Historia de los abuelos que no tuve. Ivan Jablonka. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Ivan Jablonka
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Философия
Год издания: 0
isbn: 9789875994478
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El muchacho lo niega todo, pero en el forro de su abrigo y en sus manos los policías descubren la pintura roja utilizada para la fabricación de las banderolas. Asimismo, los interrogatorios revelan que la KZMP de Parczew cuenta con 120 simpatizantes, que está dirigida por un talabartero de 25 años, que la organización ha infiltrado el Sindicato de los Oficios del Cuero y depende del comité regional del Partido en Siedlce, donde una imprenta clandestina fabrica panfletos, afiches y periódicos.14 En cuanto a la célula del KPP propiamente dicha, está dirigida por un vendedor de 28 años, Mayer Rapoport (futuro marido de Henya), y por un comerciante de 39 años, Jojna Feder (¿hermano desconocido de mi abuela?).15

      Los sionistas descarrían al proletariado judío, lo cual explica por qué los comunistas les reservan sus “acciones terroristas”. En Parczew, como en otros sitios, esas agresiones son moneda corriente. El Yizker Bukh cuenta que sionistas y comunistas se matan en las bodas para decidir a qué causa irá a parar la subasta del pastel de la novia: ¿compra de tierras en Palestina o presos políticos? A falta de invectivas, se llega a una solución de compromiso, mitad y mitad. Pero las querellas no siempre se arreglan de común acuerdo. En 1930, durante la fiesta de Lag Ba Omer, un grupo de sionistas es atacado con garrotazos, limas y botellas de arena por un grupo de “sindicalistas” al cual quizá ya pertenecían Mates, Hershl, Henya y los demás (Gottesdiner-Rabinovitch, 1977; Zahav, 1977: 112).

      El hecho de pasar del “idioma judío”, el ídish, que el oficial infiltrado entre la muchedumbre no comprende, al polaco, textualmente citado en el informe, brinda una información importante: el orador es bilingüe, pero arenga principalmente en ídish. Como Lenin estaba convencido de que los judíos no formaban una nacionalidad, y como el KPP es una organización centralizada en la cual los individuos no gozan de autonomía alguna, el movimiento comunista polaco sólo puede expresarse en polaco. Pero la calle judía tiene tal potencial, constituye tal semillero revolucionario, que en ciertos casos es aceptable hacer propaganda en ídish (Traverso, 1990: 145-147; Mishkinsky, 1989). Flexibilidad dentro de la rigidez. A partir de entonces, el KPP puede operar en los entornos judíos, y esa acción en el terreno incumbe a comités locales coordinados por una oficina central judía. En 1931, por ejemplo, el Comité Central se inquieta por la debilidad del Partido ante la pequeña burguesía judía y las masas empobrecidas, de modo que la oficina central judía recibe la orden de redoblar esfuerzos denunciando el cierre de escuelas judías, los pogromos, etc. (Weinstock, 1986: 105-110). En su calidad de comunista, Mates es hostil a las aspiraciones nacionales judías, sin embargo, tiene apego por su idioma materno y permanece cerca de las masas a quienes se dirige.

      Detrás de la chatura burocrática del informe, se adivinan cuarenta jóvenes rabiosos, entre los cuales acaso figuren Idesa, Hershl, Henya, Mayer Rapoport, Icek Sznajder, Abram Fiszman y Malka Milechsberg, una pequeña asamblea que vibra al oír al orador. ¿Qué dice Mates? Sus palabras han echado vuelo. Quizá dice que estamos en el crepúsculo de la civilización capitalista; que los especuladores alemanes y su jefe de bando, Hitler, preparan la guerra; que las huelgas estallan en toda Europa y Estados Unidos; que la Unión Soviética es el único país del mundo donde no hay ni crisis ni desempleo; que ahí ya no hay divisiones nacionales ni antisemitismo, ni aprovechadores; que todos pueden comer hasta saciarse; que el analfabetismo está por desaparecer; que el Plan Quinquenal arroja un crecimiento del 20% anual; que explota la producción de hulla, electricidad, petróleo, acero, tractores, locomotoras, cereales; que la Unión Soviética es una fortaleza que no sólo hay que defender sino visitar, cueste lo que cueste. Tal vez agrega que los camaradas se están muriendo de frío en la fortaleza de Brisk, pero que el fascista Pilsudski jamás podrá impedir la Revolución. La asamblea no aplaude, prefiere la discreción, pero los mentones aprueban, los ojos brillan. Y el joven líder ejecuta la estocada final en polaco –certeza del archivo: “¡Abajo el gobierno! ¡Abajo los tribunales excepcionales! ¡Viva el comunismo!”–.