Nunca digas tu nombre. Jackson Bellami. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Jackson Bellami
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Языкознание
Год издания: 0
isbn: 9788416366514
Скачать книгу
todos de cabeza.

      —Sí, eso —afirmó el joven.

      Chris pasó junto a su amigo con una expresión incierta.

      Hastings sonrió a Connor, quien siguió los pasos de su amigo.

      —Chris. Chris, espera.

      El chico se detuvo por un instante.

      —¿De qué iba todo eso? —le interrogó.

      —Nada, Payton.

      La mirada de Chris parecía pesar una tonelada. No intentó levantarla para buscar la de Connor.

      —Quieres jugar mañana, ¿verdad? Se trata de eso —intentaba adivinar Connor.

      —No… Bueno, sí. Pero…

      Chris había encontrado una salida al interrogatorio.

      —Vas a jugar, yo me encargaré de ello.

      Connor puso las manos sobre los hombros de su amigo.

      —Y, ahora, olvídate de todo y disfrutemos un poco. Vamos, colega.

      Aquella palabra, «colega». Esa maldita palabra que lo hacía todo tan difícil para el atormentado Chris Hoffman. Debía olvidarse de ella por una noche.

      Para Connor fue mucho más.

      Toda una eternidad.

image

      Agárrame ese fantasma

      Estar en la piel de Caleb podría compararse con haber vuelto a los doce años. Al convertirme en él por segunda vez, el mundo parece más grande y, aunque peso unos kilos menos, los músculos de Caleb actúan como si jamás hubiese hecho ejercicio. Es extraño vestirse con el cuerpo de otro chico. Sobre todo, cuando el único modo de que Beth me vea es con el aspecto de mi enclenque vecino.

      Además, pensar en buscar respuestas con Caleb como presentación es un tanto contraproducente. Siempre ha sido tímido y demasiado vergonzoso. Recuerdo un día en la tienda de videojuegos del centro comercial Northern Lakes. El tipo barbudo y gordo que trabajaba allí fue despedido por utilizar las cámaras de seguridad del establecimiento con fines lucrativos sexuales. Lo que se traduce en que se la pelaba más que un mono mientras veía las grabaciones de las escasas chicas que entraban allí. Fue sustituido por una joven excéntrica y amante de los shooters, un cambio que Caleb se tomó como todo un desafío. Aquel día, tras una hora tratando de buscar la edición completa del último Call of Duty, se marchó de la tienda sin preguntar siquiera a la chica. Tuvo que volver conmigo al día siguiente para poder comprar el juego. Así de introvertido es Caleb, aunque parece haber encajado bien con Beth.

      —¿Qué tienes pensado? —pregunta ella.

      —No tengo ni idea de por dónde empezar.

      —Lo primero que tienes que saber son las causas de tu muerte.

      —Buena idea, Beth.

      —¿Seguro que no te sobrepasaste en la fiesta? —cuestiona Caleb en su cabeza—. Porque no pienso ser la marioneta de un imbécil de mierda.

      —Ya te lo he dicho, Caleb. Ni siquiera me bebí una sola cerveza.

      —Es extraño que no recuerdes nada de anoche —comenta Beth.

      —¿Qué recuerdas tú? —pregunto.

      —Te vi con los chicos del equipo en el gimnasio… —trata de recordar—. Salí a fumar a eso de las once y volvías con Jessica por el pasillo de Ciencias. La última vez que apareciste fue pasada la medianoche, cuando te vi salir de allí un tanto perjudicado. Parecía que te habías pasado con las copas. No sé si comprendes a qué me refiero.

      —No estaba borracho —reitero—. Ya no me encontraba bien…

      —Pues algo debió ocurrir para que… —añade Caleb, creo que para hacerse notar.

      Como si pudiera olvidarme de él.

      —¿A qué hora es mi funeral?

      No puedo creer que haya hecho esa pregunta.

      —A las diez está anunciado.

      —Bien…

      No, de bien nada. Estoy pensando en acudir disfrazado de Caleb a mi propio entierro. Esto tiene que ser como mínimo la experiencia más traumática de la historia del ser humano.

      —Connor, no voy a dejar que hagas esto solo —dice Beth y coge la mano de Caleb, que en este instante es mía.

      Debo tener una expresión de aflicción inmedible para que Beth, la señorita «si me tocas te mato», rompa su norma sobre el contacto físico para hacerme sentir mejor.

      —Yo tampoco —interviene una vez más Caleb—, aunque en mi caso es diferente…

      Caleb siempre tan sincero.

      —No sé qué hacer hasta mañana —les digo—. ¿Duermen los fantasmas? Porque la verdad es que me vendría bien echarme un rato y descubrir al despertarme que todo esto no es más que una pesadilla.

      —Ojalá mi padre entendiese esto. Así podrías quedarte aquí a dormir.

      —Tengo una madre que se preocupa por mí —me recuerda Caleb.

      —Es cierto —le confirmo—. Caleb tiene razón, su madre debe preguntarse dónde se ha metido.

      —Nos vemos mañana a las nueve y media en la puerta de la iglesia.

      Asiento con la cabeza.

      No quiero soltar la mano de Beth. El gesto me ha brindado el poco consuelo que soy capaz de encontrar en este momento.

      —Gracias, Beth.

      —Dámelas cuando averigüemos lo que te ha matado.

      Mi madre siempre nos ha dicho que hay una versión de You Are My Sunshine para cada ocasión. Para los cumpleaños de Daisy es la de Stine J. la que suena. También la ha utilizado para algunos de nuestros vídeos familiares de las vacaciones.

      Mientras camino hasta la casa de Caleb, a un palmo de la mía, no se me ocurre mejor versión de la canción que la de Johnny Cash. El tipo consigue destrozar con su voz vieja y rota un tema sobre el amor y el cariño de un modo ofensivo. La imagino en mi cabeza, sin que Caleb pueda oírla, acompañando cada paso que doy. Y me quiebra lo único que me queda, el alma. No quiero sentirme así, pero no podría ser de otra manera. Estoy deshecho, no encuentro otra palabra para describirme ahora. No es dejar de existir, es algo más retorcido.

      Me detengo frente a la casa de Caleb. Hago todo lo posible por no entrar en la mía. Miro hacia mi puerta y me invade un frío que tersa la piel que no me pertenece. Parece no haber nadie dentro. Puede que estén en el hospital, en la morgue.

      —¿Estás bien, Connor? —pregunta Caleb—. He sentido un frío…

      Miro hacia su casa.

      —Caleb, voy a salir de tu cuerpo. Tu madre estará esperando a verte para decirte lo que ha ocurrido conmigo. No quiero tener que escuchar más veces lo mismo. Habla con ella, quédate a su lado. Aprovecha cada instante con tu madre. Yo esperaré en tu habitación.

      —¿Estás seguro? Verás…

      Sé lo que va a decir y no necesito oírlo para ser consciente de la nobleza de mi amigo. Porque Caleb es mi amigo, siempre lo ha sido. Ojalá yo hubiese sido igual de honrado con él.

      —Connor,