algunos gobiernos y el nuevo dimensionamiento de la política cuestiona alguno de los sostenes de ese andamio, el edificio se debilita. Sin embargo, en la visión de Vázquez, el mismo prestigio adquirido hace hoy más costoso dinamitarlo. Pese a ello, a la luz de las recientes experiencias (Honduras, Paraguay) las circunstancias locales parecen ser determinantes hacia el futuro latinoamericano.

      4. El papel adquirido por los derechos humanos en la conformación de un sentido político común. Democracia y derechos humanos, en tanto integrantes del trípode mencionado, son conceptos complementarios y tensionados entre sí a un tiempo. Vázquez advierte que la esencia de esta tensión se encuentra en su pertenencia a distintos ámbitos originarios: el de la moral y el político pragmático de la vida institucional. Tensiones que se expresan en las dudas entre el deber ser y la estabilidad de los procesos. De modo que el “Nunca más” aparece siempre como una formulación interrogativa también para nuestro continente.

      5. La apertura presente de un nuevo y ampliado espacio de violaciones de los derechos humanos, en cuyo seno el Estado ha dejado de ser el único monopolizador de la violencia. Claro