Capitalismo, crisis y anarquismo en la novela de crímenes del siglo XXI en España. Gustavo Forero Quintero. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Gustavo Forero Quintero
Издательство: Bookwire
Серия: Espacios
Жанр произведения: Языкознание
Год издания: 0
isbn: 9789586656320
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mágica, un enano, un pensamiento en la mente del hada o un caballero que mate dos docenas de dragones. (Ibídem, p. 84)

      La actor network theory resulta pertinente para este marco teórico precisamente por plantear una sociología en la que los actores sociales son quienes determinan lo social desde la pluralidad de sus visiones individuales, no desde un marco externo. Así, su relación con la anomia positiva es evidente, pues concibe como positivo un estado de cosas en el cual los agentes de la acción son quienes determinan individualmente las reglas, los procesos y las dinámicas sociales.

      Otra vertiente del pensamiento contemporáneo con una visión positiva de la anomia la representa el movimiento cyberpunk, cuya influencia se extiende también a la literatura. En efecto, si para la actor network theory la interacción entre humanos y objetos desempeña un papel fundamental en la creación de la vida social, para los teóricos de este movimiento el individuo vive inmerso en la tecnología: “one of the most popular means of representing this relation has been to figure the human subject as immersed in a vast and inescapably complex technological space” (Rutsky, 1999, p. 14). De este modo, los objetos tecnológicos y humanos interactúan constantemente. En realidad, los llamados cyberpunks posmodernos llevan hasta las últimas consecuencias las ventajas que las tecnologías brindan para la libertad individual, pues consideran que ellas son un medio de empoderamiento de los individuos frente a los aparatos del Estado. Así lo expresa el poeta y músico cyberpunk John Perry Barlow (1947-2018) en A Declaration of the Independence of Cyberspace: “We have no elected government nor are we likely to have one, […] you have no moral right to rule us nor do you possess any methods of enforcement we have true reason to fear” (Barlow, 1996, párr. 2). Es por ello por lo que los personajes de la literatura cyberpunk han sido considerados como imitaciones del prototipo del rebelde social:

      […] more commonly, however, the rebellious punk heroes of cyberpunk seem to derive from the largely young white male subculture of computer hacking, in which the sense of rebellion, desire for intensity, and romanization of street life, so apparent in young male drug and rock culture (including MTV) is transferred into the seemingly incongruous realm of computer and telecommunications technology. (Rutsky, 1999, p. 118)

      En el mismo campo del Punk, el escritor británico Mark Fisher (1968-2017), crítico del capitalismo mundial en función de la música y la cultura popular, autor de Capitalist Realism: Is There No Alternative?, afirma:

      What needs to be kept in mind is both that capitalism is a hyper-abstract impersonal structure and that it would be nothing without our co-operation. The most Gothic description of Capital is also the most accurate. Capital is an abstract parasite, an insatiable vampire and zombiemaker; but the living flesh it converts into dead labor is ours, and the zombies it makes are us. (2009, p. 15)

      De este modo, se puede afirmar que la relación del cyberpunk con la anomia positiva es bastante estrecha debido a su oposición frontal contra todo tipo de autoridad externa, especialmente aquella relacionada con el capital y la productividad.

      Otro aporte de gran interés es la perspectiva del abogado y sociólogo Peter Waldmann (1937) expuesta en su libro Guerra civil, terrorismo y anomia social (2007). Aunque España no entra en su análisis, que se circunscribe a Colombia y América Latina, hasta cierto punto puede servir de modelo de referencia para la teoría de la anomia positiva. En el apartado titulado “La anomia en el Tercer Mundo”, Waldmann señala que en los países latinoamericanos se observa “un control rígido en lo relacionado con el cumplimiento de normas en parte insignificantes, de un lado, y la disposición a pasar por encima de reglas importantes por motivos nimios, de otro” (2007, p. 115). Desde esta perspectiva, en un momento y contexto determinados no hay claridad respecto al valor de las normas, ni sobre su aplicación. La anomia resultante de esta contradicción social, lejos de ser un problema, beneficia a las clases dirigentes de los países, pues “las estructuras normativas inconsistentes contribuyen considerablemente a dar a los ciudadanos la sensación de estar indefensos, a merced de instancias incontrolables, dependientes del poder y de la arbitrariedad de los grupos políticos dirigentes” (Waldmann, 2007, p. 117). En pocas palabras, para Waldmann la anomia del Tercer Mundo es una consecuencia de la debilidad del Estado, de la que se aprovechan determinados grupos de poder para imponerse, por lo que el “respeto a las leyes se sustituye, en esta constelación, por la ley del más fuerte” (Ibídem, p. 109). Así, paradójicamente, el ideal de un sistema sin sanción ni obligación proclamado por los defensores de la anomia positiva es una realidad en los países en desarrollo, aunque está muy lejos de ser un medio para alcanzar un sistema justo o equitativo.

