Los ancestrales caminos de los yámanas, los onas y los alakalufes parecían una evocación de no ha mucho, cuando las madres indias arrostraban las ventiscas frente al mar, desnudas, con sus hijos mamando bajo los copos de nieve. Capaces de recoger mariscos en el fondo del gélido océano, en cueros, y emerger del agua congelante al viento polar sin experimentar frío. Por influencia marítima, a pesar de ser la ciudad más austral del mundo, las temperaturas anuales oscilan entre los trece grados positivos y un grado bajo cero.
Ahora los nativos no estaban en sus tierras. Habían sido extinguidos como ratas. El noble hombre blanco es el soberano y el terrateniente de los vastos espacios patagónicos...
El Parque Nacional Tierra del Fuego, cerca del monte Olivia, entre las sierras Beauir y las boscosas costas del Canal de Beagle los acunó en sus prístinas vertientes. Pasearon a caballo por los montes Martial, deleitándose con el arcaico bosque fueguino, rebosante de coihues, ñires y lengas.
Embelesado en la pesca de las grandes truchas del lago Fagnano y los arroyos que desembocan en sus azules aguas, las degustaba preparadas a la manteca negra en la hostería Kaikén. Un aire de paz y serenidad, donde el único rumor era el silbido del viento polar y el gorjear de los pájaros. La bahía Lapataia, entre arboleda rala y riachuelos de aguas cristalinas que resbalaban cantando hacia las marismas, los transportó a los remotos orígenes del mundo.
Habían pasado unos días inolvidables en la hostería Alakush. Parker estaba feliz de poder pescar salmónidos de varios kilos en medio del paraíso sin contaminación, y quedó sorprendido al ver diques de troncos realizados por castores provenientes de Estados Unidos y Canadá.
Los dilatados prados, con ovinos pastando sobre la milenaria tundra, eran un bálsamo para los sentidos. Restauraban su armonía espiritual alterada por el despiadado ritmo urbano de su trabajo.
En el momento que recibió la llamada desde el iglú de Miami dormía en la hostería Petrel, situada cara al lago Escondido.
Dos malas noticias.
Frank se había escapado vivo, y le interrumpían las vacaciones.
El presentimiento de que el Capo de la Mafia norteamericana lo pudiese haber embaucado con el señuelo del submarino se había cumplido.
– ¡Hice lo que Frank quería!
– En el gran juego de escaramuzas con el crimen organizado, no alcanzó el definitivo jaque al rey con la Operación Anaconda. ¡Podría haberlo hecho! Se dijo con bronca, era un caso netamente ganado, no tenían escapatoria. Pero jugué mal la última pieza…
– ¡Ordenar destruir al submarino fue un grave error! Un jugador astuto hizo el enroque, ¡y colocó la torre donde yo creía que estaba el rey! Ni siquiera miré el tablero. ¡Me comí la torre pensando que era el monarca!
La partida continuaba...
Al amanecer, pidió a su esposa lo dejara solo ese día. De cara al lago Escondido, con su caña de fly fishing y su pipa de raíz de rosal entre los incisivos, apagada entrecerró los ojos y, como era su costumbre, comenzó a concentrarse.
Debía meditar…
Lanzó la reconocida mosca Tube Flies para truchas y salmones, y se sentó encima de un raído tronco de lenga, blanquecino por los años. Hacía bastante tiempo que había abandonado la corteza, arrojado en el ribazo a manera de esqueleto de un naufragio.
Placenteramente situado, vislumbraba un confín más allá de lo avistable, detrás del horizonte y en la lejanía del tiempo. No interesaban las aguas danzantes de un azul marino más oscuro que el cielo, ni los ralos bosques antediluvianos de su entorno, encallecidos por las nevadas de ateridos inviernos y dantescos vientos huracanados.
Quería incursionar en lo más insondable de su alma y explorar las revelaciones apropiadas. No existe mejor sitio para reconcentrarse en sí mismo que en la naturaleza salvaje, sobre todo si se trata de desiertos deshabitados, o en esos lugares de la Tierra donde las fuerzas de los meteoros se desencadenan con reciedumbre inusitada. Es allí donde los enigmas toman su real proporción. El hombre debe humillarse ante la pujanza de esa naturaleza, que es matriz y consejera. La humildad derrama sabiduría en el silencio libre de tentaciones y bataholas de las metrópolis.
Como un eximio maestro de ajedrez, cada jugada debía prever las del enemigo en todos los movimientos posibles.
– Frank es un tremendo adversario. Pensaba Parker hablándose a sí mismo. Se mecía cadenciosamente, buscando la frecuencia de sus pensamientos, en tanto que acariciaba su pipa y miraba sin ver la rugosa superficie del lago que destrozaba un cielo diáfano con algunos cirrustratus.
– He cometido un error…
– ¡Cuando ordené la aniquilación del submarino de Frank lo hice en la euforia del triunfo! La Operación Anaconda se cumplía plenamente. No pensé, y cuando uno no piensa comete desaciertos…
– Mi error fue no poder verificar la muerte de Frank. Es impracticable buscar las víctimas que deja un misil Asroc aire–mar en las aguas profundas. Quedan desintegradas. Cometí el mismo error que el Dr. Ocampo con la ejecución del Águila. No pudo comprobar el desenlace y fue su perdición…
– Debí analizar la posibilidad de esa jugada maestra de Frank, sobre todo estando jugando el ajedrez de la vida nada menos que con Frank. Mandarme un señuelo al tiempo que buscaba refugio era una jugada maestra imaginable. Pero no lo previne.
– Analicemos como están ahora mismo las piezas en el tablero…
– En este momento sé dos cosas: que está vivo y que se esconde en el interior de los Estados Unidos. ¡Estará casi invisible!
– ¿Conviene buscarlo? Es un zorro viejo con muchas cicatrices, sólo provocaré que se meta más adentro del cubil…
– El cazador es el que debe aguardar a la presa, y Frank es un resbaladizo lince muy perspicaz y muy rico. Si mando los sabuesos a perseguirlo, seguramente aparecerán fantasmas de Frank por todos lados... y Frank por ninguna parte.
– No debe ni siquiera sospechar que sabemos que está vivo. Una ventaja de mi parte.
– Tiene sentido... ¡Pedirle a Pedro Bucci que lo saque es otra jugada magistral!
– El narcotraficante tiene poderío, influencias y dinero. Tampoco lo delataría ni lo entregaría bajo torturas a la DEA. Es su principal mayorista americano y honorable miembro del club de criminales de élite.
– Si impido que Kevin acepte el papel de intermediario en el rescate, seguramente sospecharán algo raro y mi agente será el blanco, el narco aparenta ser medio bruto para ganarse el respeto de sus iguales, pero no se llega arriba sin muchas neuronas, y mucho menos se mantiene vivo dentro de una jaula repleta de tiburones blancos. Tarde o temprano enviarán a otro.
– Si decido que debo capturarlo, solo tendré que rastrear a los colombianos o sus contactos, ellos lo sacan de la cueva... ¡y yo lo meto en la jaula!
– Querer salir al descubierto implica peligros. Eso es la próxima jugada que intenta hacer Frank sobre el tablero, piensa volver a colocar al rey en juego. Y sabe perfectamente que tiene sus riesgos… la partida continúa y sé el primer movimiento.
– ¡A lo mejor ahora pueda hacer jaque mate!
– Los narcotraficantes de Medellín no pueden desplazarse libremente en Norteamérica. Pero sí sus agentes. Muchísimos habrán quedado libres a pesar de la redada.
– Pensemos un poco en la posible metodología de fuga: un documento falso