16 AE (Radzy´n Podlaski), Archivo Comunal de Parczew, 75, demandas de restitución por parte de los judíos.
17 Omer Bartov brinda numerosos ejemplos relativos a las regiones de Galitzia y Bucovina, con fotos ilustrativas; así, vemos el antiguo cementerio judío de Kuty invadido de yuyos que las cabras se acercan a comer (Bartov, 2007: 97, 110). Después de la guerra, la administración polaca avala la transformación de los lugares de culto judíos, “siempre y cuando, no obstante, el edificio no sea utilizado para fines incompatibles con su carácter antiguamente religioso (cine, sala de danza o sala de espectáculos)”. Asimismo, en la región de Wlodawa, la administración se enfrenta con el jefe de distrito, que desea transformar una sinagoga en cine (Gross, 2010: 89); así sucedió en Parczew.
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Revolucionarios profesionales
Parczew, un sábado de 1914. La juventud judía en su conjunto se ha reunido en un gran prado para pensar en cómo organizar una visita del gran escritor de idioma ídish, Sholem Aleykhem, que entonces estaba de gira por Polonia. A pesar de las divergencias políticas “los hijos de buena familia se inclinan por el sionismo, la juventud obrera es de tendencia socialista”, después de múltiples discursos entusiastas, se decide por unanimidad que dos camaradas vayan a Lublin a requerir respetuosamente la presencia del ídolo. Para financiar la escapada, todos los participantes aportan a razón de un rublo por persona. Unas semanas después, al enterarse de que Sholem Aleykhem declina la invitación por razones de salud (en 1916, su entierro en Nueva York será seguido por una muchedumbre de 100.000 personas), la juventud de Parczew estalla en indignadas protestas. Una vez vuelta la calma, los hijos de burgueses recuperan su rublo, pero el “barrio del zapatero” decide destinar el dinero a la compra de libros, inicios de la biblioteca trilingüe en ídish, hebreo y polaco, que verá la luz unos meses más tarde, en el domicilio de Motel Polusetski, encuadernador y uno de los emisarios enviados a Lublin (Polusetski, 1977: 82-86).
Después de la Gran Guerra, la sed de conocimiento muta en efervescencia política. Al regresar de su cautiverio en 1918, Israel Issar Goldwasser, uno de los primeros comunistas de Parczew, crea clases vespertinas de ídish, se hace cargo del círculo de arte dramático, dinamiza la puesta en escena, propone obras del repertorio reciente (Gottesdiner-Rabinovitch, 1977: 29-38 ). Los clubes deportivos Hapoel (“el obrero”, en hebreo) y Maccabi (judíos que resistieron a los seléucidas en el siglo ii antes de la Era Común) organizan partidos de fútbol, bailes, espectáculos, conferencias. Basta de ese judío debilucho, arqueado sobre el Talmud, incapaz de levantar un martillo y de cruzar el Piwonia a nado: ¡hay que crear al hombre nuevo! Parczew tiene el honor de recibir a ponentes de toda índole, a oradores de distintos horizontes. Se forman círculos de lectura. La biblioteca se agranda, se convierte en un centro asociativo donde se lee, se canta, se declaman poemas, se devoran los diarios de Varsovia, se discute de todo, de religión y ateísmo, de poesía y teatro, de revolución y Palestina, de ídish y hebreo, pero también de crédito popular, política extranjera, milicias de autodefensa (Polusetski, 1977). ¡Hay que reinventar todo!
Los partidos judíos se multiplican. El Bund, que encabeza decenas de organizaciones, movimientos de juventud, sindicatos, clubes de amigos, clubes deportivos y periódicos, defiende el proletariado aliando cultura ídish y lucha de clases. También está la nebulosa sionista, desparramada en partidos y corrientes por encima de su deseo federativo, la autonomía de la nación judía. Estas últimas reproducen en miniatura casi todo el espectro político: sionistas generales, que defienden los derechos de los judíos en la misma Polonia, obreros religiosos del Poale Mizrahi, socialistas del Poale Tsion de derecha, marxistas del Poale Tsion de izquierda, muy influyentes en la intelligentsia, jóvenes pioneros, y también sionistas de derecha, llamados “revisionistas”, partidarios de una emigración a Palestina. Hasta los ortodoxos tienen su partido, Agudat Israel, guardián de las tradiciones y aliado a Pilsudski a cambio de una mayor autonomía religiosa (Ertel, 1982: 146 y sigs.). En Parczew, entre los judíos, son ellos quienes dominan: controlan la kehilla, el órgano de la comunidad, y en las elecciones municipales de 1929 se hacen con 9 de las 20 bancas en un año (Horoch y otros, 2001: 218). “Cada uno creía en algo y, a su manera, aspiraba a un mundo mejor”, escribe Faiwel Schrager (1979: 19), entonces socialista sionista, nacido en una familia de ocho hijos en un rincón de la provincia de Grodno.
