La utopía de Jesús. Rubén Dri. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Rubén Dri
Издательство: Bookwire
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Жанр произведения: Философия
Год издания: 0
isbn: 9789876911559
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la suprema autoridad policial; los jefes de las secciones semanales (veinticuatro de ellos), los cuales conformaban un colegio autónomo; los guardianes, de los cuales cuatro eran levitas jefes, y los tesoreros, que eran tres.

      El sacerdocio se transmitía por herencia. “Según la concepción histórica del judaísmo contemporáneo de Jesús, la familia sacerdotal sadoquista –nombre que viene de Sadoc, sumo sacerdote que actuó bajo Salomón y David– había proporcionado, desde Aarón, los sumos sacerdotes de Israel, los cuales se sucedieron sin interrupción.”[44] Pero esta sucesión se rompe en tiempos de Antíoco IV Epífanes, el cual en el 175 reemplaza a Onías II, el último sacerdote sadoquista legítimo, por Jesús, que toma el nombre helénico de Jasón, y luego sustituye a éste por Menelao, quien hace asesinar a Onías II. El hijo de éste, Onías III, toma las armas para luchar contra Antíoco IV Epífanes pero finalmente derrotado, a pesar de haber logrado tomar Jerusalén, se retira a Egipto, donde construye el templo de Leontópolis.

      La persecución a que el rey Antíoco somete a los judíos hace que éstos, liderados por los macabeos, se subleven y emprendan las luchas de liberación. En el 152, Jonatán, de la familia de los Asmoneos –macabeos– asume el sumo sacerdocio, que queda en su familia hasta el 37, año en el que Herodes se apodera de Jerusalén. En el 35 Herodes asesina al último sacerdote asmoneo, Aristóbulo, y a todos sus parientes, quedando en sus manos el poder de nombrar y destituir a los sumos sacerdotes a placer.

      A partir de entonces las familias sacerdotales se dividen en legítimas e ilegítimas. “Las familias legítimas eran únicamente las sadoquitas, que prestaban sus servicios en el templo de Onías, en Leontópolis, y las familias procedentes de esta rama directora, y las ilegítimas eran aquellas familias de cuyo seno el azar o la política, a partir del 37 a. de C., había elevado a uno o a varios miembros a la suprema dignidad religiosa.”[45] Cuando los zelotes se apoderen del templo, en el 65 d. de C., introducirán el procedimiento de elegir al sumo sacerdote por sorteo.

      La política de esta nueva aristocracia sacerdotal, que es la que estaba en el poder en la época de Jesús, se basaba en la fuerza y la intriga, que “le permitía obtener las principales funciones del templo, y tener en sus manos los impuestos y fondos del mismo”.[46] Quedaban en sus manos “no sólo el templo, el culto, la jurisdicción sobre los sacerdotes, un número considerable de asientos en la asamblea suprema, el Sanedrín, sino también la dirección política de la asamblea del pueblo”.[47]

      Junto con la nobleza sacerdotal destaca la nobleza laica, cuyos representantes formaban parte del Sanedrín. Son nombrados en los Evangelios con la denominación de ancianos. El Sanedrín se componía de setenta y un miembros distribuidos entre los sacerdotes jefes, los escribas y los ancianos. Estos últimos eran los representantes de las principales familias no sacerdotales que compartían el poder junto con las familias que formaban la nobleza sacerdotal. Eran familias de terratenientes. En la nobleza laica incluimos a la corte de Herodes, que en la época de Jesús tiene su residencia en Tiberíades, Galilea.

      En el bloque dominante de la época de Jesús debemos colocar también a los escribas, quienes provenían de todos los estratos sociales y constituían una nueva clase social en ascenso, cuyo poder fincaba fundamentalmente en el saber. Es el momento en que comienzan a aparecer las profesiones académicas, y gran número de puestos, antes ocupados por miembros de la aristocracia sacerdotal o laica, pasan a manos de los escribas.

      El bloque dominado estaba constituido por los jornaleros agrícolas que trabajaban en los latifundios de la nobleza laica y sacerdotal; los pequeños propietarios campesinos que vivían penosamente del producto de su trabajo; los esclavos, cuyo número no era significativo para la producción que corría por cuenta fundamentalmente de los campesinos, cuyas comunidades estaban en crisis debido, en gran parte, a la subordinación del asiatismo al esclavismo; los simples sacerdotes, los cuales recibían los diezmos y otros tributos, que les eran completamente insuficientes, por lo cual “se veían obligados a ejercer una profesión en el lugar donde residían, de ordinario un oficio manual”;[48] los levitas, entre los cuales, sin embargo, es necesario distinguir un estrato superior, formado por los músicos y los cantores, y otro inferior, constituido por los servidores.

