Capitalismo, crisis y anarquismo en la novela de crímenes del siglo XXI en España. Gustavo Forero Quintero. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Gustavo Forero Quintero
Издательство: Bookwire
Серия: Espacios
Жанр произведения: Языкознание
Год издания: 0
isbn: 9789586656320
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que logran imponerse sobre los intereses individuales y explican la transferencia de miembros de una clase a otra en periodos de lucha revolucionaria; y el nivel de organización, ya que como señala Marx “in so far as the identity of their interests does not produce a community, a national association, and political organization —they do not constitute a class” (Dahrendorf, 1959, p. 13). En todo caso, el trasfondo de la anomia social es la división de clases y sus contradicciones fundamentales. El conflicto entre los dueños de los medios de producción y las multitudes vulnerables busca resolverse en urgentes cambios sociales.

      Lo que se le critica a la categoría marxista de la lucha de clases son diferentes aspectos. En primer lugar, como señala Dahrendorf, “the role of property in Marx’s theory of class possess a problem of interpretation” (Ibídem, p. 21). Marx no definió con detalle a qué se refería cuando hablaba de “relaciones de propiedad”: si a la exclusividad de un control directo o a un derecho de propiedad en conexión con ese control. Esto es importante definirlo ya que en el primer caso las relaciones de propiedad se refieren a “relations of factual control and subordination in the enterprises of industrial production” (Ibídem, p. 21) en las que el capitalista ejerce un control directo en el proceso de producción; mientras que, en el segundo caso, haría referencia a relaciones meramente nominales, basadas en un “legal title of property” (Ibídem), en las cuales el control no se ejerce directamente dado que los capitalistas no tienen ninguna relación directa con el proceso de producción, sino que son, simplemente, propietarios. En palabras de Marx: “mere owners, mere money capitalists” (Ibídem, p. 22). Además de esto, existen otros dos aspectos: el determinismo económico de la noción, ya que Marx vincula de un modo mecánico las relaciones de propiedad con el poder político, y la cuestión de los intereses de clase, los cuales supuestamente son comunes a varias personas, afirmación que riñe con la idea de intereses personales.

      Ante tal cuestión, para el literato Michael Hardt (1960) y el filósofo italiano Antonio Negri, “el concepto de clase trabajadora es fundamentalmente un concepto restringido, basado en exclusiones. En la más limitada de estas interpretaciones, la clase obrera se refería al trabajo fabril, excluyendo así otro tipo de clases trabajadoras” (2004, p. 134). Frente a esto, los autores proponen una actualización de la categoría de clase marxista: el problema de las relaciones de propiedad pasa a un segundo plano, ya que las nuevas formas del trabajo inmaterial desdibujan la disyuntiva entre control directo del proceso de producción y control indirecto. En las nuevas formas de trabajo inmaterial, la labor no se ejerce solo en el lugar de trabajo o en la fábrica, sino que abarca la generalidad de la vida del individuo, incluso el ámbito doméstico, que se ha convertido en lugar de trabajo: “En el paradigma industrial, los obreros producían casi exclusivamente dentro del horario fabril. Pero cuando la producción se encamina a resolver una idea o una relación, el trabajo tiende a llenar todo el tiempo disponible” (Ibídem, p. 141). El sujeto revolucionario ya no se limita al proletariado, sino que se multiplica, abarcando a todas las clases que están bajo el dominio del capital; de ahí que lo denominen multitud: “en nuestro planteamiento inicial concebimos la multitud como la totalidad de los que trabajan bajo el dictado del capital y forman, en potencia, la clase de los que no aceptan el dictado del capital” (Ibídem, p. 134).

      El concepto de multitud como nuevo sujeto revolucionario de la historia se puede constatar en las protestas contra la globalización y el neoliberalismo que, hoy por hoy, están sacudiendo el mundo en diferentes lugares. La red compuesta por las multitudes representa ahora el nuevo modelo de lucha en el mundo entero contra los magnates del capital. Las protestas de los llamados Chalecos Amarillos (des gilets jaunes) en Francia, aquellas contra las medidas económicas de Lenin Moreno en Ecuador, las manifestaciones de Hong Kong, Chile, Uruguay o Colombia, entre otros países, demuestran el agotamiento mismo del modelo económico. Los alzamientos populares en contra de los gobiernos neoliberales y el rechazo unánime contra las políticas de los otrora alabados organismos multilaterales, llámense Banco Mundial, FMI o UE, son una prueba de ello. Ya en el anterior capítulo se mencionaron, entre otros, los movimientos sociales de la España contemporánea y las nuevas formas de anarquismo, que suponen la comprensión actual de la dialéctica entre multitud y élite poderosa.

