Turbulencias y otras complejidades, tomo II. Carlos Eduardo Maldonado Castañeda. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Carlos Eduardo Maldonado Castañeda
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Документальная литература
Год издания: 0
isbn: 9789587391718
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civilización occidental, el Estado Islámico. (“Así paga el diablo a quien bien le sirve”, solían decir las tías y las comadronas no hace mucho tiempo). Todo el mundo occidental se solidariza con el país de la Ilustración, la Enciclopedia y la Revolución política de la burguesía. No podía ser de otro modo.

      Pues bien, vale la pena fijar la mirada en una de aquellas ventanas pequeñas para la inmensa mayoría de la sociedad. De acuerdo con una prestigiosa revista científica –Science, uno de esos íconos del saber, la ciencia y el descubrimiento–, el principal centro de investigación científica, aquel que reúne acaso a los mejores cerebros del país galo, ha decidido responder de manera creativa a los ataques y la crisis, a los peligros de securitización de la democracia y militarización de la política, dos peligros por los que se deslizan espíritus rancios y peligrosos.

      El CNRS (Centro Nacional de Investigación Científica) ha tomado una decisión –colectiva–. Se trata de pedir a científicos y académicos, a investigadores y pensadores, a filósofos y escritores luces. Luces que permitan comprender lo que está sucediendo, pero particularmente luces para entender qué puede suceder a continuación.

      La noticia se encuentra en el sitio www.sciencemag.org, y afirma que es necesario un esfuerzo interdisciplinario para comprender el momento presente. En otras palabras, la comunidad pensante entiende que el asunto no puede ni debe quedar en manos de los tomadores de decisión (decision−makers, horribile dictum), manifiestamente no únicamente en manos de comités de crisis y, por tanto, tampoco principalmente en manos de fuerzas de seguridad y agentes del Estado.

      Científicos, académicos y pensadores de toda clase deben poder contribuir a la más apasionante y difícil de las tareas de la existencia: comprender el mundo, entender las cosas y lo que acaece. Como es sabido en buena ciencia, una predicción es tan solo el valor agregado que resulta de una buena comprensión, de tal suerte que solo quien comprende bien puede alcanzar, por derivación, una cierta capacidad predictiva.

      La buena ciencia ya no predice, en contraste con la ciencia clásica, el modelo de la ciencia normal. Por el contrario, la buena ciencia de punta –como por lo demás la buena filosofía, dicho en passant–, se plantea hoy por hoy desafíos de mayor envergadura: comprender los procesos, los fenómenos, las dinámicas en curso. En tiempos en los que los ritmos se precipitan unos sobre otros, y en los que la información y los datos galopan desbocados.

      Desde luego que existen críticas hacia Francia, en muchos órdenes y con numerosas razones. No se trata aquí de tomar partido en términos de culpables y/o inocentes. El mundo se ha tornado magníficamente más complejo. Después de todo, Francia –análogamente a cualquier otro país o nación– es tan solo un gran nombre, una gran palabra.

      El comportamiento del CNRS, en cabeza de su presidente Alain Fuchs, es anodino en cualquier país del orbe. No son conocidos otros casos, ni en Estados Unidos ni en Rusia, ni en Brasil ni en la China, por mencionar tan solo, caprichosamente, algunos ejemplos conspicuos, de que el máximo órgano de ciencia e investigación convoque públicamente a los más educados y formados de los ciudadanos a participar con sus herramientas específicas: pensamiento y reflexión, crítica y análisis, síntesis e imaginación, en fin, experimentación y juego a pensar su país, y con él, lo que acontece en el mundo.

      Un verdadero ejemplo que señala, dicho sin pasiones, que la Ilustración no ha fenecido del todo, ese movimiento social e intelectual que tenía como uno de sus epítomes el llamado a que cada quien sepa y piense por sí mismo: ¡Sapere aude! (Atrévete a saber). Una idea que en tiempos de mera opinión, de adoctrinamiento e ideologías variopinto suena de lo que fue también en su momento: un grito de rebeldía y revolución, un gesto de autonomía e independencia de criterio propio.