      Por su parte, además de Herejía y subversión, reseñado en la Introducción de este trabajo, algunos estudios de Jean Duvignaud (1921-2007) hacen referencia a los países que incluye en la nominación de Tercer Mundo, donde efectivamente existe, desde su punto de vista, cierta anomia positiva. Así, con ocasión de una investigación que realizó en la aldea de Shebika, en Túnez, advirtió que: “sociology (and above all the sociology of development) finds in anomy (not anomaly or abnormality) a sign indicative of a whole social crisis” (Duvignaud, 1970, p. 285). Dicha crisis, lejos de ser un obstáculo para el cambio, es una oportunidad: “The village is, without doubt, in an anomic situation, but just such situations are favourable to change” (Ibídem, p. 293). De tal modo, las comunidades cuentan con recursos originales de los que carece el gobierno central: “in them, there is a germ of imagination which is lacking in large-scale, centralized government administrations” (Ibídem, p. 293). De ahí que exista cierta “independencia social”, esto es, la capacidad de las comunidades para autogobernarse que ha sido negada por las élites dominantes:

      Shebika is a social electron, which, if it is given the tools, can create a new situation quite on its own. The political independence of the new Third World countries must be followed by social independence, which today does not exist. The elite group which won political freedom has become a petrified ruling class whose very existence broadens the gap between city and steppe. (Ibídem, p. 292)

      A diferencia de Waldmann, cuya visión de la anomia en el Tercer Mundo es bastante pesimista, Duvignaud considera esta situación como un estado de crisis que precede a la transformación social. En este sentido, Duvignaud subraya la necesidad de un sistema en el cual las decisiones se tomen a nivel comunitario y de ahí se extiendan al nivel gubernamental, tal como el sistema que defendía el anarquista francés Pierre Joseph Proudhon (1809-1865) en su obra El principio federativo [1863] (1985). De hecho, Duvignaud menciona a Proudhon, sobre quien dice:

      The spontaneous capability of small groups has not been given its true worth since Proudhon, and it is here that, today, we should seek a new way of accomplishment, beyond the illusions and errors of the various forms of state or central government control. (Duvignaud, 1970, p. 292)

      Según Duvignaud, este modelo debe extenderse al planeta entero, en contraposición a un ordenamiento basado en un marco legal externo.

      De este modo, el curso hacia una moral sin sanción ni obligación se ha seguido incentivando en un proceso de individualización propio de las sociedades democráticas. Así lo precisa el filósofo catalán Jordi Riba (2008), para quién “La anomia se justifica por el proceso de individualización que la humanidad sufre. No hay que lamentarse de tal proceso sino, por el contrario, construir una moral que tenga en cuenta tal modificación” (p. 336).

      Desde el punto de vista de este trabajo, se puede afirmar que en la actualidad la anomia positiva se expresa principalmente en una peculiar lucha de clases de la más variada índole. Aunque algunos de los teóricos mencionados han prescindido de la clase como categoría de análisis de la realidad social debido a sus eventuales limitaciones conceptuales, puede decirse que en ninguno de ellos tal categoría ha perdido completamente su vigencia. Algunos tratan de distinguirla de la noción de “estrato”, por ejemplo, de grupo o colectivo, pero no logran desdibujarla del todo de su análisis. De una u otra manera, lo que resulta evidente es que el concepto sufre una transformación para adecuarse a la realidad del nuevo siglo donde confluyen personas de variado origen o diversas circunstancias. Según Ralf Dahrendorf, en su concepción marxista, la categoría se definía de acuerdo con cuatro factores: la propiedad de los medios de producción, que genera una división entre propietarios y aquellos que no lo son; el poder político, pues