El 13 de enero de 1935, Idesa encomienda dos afiches a Hershl Mendel Szlakow y otro a Szapsel Rojzman, quienes tienen por misión pegarlos durante la noche. El acta de acusación continúa con la declaración de un agente de policía: “El 14 de enero de 1935, en Parczew, distrito de Wlodawa, el policía Niziolka, caminando por el Rynek, vio en las paredes de la tienda Hippolyte Wasik un afiche comunista que llevaba el membrete de la KZMP y estaba dirigido a la juventud campesina de la región de Siedlce y alrededores. [...] Al seguir su camino por la calle 11 de Noviembre, el mencionado policía Niziolka vio en las paredes del cuartel de bomberos otro afiche de idéntico contenido”. Gracias a la información brindada por algún informante (los padres de Colette sospechan de los “provocadores”, esos falsos militantes que se infiltran para denunciarlos), la policía orienta la investigación hacia Idesa. En el transcurso del allanamiento, se secuestran todos los afiches, así como los panfletos y los folletos. El policía también descubre, “en la tienda, sobre los estantes, dos cuadernos hechos a mano con papel verde espeso, encuadernados a máquina y numerados del 17 al 31 y del 47 al 60. En cada página, hay un sello redondo y una inscripción con tinta al pie de página”. ¿Para qué sirve todo esto? Misterio. Idesa es arrestada de inmediato.
Llega el 18 de junio de 1935. El juicio de Idesa, de 21 años de edad, hija de Moyshe Feder y Ruchla Korenbaum, se abre delante del Tribunal Regional de Lublin, en sesión itinerante en Parczew y compuesto por tres magistrados. Los testigos, entre los cuales figura Niziolka, desfilan por la barandilla. En un paradójico elogio, el agente de policía Masiukiewicz declara que la acusada, technik de la KZMP, es una de las militantes más destacadas de Parczew. La joven retruca que jamás perteneció a ningún movimiento político y que no sabe de dónde provienen los carteles. Uno de los jueces se toma la molestia de refutar su protesta de inocencia: “La afirmación de la acusada Idesa Feder, según la cual esos afiches habrían sido colocados en su casa a sus espaldas, no se corresponde con la realidad. El hecho de que todo el mundo tuviera acceso al vestíbulo, como afirmaron los testigos Wertman, Bawnik y Ruchla Feder, no vulnera las conclusiones precedentes, puesto que es difícil creer que, en casa de una militante comunista bien conocida y vigilada por la policía, un camarada hubiera dejado documentos sin que ella estuviera al corriente”. Reconocida culpable de “crimen contra el Estado” en virtud de los artículos 93 a 97 del Código Penal, Idesa es condenada a cinco años de cárcel y a la pérdida de sus derechos cívicos, así como a una multa de 320 zlotys. Sólo en razón de su corta edad y de la ausencia de antecedentes, el tribunal acepta moderar su veredicto.31 Mates e Idesa, Hershl y Henya, pero también Icek Sznajder, condenado a seis años de prisión en febrero de 1933, y Abram Fiszman, condenado a trece meses, se unirán a otros 17.000 presos políticos existentes en Polonia. Una vida hecha trizas por haber colgado banderolas o por haber almacenado afiches: si doy libre curso a mi empatía, diría que son víctimas de la joven república autoritaria y antisocial, de su Código Penal expresamente tallado para triturar a los opositores, de los tribunales excepcionales denunciados con justicia por las pancartas de la KZMP porque exudan abuso de poder, represión. Diría: vaya triste deriva la del Pilsudski, revolucionario condenado a cinco años de trabajos forzosos en su juventud, líder socialista, padre de la independencia, pero más cómodo en su traje de dictador cubierto de medallas. En enero de 1934, antes que trabar alianza con la Unión Soviética, Pilsudski firma un pacto de no agresión con la Alemania hitleriana; en junio, abre un campo en Bereza Kartuska para internar allí a comunistas y nacionalistas ucranianos. Pero desde otro punto de vista, uno también podría decir que esas condenas permiten luchar eficazmente contra unos jóvenes insensatos, cuyo objetivo es dar en feudo la Polonia pluralista a la Unión Soviética de Stalin.