      En tal sentido, sin lugar a duda, se puede hablar de anomia positiva sobre la base de esta peculiar lucha de clases, pues, como lo señala Dahrendorf, toda desviación de la norma, es decir, de lo establecido institucional y legalmente deviene en un motor del cambio estructural. La ola de manifestaciones contra el orden neoliberal caduco y disfuncional es el augurio de una sociedad más libre, diferente de la actual. Desde estos puntos de vista más o menos positivos de la anomia social, se puede afirmar que, en efecto, una situación de crisis puede verse como anuncio de un sistema más justo. Y, dentro de esta perspectiva, ningún campo de conocimiento podría ser más eficaz para verificar una transición que el de la literatura y aquí, la novela, espacio privilegiado donde pueden representarse “vivamente los conflictos” (tal como señaló George Lukács en su momento y confirmó Merton años después).

      Para Hardt y Negri, las formas de luchas modernas han trascendido y se han desarrollado desde que empezaron con bandas de campesinos y partisanos dispersos hasta las estructuras de redes actuales:

      De esta manera se completa nuestra genealogía de las formas modernas de resistencia y guerra civil, que pasó de las revueltas guerrilleras dispersas al modelo unificado de ejército popular, de la estructura militar centralizada al ejército guerrillero policéntrico, y finalmente, del modelo policéntrico a la estructura en red distribuida o de matriz plena. Esa es la historia que tenemos a nuestras espaldas. (Hart y Negri, 2004, p. 116)

      Este cambio en las formas de lucha puede tener su causa en una transformación más general, la de las condiciones del trabajo en el siglo XXI. Según Hardt y Negri, en el nuevo siglo la posición hegemónica en la división del trabajo la ocupa el sector que se encarga del “trabajo inmaterial”, el cual concibe dos formas principales: la primera hace referencia al trabajo intelectual o lingüístico que produce bienes como textos, imágenes, códigos, etc. La segunda, por su parte, es “trabajo afectivo”, en referencia a la labor de aquellos que, como los profesores o las azafatas, cumplen una función no solo estrictamente práctica, sino que incluye las emociones y la afectividad (por ejemplo, tratar a los alumnos con cariño o sonreír). Estas nuevas formas de trabajo inmaterial, aunque minoritarias por provenir de un sector pequeño de la sociedad que se concentra en los países centrales principalmente, se han vuelto hegemónicas debido a que “marca[n] la tendencia a las demás formas de trabajo y a la sociedad misma” (Ibídem, p. 138). Entre estas formas sobresalen los sistemas a pequeña escala y flexibles como las redes. De ahí que, las formas de lucha a su vez se transformen dado el cambio de condiciones sociales en el nuevo siglo.

      En este campo de la peculiar lucha de clases del siglo XXI, el mundo recreado en las novelas de crímenes de España ofrecen una respuesta muy interesante a los interrogantes propios de estados de anomia: ¿Existe un sistema legal absolutamente confiable o este solo es el fruto del poder de una clase o de un imperio y en tal sentido resulta lógico y aún necesario apartarse de él?, ¿apartarse puede ser entendido como un problema para el sistema o como previsión de un nuevo orden más incluyente?, ¿el responsable de los estados de anomia social es el individuo, un grupo o una comunidad incómoda frente al sistema excluyente?, ¿un sistema político puede garantizar realmente los derechos individuales?

      Las respuestas a estas cuestiones constituyen un buen campo epistemológico para hablar de soluciones no represivas a los conflictos históricos del individuo o de la comunidad. En particular, son un acercamiento al análisis de las novelas de las que aquí se habla: las que aluden a la crisis económica y aquellas que lo hacen al anarquismo. La novela de crímenes española se inserta, así, en el campo de la macrocrítica al modelo capitalista.

      La crisis de la economía en España en los primeros años del siglo XXI puede entenderse como efecto nacional de una crisis global del sistema capitalista marcada por la lucha de clases. El hecho de que el Banco Central Europeo (BCE) les haya prestado dinero a los bancos a bajos intereses (1%) y ellos invirtieran en comprar deuda pública a intereses