—¡Qué fuerte lo que me está contando!
—Algún día te contaré la historia que tuve con el psicólogo de Nazaret, donde todo comenzó con una tarjeta de color verde pistacho como esa que tienes entre tus manos. Una historia que se repite, aunque de manera diferente —Las palabras de Cristina eran tan alentadoras que Francisco sintió vibrar su corazón—. Lo único que puedo asegurarte es que esa terapia te salvará la vida y pasarás de la noche oscura en un gélido desierto a la arena luminosa de la playa de un paraíso.
—¡Ya estoy deseando comenzar la terapia! —exclamó Francisco con sinceridad—. ¿Y dónde se encuentra esta psicóloga… porque aquí no pone ninguna dirección?
El rostro de Cristina cambió tras una pregunta a la que no tenía respuesta. Solo sabía que tenía que entregarle la tarjeta, el resto era todo un enigma que él mismo tendría que resolver.
—No lo sé.
—¿Entonces?
—Tendrás que averiguarlo por ti mismo.
Francisco clavó los ojos en la tarjeta intentando descifrar aquel enigma infinito.
—La psicóloga de Medjugorje —leyó en voz alta—. Pero ¿qué es Medjugorje? —inquirió pensativo—. ¿Se trata de algún barrio de por aquí?
—En realidad no —negó Cristina con la cabeza—. Medjugorje es una pequeña población en Bosnia-Herzegovina.
—Usted es muy culta, conoce hasta los pueblos de los pequeños países —expuso Francisco con admiración.
—Hace unos años escribí un libro y para ello realicé una profunda investigación con el fin de seguir las huellas de Jesús de Nazaret. Fue un trabajo muy laborioso, aunque emocionante. Quise escuchar vivencias personales sobrenaturales que pudiesen darme pistas para ir encajando las piezas de un puzle tan misterioso como apasionante, lo que me permitió llegar al testimonio de la famosa escritora María Vallejo Nájera, una atea convencida que tras visitar Medjugorje tuvo una experiencia mística que le hizo convertirse al catolicismo. Una historia conmovedora de una mujer que quedó a las puertas de ganar el Premio Planeta y cuyo libro sería publicado. Según comentaba la autora, creó un personaje con el fin de desprestigiar a la Iglesia y atacarla con furia. Tras su conversión consideró que lo que había escrito era tan dañino y mezquino que decidió comprar todos los libros publicados para así destruirlos. Desde entonces solo escribe para Dios.
—Interesante historia… ¿Y qué tiene de especial ese lugar?
—No lo sé porque nunca he estado allí, pero dicen que se aparece la Virgen desde 1981.
—Ah, se han inventado un cuento de hadas para promocionar el pueblo —farfulló Francisco con cierto desdén en sus palabras.
—A mí personalmente me gustaría visitar Medjugorje. Millones de personas han visitado el lugar y solo escucho maravillas. Son muchos los que afirman haber presenciado fenómenos paranormales o incluso milagros. También he leído que hay una comunidad llamada Cenáculo formada por drogadictos que consiguen dejar las drogas y volver a vivir.
—Yo es que no creo en la Virgen ni en Dios ni en nada de esa bazofia. ¿Usted sí?
Cristina dejó que el silencio le abrazara y comenzó a rumiar el último comentario de Francisco, similar al que ella misma había pronunciado años atrás.
De repente, Cristina sintió una fuerte corazonada. ¡Ya sabía dónde se encontraba la psicóloga de Medjugorje! ¿Cómo no se había dado cuenta antes?
¡La dirección de la psicóloga estaba estampada en la propia tarjeta!
—Francisco, yo tampoco creía hasta que descubrí el camino, la verdad y la vida —acogió con respeto y comprensión las duras palabras de Francisco—. Ahora sé que tienes que ir a Medjugorje; allí te encontrarás con Miriam, la psicóloga que transformará tu vida.