      ¿Alain Fuchs? Un gran desconocido para el gran público. Químico experto en simulaciones moleculares. Al fin y al cabo, hay que decirlo, la química es en el mundo actual la más social de todas las ciencias sociales; si no, basta con mirar, literalmente alrededor nuestro: desde la mesa en que comemos o escribimos hasta las paredes que nos rodean y mucho más allá. Y la simulación: esa forma particular de hacer ciencia en el siglo XXI, y que supera con mucho a la ciencia normal. La simulación (¡que ni siquiera el modelamiento!), esa expresión tecnológica de aquella condición sin la cual absolutamente nadie puede llamarse a sí mismo investigador ni científico en el mundo actual, a saber: la capacidad para llevar a cabo experimentos mentales y jugar con la imaginación.

      Sin eufemismos: la imaginación, la más exigua de todas las herramientas sociales y culturales en tiempos de zozobra. Pero, al mismo tiempo, la más vital de las formas de pensamiento de un sistema vivo.

      Está claramente identificado: una de las razones –causas– de la crisis sistémica (crisis del medioambiente, crisis financiera, crisis social, etc.), es el hiperconsumo. El cual consiste, para decirlo de manera puntual en una dúplice característica. Del lado de los productores, la producción deliberada y estratégica de productos de ciclo corto de duración. Y del lado de los consumidores, en el consumo como forma de vida, estándar de vida y estilo de vida; tres cosas diferentes que, en este caso, coinciden y se refuerzan. Ambas características conforman la esencia del capitalismo; o el sistema de libre mercado. Aunque ellas no agotan, en manera alguna, los fundamentos, alcances y fines del capitalismo.

      En una semblanza apocalíptica, debemos identificar a los cuatro demonios (jinetes) del hiperconsumo. Estos son:

       La publicidad. En realidad, la publicidad y la propaganda bombardean permanentemente, notablemente a través de los grandes canales y medios de comunicación y en todas sus formas, la necesidad de consumir –adquirir, poseer, exhibir– los productos anunciados. Productos o servicios; espacios o experiencias. Desde un producto determinado hasta un viaje o sistema de vacaciones y demás. Aun cuando los especialistas lo niegan a puño cerrado, la publicidad y la propaganda consiste en la creación de necesidades. Y estas apuntan hacia y se fundamentan en la idea fundamental del capitalismo: el crecimiento de la economía como el crecimiento mismo del consumo.

       El diseño industrial. El diseño industrial –que nace a mediados del siglo XX, pero precedido desde algunos desarrollos de finales del siglo XIX– constituye uno de los pilares del sistema de libre mercado. El diseño industrial precede y funda, al mismo tiempo, a otros tipos de diseño: gráfico, textil, arquitectónico, de moda, y otros. Dicho de manera franca y directa, el diseño conduce hacia la apariencia, acabado, “bonitura” y atracción formal del producto, el servicio o la experiencia. Son numerosos los productos que son líderes en el mercado simple y llanamente por su diseño. El diseño industrial contribuye activamente a la creación de necesidades a partir de la pura representación externa del producto.

       El mercadeo. Uno de los fundamentos del capitalismo es el mercadeo (o marketing), en todas sus expresiones y variantes. Y este se ha venido desarrollando en términos de segmentación y especialización de sectores de la población. Literalmente crea estilos de vida, estéticas, comportamientos, valores y expectativas orientadas todas hacia el consumo activo y al crecimiento de la economía. No es posible ninguna empresa en el capitalismo que no esté sólidamente fundada en campañas de mercadeo, imagen, fidelización del cliente y demás.

       El sistema de crédito. El sistema de crédito es el resultado del sistema de reproducción ampliada que caracteriza al capitalismo, y cuyo estilo de vida está volcado hacia la producción de deseos y promesas, sostenidos y garantizados por el sistema de crédito. Ya sea en la forma de las tarjetas de crédito o en el sistema del “pague ahora y lleve después”, el sistema de crédito es una de las caras de la moneda cuya contracara es el sistema de riesgo, uno de los pilares del capitalismo financiero. El sistema de crédito es, literalmente y sin exageraciones, venderle su alma al demonio: la cosa comprada se paga varias veces más por encima de su valor real, y los intereses de pago desbordan con mucho el valor efectivo de la cosa adquirida.

      Pues bien, estos cuatro demonios conforman un solo cuerpo, una hidra