El motivo de la sublevación fueron las disputas por la tierra entre los armenios y los turcos. Además, los armenios se negaron a pagar los exorbitantes tributos que aumentaban todo el tiempo.
El gobierno turco tenía una política étnica muy especial. En particular, las regiones con población armenia y cristiana se poblaban en forma masiva con los musulmanes de los Balcanes y del Cáucaso, y con los kurdos. Las exacciones a la población armenia crecían exponencialmente. Frecuentemente, las autoridades turcas, después de recolectar el tributo, volvían unos días después al mismo pueblo y, amenazando con cárcel y torturas, nuevamente los extorsionaban. Los campesinos armenios estaban obligados a refugiar durante el invierno a los musulmanes nómadas. Además, cada año tenían que hospedar a los funcionarios gubernamentales con todos sus acompañantes y realizar obras viales de forma gratuita. Las autoridades turcas estaban detrás de los kurdos y los circasianos en los saqueos de los poblados armenios.
No es sorprendente que en una inaccesible zona montañosa se haya formado el centro del movimiento armenio de liberación. Era lo que más temía el gobierno turco. En el verano de 1860, fue enviada la unidad militar turca contra los habitantes de Zeitun, bajo el mando de Jurshid Pasha, el gobernante de la ciudad de Marash. Sin embargo, la gente de Zeitun puso en fuga a Pasha. El gobierno turco decidió ocupar a toda costa esta zona montañosa, dispersar y asesinar a su población armenia. Así, en julio de 1862 el nuevo gobernante de Marash, Aziz Pasha, organizó una numerosa tropa y asedió Zeitun. Al principio logró conquistar algunos poblados, los cuales fueron destruidos y la población completa pasada a cuchillo. La gente de Zeitun pronto pasó a una decidida contraofensiva y derrotó a las tropas sultánicas. Ashir Pasha sufrió una derrota vergonzosa. En el puesto de gobernante de Marash lo sustituyó Ashir Pasha quien recibió órdenes de atacar nuevamente a los armenios. En este momento entró el patriarca armenio al proceso de negociaciones, quien logró llevar las partes al acuerdo según el cual el gobierno detenía su siguiente ataque contra Zeitun. Los rebeldes aceptaron pagar el tributo y reconocer como gobernante a la persona asignada por el sultán. Gracias a esto, por un tiempo pudo evitarse la masacre de la población armenia en Zeitun. Sin embargo, se puso fin al estado semiautónomo de Zeitun.
Las acciones del gobierno turco eran tan terribles que los comentarios sobre la rebelión de los montañeses aparecieron en la prensa de Europa Occidental. La tragedia y la resistencia de Zeitun adquirieron un carácter nacional y se organizó una campaña de recaudación de donaciones entre los armenios de Tbilisi, Moscú, Najicheván y otras ciudades.
Un poco más tarde se sublevó la población campesina armenia en las provincias de Mush y Charsandzhak. Los campesinos enviaron sus delegaciones a Constantinopla pidiendo al gobierno suavizar su situación. Sin embargo, los delegados fueron detenidos. Luego el ejército reprimió cruelmente las protestas de los campesinos. Después de esto, los cientos de familias que tuvieron oportunidad, abandonaron para siempre Armenia Occidental y pasaron a vivir dentro de Rusia, en Transcaucasia.
El embajador ruso en Constantinopla informó que la Sublime Puerta había enviado a las autoridades locales la instrucción secreta de destruir los monumentos históricos armenios, «para que ellos no recordaran sobre el pasado de Armenia y para que no se despertara la idea de la independencia nacional en el pueblo armenio». Los testigos de aquellos acontecimientos escribían: «Este pueblo se encuentra al borde de la muerte moral y física; la vida de las personas y su propiedad se encuentran en peligro; diario los matan, ofenden, saquean y arruinan».
