Tirza. Arnon Grunberg. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Arnon Grunberg
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Языкознание
Год издания: 0
isbn: 9786079321970
Скачать книгу
p> ELEFANTA EDITORIAL

      TIRZA

       COLECCIÓN EUROPA

       TIRZA

      TÍTULO DE LA EDICIÓN ORIGINAL

       TIRZA

      2006 by Arnon Grunberg

      First published in 2006 by Nijgh & Van Ditmar, Amsterdam

      Este libro fue publicado con el apoyo

      de la Fundación neerlandesa de letras.

image

      Primera edición, 2020

      D.R. © 2006, Arnon Grunberg

      D.R. © 2020 Catalina Ginard Féron, por la traducción

      Director de la colección: Emiliano Becerril Silva

      Diseño de portada: Irasema Fernández

      Formación: Lucero Vázquez

      D.R. © 2020, Elefanta del Sur, S.A. de C.V.

      Tamaulipas 104 interior 3,

      Col. Hipódromo de la Condesa

      C.P. 06170, Ciudad de México

       [email protected]

       www.elefantaeditorial.com

      image @ElefantaEditor

      image elefanta_editorial

      ISBN LIBRO IMPRESO: 978-607-9321-96-3

      ISBN EBOOK: 978-607-9321-97-0

      Todos los Derechos Reservados. Queda prohibida la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, la fotoco pia o la grabación, sin la previa autorización por escrito de los editores.

      TIRZA

      ARNON GRUNBERG

      TRADUCCIÓN: CATALINA GINARD FÉRON

      Una pareja es una conspiración en busca de un crimen.

      El sexo suele ser lo más parecido que encuentra.

       Adam Phillips

      ÍNDICE

       I. El alquiler

       II. El sacrificio

       III. El desierto

I. EL ALQUILER

      1

      JÖRGEN HOFMEESTER ESTÁ EN LA COCINA CORTANDO atún para la fiesta. Con la mano izquierda sujeta el pescado crudo. Maneja el cuchillo tal como aprendió en el curso «Cómo hacer sushi y sashimi en casa», al que asistió con su esposa hace cinco años. El secreto está en no aplicar demasiada presión.

      La puerta de la cocina está entreabierta. Tal como esperaba Tirza, hace calor. Ella lleva unos días siguiendo de cerca las previsiones meteorológicas, como si el éxito de su fiesta dependiera del tiempo.

      Dentro de un rato, los invitados ocuparán el jardín. Pisotearán algunas plantas. Algunos jóvenes se sentarán en la pequeña escalera de madera que lleva al salón, otros se instalarán en las cuatro sillas de jardín que Hofmeester compró cuando se mudaron a esta casa. Y seguro que los habrá que ocupen el pequeño cobertizo donde, después de otras fiestas, Hofmeester ha encontrado botellas de cerveza vacías y copas de vino medio llenas junto al cortacésped, o botellas de bebidas de nombres exóticos alrededor de la motosierra con la que él poda el manzano en primavera y otoño. Una bolsa de patatas fritas que alguien olvidó abrir y que él se comió distraído una mañana.

      Tirza ha dado otras fiestas, pero esta noche es diferente. Las fiestas, al igual que las vidas, pueden ser un fracaso o un éxito. Aunque Tirza no lo haya dicho, Hofmeester sabe que esta noche es decisiva. Tirza, la menor de sus hijas, es la que ha salido mejor. De hecho, ha salido estupendamente, tanto por dentro como por fuera.

      Hofmeester se ha arremangado la camisa. Y para protegerla contra las manchas, se ha puesto un delantal que compró tiempo atrás como regalo para el día de la madre. Tiene un aspecto más masculino de lo habitual. Hace seis días que no se afeita. No ha tenido tiempo de hacerlo. Justo después de despertarse le han asaltado ideas que nunca había tenido, al menos no en esa medida: planes, recuerdos de las niñas cuando apenas gateaban, ideas que le parecieron brillantes a aquellas horas de la mañana. Ya se afeitará más tarde. Quiere resultar presentable y encantador. Y así lo verán los invitados a la fiesta: como un hombre que no ha vivido en vano.

      Él se paseará ofreciéndoles sushi y sashimi, presentados como corresponde sobre una bandeja comprada especialmente para la ocasión en una tienda japonesa. Entablará una conversación con este o aquel, y como quien no quiere la cosa, dirá: «Prueba el sashimi de calamar». Hofmeester es lo que se llama un padre abnegado. Ese es el secreto de la paternidad: olvidarse de uno mismo por el bien de los hijos. El amor de padre es un sacrificio que se hace en silencio. Todo amor es sacrificio. Pero nadie lo notará. A él no se le nota nada. Unos lo felicitarán por las impresionantes notas de Tirza, algún profesor que haya sido invitado le preguntará qué hará ahora Tirza, y él contestará, bandeja en mano: «Primero viajará durante un tiempo. A Namibia. Sudáfrica. Botsuana. Después regresará para estudiar». Será un excelente anfitrión, uno con seis pares de ojos. No se limitará a ofrecerles comida y bebida a los invitados, sino que vigilará de cerca a los solitarios y a los abandonados. Hofmeester se asegurará de entretener a aquellos que no tienen a nadie más con quien hablar que la propia copa o un sushi. Ofrecerá su compañía a los invitados tímidos. Y habrá baile, también habrá baile.

      Hofmeester hunde la mano en un cubo lleno de arroz tibio, amasa el arroz y mientras lo hace observa el marco de la puerta de la cocina como si nunca hubiese trabajado en esta encimera. Ve la pintura que se desconcha, una mancha en el papel pintado junto al marco donde fue a dar un zapato que Tirza le lanzó a la cabeza. Antes, ella le había gritado «cretino». O fue después, él ya no se acuerda. Fue una suerte que la ventana no se rompiera.

      Hofmeester mira el arroz que tiene en la mano. Los japoneses lo hacen mejor. El sushi de Hofmeester es amorfo. Se asombra de la entrega con la que lo amasa, del mismo modo que se asombra de las locuras de su pasado. El tipo de locura que no causa muchos estragos.

      Vuelve a echar un vistazo a la pintura desconchada que le recuerda a su propia piel. Le recetaron una pomada para eso, pero lleva días sin ponérsela por falta de tiempo. Con el arroz en la mano, empieza a pensar en vender esta casa, su casa. Primero no se toma en serio la idea, le da vueltas como a esos asuntos que de todas formas no se harán realidad. Por ejemplo, criogenizarse después de muerto y despertarse cien años más tarde. Sin embargo, el convencimiento crece lentamente. Ahora es el momento. ¿Cuánto tiempo tiene que esperar aún, y a qué?

      En otros tiempos habría rechazado de inmediato semejantes planes. Su casa era su orgullo y el manzano que había plantado con sus propias manos, su tercer hijo. Bien es cierto que ya se le había pasado por la cabeza la idea de deshacerse de la casa y del manzano si el agua le llegaba al cuello, pero no podía hacerlo. Era algo imposible, algo contranatural. ¿Adónde se iría con su familia? Además, el manzano no podía moverse del sitio. Él estaba atado a la casa, estaba atado a todo. Y cuando