El primer término de todas las parejas citadas expresa el mundo espiritual, el verdadero, y el otro, el material, el de las apariencias, sin significación propia.
Con la incorporación que realizarán los teólogos –en primer término, los Padres de la Iglesia, y luego los escolásticos– de las categorías griegas al mensaje profético-evangélico, el polo espiritual se transformará en el mundo sobrenatural o de la gracia, frente al natural o del pecado; el mundo de la fe frente al de la ciencia; el mundo de la mística frente al de la política; el de la contemplación frente al de la práctica.
Sin embargo, a pesar de que la separación entre práctica y conciencia ha alcanzado un alto nivel, no se ha consumado. Tanto es así que no son los filósofos más idealistas –como Platón– los que expresan de manera acabada la cosmovisión griega, sino un filósofo que, a pesar de connotaciones idealistas evidentes, sin embargo conservó rasgos materialistas en forma notable.
En efecto, creemos que no caben dudas en cuanto que Aristóteles representa la máxima síntesis filosófica del modo de producción esclavista correspondiente a la formación griega.[57] Ahora bien, Aristóteles, frente al idealismo de Platón, expresa una clara orientación materialista.[58] En efecto, critica acaloradamente el mundo platónico de las ideas como la duplicación innecesaria del mundo real, sensible. A las ideas que Platón imaginaba en el “lugar sobreceleste”, Aristóteles las hace descender a la tierra. Pasan a ser las formas. La división entre un mundo superior, las ideas, y otro inferior, los entes sensibles, ahora es un solo mundo, el que vemos y palpamos, pero que tiene la división en su interior, la materia y la forma.
Consecuentemente con esta concepción ontológica –la composición de los entes de materia y forma– Aristóteles sostiene que el conocimiento no se produce mediante una iluminación directa sobre el nous por parte de las ideas –teoría de la reminiscencia platónica– sino que a través de los sentidos se encarga de despojar de su envoltura sensible, es decir, de su materia, para que el nous pueda captar la forma o esencia.
Esto mismo puede decirse con respecto al modo de producción feudal. No fueron los teólogos más idealistas, los marcados por la influencia platónica como San Anselmo, o los de la corriente agustiniana, quienes realizaron la máxima síntesis teológica del mismo, sino Santo Tomás, marcado por la influencia aristotélica, y en consecuencia, con orientaciones materialistas. Ello se hizo evidente para los contemporáneos del santo, que lo cuestionaron por poner en peligro el dogma de la inmortalidad del alma, al sostener, siguiendo a Aristóteles, la unidad sustancial del alma y el cuerpo en el hombre. En la orientación agustiniana, más idealista, la inmortalidad no corría peligro, porque la unidad se consideraba como accidental.
Esto es así porque los productos de la práctica del hombre aún no se han separado completamente de sus productores, no han pasado a dominar a éstos. Los distintos productos del trabajo, dice Marx, refiriéndose a la industria patriarcal, “se hacen presentes enfrentándose a la familia en cuanto productos varios de su trabajo familiar pero no enfrentándose recíprocamente como mercancías. Los diversos trabajos son funciones sociales”. “Pero aquí el gasto de fuerzas individuales de trabajo, medido por la duración, se pone de manifiesto desde un primer momento como determinación social de los trabajos mismos, puesto que las fuerzas individuales de trabajo sólo actúan, desde su origen, como órganos de la fuerza de trabajo colectiva de la familia.”[59]
En síntesis, tanto en el modo de producción esclavista como en el feudal la cosmovisión expresada por la filosofía y la teología respectivamente presenta rasgos idealistas que se conectan dialécticamente, por una parte, con la dualización de la práctica social que ya hemos considerado, y, por la otra, con insuficiente dominio de la naturaleza, que hace que sea necesario crear un mundo superior que proporcione las explicaciones y las ayudas que no se pueden obtener en el mundo cotidiano.
Pero todavía no se ha producido la plena separación del producto con relación a la práctica y la inversión, es decir, el dominio del producto sobre el agente, del objeto sobre el sujeto, que tendrá lugar a partir de la revolución burguesa, en la sociedad capitalista.
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