Ergo, la cárcel. Idesa festejará allí sus 22 años, una semana después de la victoria del Frente Popular en Francia.
Las prisiones polacas son un lugar de sufrimiento, sufrimiento inherente a la pena –privación de la libertad, ausencia de higiene, falta de intimidad–, pero también, y sobre todo, sufrimiento infligido. Para demoler psicológicamente a los detenidos, la administración los transfiere sin cesar, y lo más lejos posible de sus familias. Como la tía Reizl cuenta a mi padre en el geriátrico donde la anciana termina apaciblemente sus días, Mates primero es detenido en Lublin y luego es llevado a la otra punta del país. Por lo tanto, ella no puede ir a visitarlo y se marcha a la Argentina sin despedirse (o más bien, despedirlo). El expediente nos informa que Mates conoce otros cuatro establecimientos: de Parczew lo mutan a Lublin, luego a Wronki, a 650 kilómetros de Parczew, y por último a Sieradz, a 350 kilómetros de Parczew.
En el expediente, también figura la petición que mi abuelo dirige el 18 de agosto de 1936, desde Sieradz, al fiscal de la Cámara de Apelaciones de Poznan: “Hace dos meses que he llegado a esta cárcel y, desde entonces, he comprobado la degradación continua del régimen alimentario. Para el almuerzo y la cena, por lo general no recibo más que un litro de sopa particularmente acuosa. Los otros días, la comida ni siquiera incluye un litro, pues se compone de medio litro de sopa acuosa y alrededor de un cuarto litro de papas crudas. El pan, a menudo mal cocido y con arena en su interior, provoca descomposturas estomacales. El mes pasado, durante dos semanas seguidas, no se nos dio arenque y, durante seis semanas, dejaron de servirnos el domingo la porción de carne que antes recibía cada dos semanas. Recibo agua de manera irregular, no más de 3 a 4 veces por semana y, encima, en cantidades mínimas, de un litro a un litro y medio para [ilegible] personas. Esta degradación real de la alimentación penitenciaria me ha provocado últimamente una sensación de mareo. Hace tres meses, a raíz de una decisión de la administración, se introdujeron rejas para las visitas. En la medida en que la venida de un miembro de mi familia implica un importante gasto de dinero y dificultades que no vale la pena soportar, la decisión de colocar esa reja y que las visitas sean a distancia me priva, de hecho, de la posibilidad de ver a mi familia”32.
¿Mates exagera para llamar la atención del fiscal o, al contrario, soporta otros tormentos que su expediente judicial y su petición callan? En sus memorias, todos los presos políticos polacos dejan constancia de violencia, tanto en el momento de la detención como detrás de los barrotes. A mediados de los años veinte, Hersh Mendel, responsable de la oficina central judía del KPP y miembro del Comité Militar Revolucionario, es apresado en Grodno. El arroz y la cebada están plagados de gusanos y, debajo de la corteza calcinada, la masa del pan está cruda. Algunos presos procedentes de Bialystok cuentan que los guardiacárceles quisieron forzarlos a violar a sus camaradas maniatadas y desnudas en el suelo. Y Hersh Mendel confirma: “Efectivamente, las camaradas que se unieron a nosotros en la cárcel estaban en un estado psicológico espantoso. De la sección de mujeres, nos informaron que no podían salir de su estado depresivo” (Mendel, 1982: 255). En junio de 1933, en Debowa Kloda, muy cerca de Parczew, detienen a Gitla Leszcz, una joven comunista judía. La policía había descubierto unos panfletos que estaban escondidos en un fardo al lado de la casa. “Cuando vinieron a agarrarme, los agentes me obligaron a caminar el trayecto de Debowa a Pinsk y fui golpeada e insultada en todas las comisarías donde parábamos. Llegué a Kowel completamente exhausta, con los pies ensangrentados, pues había caminado descalza. Fue en la cárcel de Kowel donde comenzaron las verdaderas torturas: me arrancaron las uñas de algunos dedos de ambas manos, lo cual aún hoy se nota. También me pusieron en las piernas un tizón ardiente. Las torturas duraron tres días y tres noches. Me infligían tablazos en la espalda, para que no quedaran huellas, hasta el momento en que me salía sangre de la nariz, la boca y las orejas”33. Es verosímil sostener que Idesa corre igual suerte.