Por su parte, mis abuelos son comunistas. Luchan por construir una sociedad sin clases, liberada de la explotación, la miseria, la opresión, la religión, el antisemitismo, la guerra, el nacionalismo, incluido el sionismo. Un mundo nuevo pronto se erigirá sobre las ruinas del anterior, los hombres ya no pasarán su tiempo sufriendo y haciéndose sufrir: no es un dulce sueño, es una certeza, el sentido de la Historia. Simje, Reizl, Mates, Hershl, Henya, todos los hermanos son comunistas. Mi padre ya lo sabe en el momento en que entablo mi investigación, e incluso afirma que sus padres son condenados a cinco años de prisión por haber pintarrajeado las paredes con eslóganes antigubernamentales. Verificar esos dichos, comparar la trayectoria de mi abuelo con la de mi abuela, comprender las razones de su compromiso y de su encarcelación son mis objetivos cuando vuelo a Polonia en mayo de 2009, dos años después de haber contactado a diversos depósitos de archivos. Antes de dirigirnos a Parczew, Audrey y yo protagonizamos un hermoso hallazgo en el Archivo de Estado de Lublin: la serie casi completa de los informes “sociopolíticos” de la administración de Lublin en el período de entreguerras, que dan cuenta de la actividad de los judíos, las minorías, los comunistas y todos aquellos que pudieran amenazar al incipiente Estado. La colección incluye decenas de informes de policía confidenciales sobre el “movimiento subversivo y sindicalista” en el distrito de Wlodawa, donde se encuentra Parczew.1 La mención del juicio de Mates Jablonka, en 1934, me fascina de un modo extraño.
Un año después del triunfo de la Revolución Bolchevique en Rusia, Polonia recobra su independencia. El Partido Comunista Polaco (KPP) nace en 1918 de la fusión entre el ala izquierda del Partido Socialista Polaco, favorable a la independencia nacional, y el Partido Socialdemócrata de Rosa Luxemburgo, de inspiración revolucionaria e internacionalista; al año siguiente, el KPP se une al Komintern2. En Parczew, la noticia de la Revolución de Octubre se filtra “a través de obreros venidos de Varsovia, ‘muchachas instruidas’ y jóvenes versados en literatura rusa” (Tendlarz-Shatzki, 1977: 285-287). Se constituye un núcleo de activistas en torno a Israel Issar Goldwasser, el director de teatro. En 1919, nuevo episodio de la guerra ruso-polaca, los tanques bolcheviques entran en Parczew. Creyendo que había llegado la hora de la revolución, la hija del rabino Epstein crea el Revkom, comité revolucionario encargado de acoger al Ejército Rojo, y exhorta a la juventud a tomar posesión de la farmacia y otros negocios (Gottesdiner-Rabinovitch, 1977; Horoch y otros, 2001: 212). Misma situación en Varsovia: mientras que el Ejército Rojo se aproxima, los comunistas inician huelgas para facilitarles la tarea a los soldados de la revolución e impedir que las clases pudientes polacas, apoyadas por Francia, extingan la gran luz del Este. El avance soviético es frenado en seco por el “milagro del Vístula”, en agosto de 1920, que salva la independencia de Polonia. Finalmente, Pilsudski consigue mover la frontera 200 kilómetros hacia el este, anexando una parte de Ucrania y Bielorrusia, a expensas de los soviets (Beauvois, 1995: 296 y sigs.; Lukowski y Zawadzki, 2010: 254 y sigs.).3
En Parczew, como en el resto del país, el KPP recluta durante toda la década de 1920. Tras la fallida iniciativa de la hija del rabino Epstein, en 1922 el movimiento se estructura con la creación de células sindicales de los obreros del cuero y la confección. Ese mismo año, primera huelga de los curtidores; luego será el turno de los obreros de la destilería (Horoch y otros, 2001: 213-214). Este comunismo de shtetl puede sorprender: contrariamente a Lodz, el gran distrito obrero, Parczew no cuenta con ninguna fábrica, y el capital no se acumula demasiado. Pero