Miriam nació después de terminar la guerra de Crimea. Por ello, en los primeros años de su vida fue testiga de los acontecimientos más horrendos de la historia del exterminio de los armenios por los turcos. Posiblemente no habrá que sorprenderse de que su madre y su padre, Arkel Bedrós, hayan tomado una difícil decisión para cualquier padre: entregar a su hija a una familia ajena. La necesidad y el miedo a los turcos los obligó a hacerlo. Cuando Miriam cumplió ocho años, a Bitlis llegó un comerciante armenio adinerado, llamado DavidSajavnánts. Él trajo de Najicheván «ayuda humanitaria» (como diríamos ahora) para la pobre población saqueada de Armenia Occidental. Según las historias familiares de los Knórosov, el comerciante vio que la pequeña niña bailaba en las calles para ganar un pedazo de pan para alimentarse y él se puso a llorar por lástima. David Sajavnánts y su esposa no tenían hijos propios, y convencieron a los padres de la niña de entregarles a su hija para criarla. Miriam no fue oficialmente adoptada. Sus verdaderos padres la amaban demasiado y posiblemente soñaban con la reunificación. Pero esto no sucedió. La familia de acogida realmente comenzó a cuidarla y educarla con todo el corazón. ¿Por qué Miriam no regresó finalmente con su padre biológico Arkel Bedrós? Lo más probable es que tanto él como todos sus parientes y otros miles de habitantes de Armenia Occidental fueran víctimas de la terrible masacre organizada por los turcos para «sacar de raíz la nación armenia». No es una suposición vacía. Se conservaron documentos sobre la preparación secreta en 1915 de uno de los más horribles genocidios de los armenios por el partido turco Ittijat ve Terrakki, donde se mencionan en particular los fracasos de los intentos anteriores de solución del «asunto armenio» por parte de los turcos:
Del informe de doctor Nazymi: Si vamos a aplicar la misma masacre local que habíamos organizado en 1909 en Adana y en otros lados, no va a haber ningún beneficio; al contrario, solo habrá daños. Antes ya repetidamente lo había dicho en las pláticas acerca del orden del día y repito ahora: si la eliminación de los armenios no va a ser completa y definitiva, esto nos perjudicará y no nos beneficiará. Hay que sacar de raíz a la nación armenia. En nuestra tierra no debe quedarse ni un solo armenio. Debe olvidarse la existencia de la palabra misma armenio. Ahora estamos en guerra, nosotros también estamos peleando y no habrá otra ocasión conveniente. La intervención de los grandes Estados y la voz de protesta de la prensa no serán escuchadas. Y, si llegan a ser escuchadas, el hecho ya estará finalizado y el problema quedará cerrado para siempre. Esta vez nuestra tarea debe centrarse en el exterminio total: ni un solo armenio debe quedar vivo, por eso su exterminio es indispensable.
Considero correcta la propuesta acerca del exterminio total para que ni un solo armenio quede vivo. Como ya se había dicho, no hay que tomar en cuenta ni a los viejos, ni a los niños, ni a las mujeres y discapacitados. Literalmente hay que exterminarlos a todos. Propongo la siguiente forma de exterminio: como nos encontramos en situación de guerra, hay que mandar a todos los jóvenes en edad de reclutamiento a la primera línea del frente. Ahí ellos estarán entre los rusos y las unidades especiales enviadas por nosotros. Y matamos a todos. A los viejos, a las mujeres, a los niños y a los enfermos que se quedaron en casa los creyentes los matarán por orden nuestra. La propiedad será saqueada. Creo que es el mejor método.
No es de sorprender que en el Imperio otomano, durante la segunda mitad del siglo xix, las familias armenias prefirieran separarse para siempre de sus hijos en vez de esperar su horrible muerte.
En su nueva casa, Miriam encontró el amor y el cuidado familiar, y tuvo la oportunidad de estudiar. A los nueve años ingresó en la escuela secundaria de Najicheván y la terminó con excelencia. Pero el sueño apasionado secreto de la niña era el teatro. Sus padres adoptivos no podían hacer nada contra eso.
A principios de la década de 1870 llegó a Najicheván la compañía teatral armenia de Fasaliadzhian, en la que actuaba el desconocido en aquel entonces Petrós Adamián. El futuro gran actor armenio de roles trágicos conquistó de inmediato a Miriam. Él también había nacido en Turquía y también había sido obligado a huir por los hostigamientos. Desde la infancia soñaba con el teatro. El destino de la joven Miriam había sido resuelto. Pronto ella se volvió actriz y junto con la compañía se dirigió a Tiflís.
La joven Miriam o, según el pasaporte, María Davýdovna Sajavnánts, eligió su nombre artístico: Zabel. A veces, de cariño, la llamaban Mari-Zabel. Muy rápido comenzó a tener sus propios