—No sé… —repuso dubitativo—. ¿Y cómo llego hasta allí, en autostop?
—Yo te pagaré el billete.
—Doña Cristina, pero si no se lo voy a poder devolver en años.
—No tendrás que hacerlo si no puedes —sonrió con una mirada generosa—. Tu vida se va a transformar y, cuando eso suceda, de alguna manera devolverás esta cadena de favores que empieza aquí pero que no sabemos dónde terminará. Es hora de que te aferres al timón de tu vida y le des un nuevo rumbo. El rumbo que todo ser merece y que nace de los deseos más profundos de tu corazón. Si los entierras, te enterrarás a ti mismo. ¡No lo olvides!
—Ojalá fuese capaz, pero me resulta imposible quitarme de las garras de la droga —confesó sin pudor.
—Eres joven, inteligente, atractivo, tierno —Las palabras de Cristina acariciaban el corazón de Francisco como un manto de terciopelo—, pero te escondes tras una máscara que no te permite llegar a la esencia de tu ser. ¿No te das cuenta de que tienes toda una vida por delante y que estás tirando por la borda todos tus sueños?
—Si supiese cómo me siento…
—Sé cómo te sientes, como una mariposa que ha perdido sus alas y vive una metamorfosis inversa, atrapado en una crisálida de miedos y con tan poca autoestima que crees que solo mereces ser oruga —Francisco escuchaba cabizbajo—. Pero el ser humano no ha nacido para arrastrarse, sino para caminar e incluso correr tras esos sueños que vuelan tan alto que, en ocasiones, incluso llegamos a pensar que son imposibles de alcanzar.
—No lo podía haber descrito mejor —musitó Francisco—. Encerrado entre rejas ves cómo el tiempo transcurre y lo hace con voracidad, puesto que es capaz de corroerte hasta los dulces recuerdos de la infancia… Ya no soy persona, soy carcoma.
—La droga tiene el potencial de un ejército de termitas, capaz de devorar, no solo el cuerpo, también el alma y la voluntad. Cuando consigas liberarte de ella volverás a volar, tendrás una vida digna y serás capaz de reinsertarte en la sociedad.
—La sociedad no me ha tratado bien y nada espero de ella.
—La sociedad no está contra ti, sino contigo, aunque te parezca lo contrario. No olvides que nuestra misión es dejar huella en el corazón del prójimo, no heridas, pero el cambio tiene que nacer de ti, de tu propia voluntad, porque el tiempo pasa y no espera a nadie —Cristina se levantó y se acercó hasta uno de los carteles que colgó en la clase su primer día—. ¿Qué pone aquí?
Francisco agudizó la vista y leyó en voz alta.
—Un día despertarás y te darás cuenta de que ya no tienes más tiempo para luchar por tus sueños. El momento es ahora, ¡actúa!
—Estás postrado en una silla de ruedas imaginaria que te has construido a medida. ¡Levántate!
—Si pudiera.
—No solo puedes, sino que es tu obligación. La vida no se te regaló para verla pasar sin pena ni gloria, sino para disfrutarla a través de la misión específica que tienes para ti —expuso Cristina mientras regresaba a su asiento—. Sé que estás roto por dentro, por ello vas a necesitar ayuda y sé que la psicóloga de Medjugorje será capaz de reconstruirte como lo hizo el psicólogo de Nazaret conmigo.
Cristina cogió una cuartilla y en ella escribió una frase. La dobló cuidadosamente y se la entregó a Francisco.
—Toma, aquí tienes un mensaje especial. Léelo cuando sientas que la vida te supera.
—En ese caso es el momento de leerla —espetó Francisco en cuanto el papel tocó la yema de sus dedos.
—Perdería su magia… Lo harás cuando estés en Medjugorje. ¿De acuerdo?
—Puede contar con mi palabra.
La entrada de los alumnos del módulo seis puso fin a una conversación donde Francisco pudo sentir la magia de la comprensión a través de un rayo