      Al hacer la división en clases sociales en la Palestina del tiempo de Jesús, sin embargo, es necesario tener en cuenta otro factor fundamental: el grado de pureza al que pertenecían los distintos sectores sociales, pues regía el sistema de mancha-pureza.[49] Podemos decir, en general, que los ricos eran puros, es decir, observantes de la ley, mientras que los pobres eran impuros o pecadores. Sin embargo, entre los impuros están también los publicanos o cobradores de impuestos, que distan mucho de ser pobres.

      Los distintos sectores sociales se movilizaban de acuerdo con determinadas corrientes religioso-políticas entre las que sobresalen los saduceos, los fariseos, los bautistas, los esenios y los zelotes. Caracterizaremos brevemente a cada una de ellas, porque la práctica de Jesús se entrecruzará con las mismas, concordando con algunas y discrepando violentamente con otras.

      La corriente saducea expresaba los intereses de la nobleza, tanto sacerdotal como laica. Surge en la época de la insurrección macabea –siglo II a. de C.– expresando desde el inicio una actitud dialoguista, de componendas, con el ocupante, que se prolongará cuando la dominación siria sea suplantada por la romana. Ellos estarán a favor del pago del tributo. Tenían todo que ganar de un arreglo con los ocupantes.

      Estaban en sus manos la administración y el culto del templo, la principal entrada de riquezas. Ideológicamente se atenían a la Torá escrita, interpretada en un sentido conservador, oponiéndose a la Halaká oral, desarrollada en especial por los fariseos, porque en las tradiciones orales se transmitían mensajes revolucionarios. Estaban en contra de la resurrección, tema fundamental de la literatura apocalíptica, que surge a raíz del levantamiento popular macabeo en contra de la dominación. Creer en la resurrección en esos momentos era legitimar la insurrección y darle perspectivas de triunfo.[50]

      La corriente farisea surge en la misma época que la saducea.[51] Los fariseos provienen de los hasideos o piadosos, grupo que se adhiere a los macabeos en las luchas de liberación y del cual provienen también los esenios.

      Los fariseos formaban verdaderas comunidades cerradas con reglas bien establecidas para la admisión de los candidatos. Éstos debían atravesar un período de prueba que duraba de un mes a un año, según los casos, asumir el compromiso de observar los reglamentos de la comunidad y las prescripciones sobre la pureza y los diezmos, prescripciones estas últimas a las que asignaban una enorme importancia y que estarán en el centro de las controversias con Jesús.

      Las comunidades de los fariseos tenían un jefe, el cual siempre era un escriba, asambleas que se realizaban los viernes por la tarde, una comida semanal en común y su propia justicia.

      Socialmente no representaban a los sectores dominantes. Surgen de sectores populares –campesinos, comerciantes, artesanos, simples sacerdotes– enfrentados a la dominación extranjera y esperanzados en el advenimiento del Reino de Dios.

      Frente a la exclusiva Torá de los saduceos, los fariseos sostenían la vigencia de la Halaká oral. Pero el punto central de su ideología se centraba en el tema de la pureza. Mientras los saduceos sostenían las normas de pureza –sistema de la mancha-pureza– como válidas y obligatorias sólo para los sacerdotes, los fariseos las extendieron para todo el pueblo. Fueron los principales sostenedores de Israel como un pueblo elegido.

      De modo que su frente de batalla era doble: por una parte, los saduceos, con los que finalmente entrarían en componendas; y por otra, el común del pueblo formado por los impuros, los que no practicaban las leyes de pureza, los pecadores. A raíz de esta práctica farisea, el título de am ha-arez que antes hacía referencia a la totalidad del pueblo de Israel, pasó a denominar sólo a los impuros, al pueblo pobre y pecador.

      Los esenios y los qumramitas formaban comunidades semejantes a las de los fariseos, pero, como se apartaron de la sociedad, formando verdaderas comunidades conventuales, no incidieron en forma significativa en la lucha de clases en la época de Jesús. Es menester señalar, sin embargo, que en el seno de estas comunidades, formadas por sectores populares enemigos de la dominación extranjera y esperanzadas