Estados homogéneos y estados diversos. Arturo Seminario Dapello. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Arturo Seminario Dapello
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Социология
Год издания: 0
isbn: 9786124370489
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comunidades serranas tuvieron relación con las comunidades costeñas, contribuyendo esta sinergia al mayor desarrollo cultural de ambos grupos de pueblos. A partir del inca Pachacútec, en que se inicia la gran expansión del Imperio Incaico, paulatinamente su maquinaria administrativa y militar fue absorbiendo a las culturas de la costa, sobre todo a Nasca en el sur y Chimú en el norte. En cambio, los pueblos de la selva se mantuvieron relativamente aislados en pequeñas comunidades que recorrían extensos territorios para procurar su sustento. Probablemente hubo algún pequeño intercambio entre la selva y la sierra. Se estima, por ejemplo, que algunos simbolismos de la cultura Chavín, algunos plumajes y similares arreglos ornamentales, así como la presencia de determinadas plantas, sobre todo medicinales, son prueba de la existencia de algún intercambio entre la selva y la sierra. Pero las grandes distancias culturales e idiomáticas entre unos y otros hacen difícil suponer que el intercambio fuera fluido.

      Salvo en la selva, la labor del Imperio Incaico fue la de fundir diversas culturas locales en una totalidad mucho más homogénea. No obstante lo accidentado del territorio, y la gran extensión del mismo, los incas lograron, mediante los mitimaes y otros medios, un cierto grado de homogeneidad que facilitó gobernar esas grandes extensiones. Es lógico suponer, entonces, que el mando directo del inca sobre su pueblo se ejerció hasta antes de Pachacútec. Pero a partir de Pachacútec es también lógico suponer que haya variado para ser un mando indirecto, ejercido a través de funcionarios dependientes del inca. El inconveniente en el quehacer homogenizador fue que entre Pachacútec y la guerra civil entre Huáscar y Atahualpa sólo transcurriesen algo más de cien años. Por lo demás, el precitado mando indirecto, a través de subalternos, explicaría también la evolución sufrida por el sinchi o curaca o cacique.

      En efecto, el Perú tiene una geografía en extremo difícil: escasa agua y tierra cultivable en la costa; titánicas cordilleras en la sierra, y exceso de agua y vegetación en la selva. La geografía del Perú no es, pues, precisamente armónica y fácil. Todo lo contrario: la diversidad de sus temperaturas, alturas, vegetaciones, etc., es justamente lo dominante. Quizá por ello la cédula de la sociedad no fue la familia, constituida por padre, madre e hijos, sino el Ayllu, como una forma extendida de la familia. El Ayllu reunía una comunidad de gente de un mismo linaje, en posesión de una tierra que cultivaban en conjunto. Era un grupo con parentesco, comprometido en una tarea común. Aparentemente la dificultad de la geografía imponía la familia extendida como cédula de la sociedad.

      El Ayllu evolucionó desde los tiempos preincaicos hasta el inicio de la Conquista. Al inicio el jefe, sinchi, curaca o cacique era de carácter transitorio. En época de paz se procuraba al más capacitado para organizar el riego y la labranza de la tierra. En época de conflicto se procuraba al más capacitado para la lucha. Pero ya en la época incaica el jefe del Ayllu se empezó a volver permanente. Con las grandes conquistas imperiales fue frecuente que el inca procurase, a través de sus hermanas o hijas, establecer lazos matrimoniales, y por ende familiares, con los sinchis, curacas o caciques locales. Así además lograba que la siguiente generación tuviese un porcentaje de sangre quechua. Con la Conquista el sinchi, curaca o cacique no sólo fue permanente sino que además se le adjudicaron las tierras. Luego, por matrimonio de sus hijas con conquistadores, la propiedad fue pasando a los descendientes de éstos.

      De modo que el sentido colectivo sobre la posesión de la tierra por parte del Ayllu fue evolucionando hacia una propiedad más bien familiar. Claro que ello no fue óbice para que se procurase proteger las tierras comunitarias. Pero fue en ese proceso de confrontaciones y acomodos, de movimientos migratorios y presión demográfica, que se fueron labrando nuevas formas de posesión y propiedad de la tierra. La selva, en cambio, quedó, como en la época preincaica e incaica, al margen de esta nueva realidad que se configuraba en la sierra y en la costa. En el vocabulario virreinal, los lugares de selva eran denominados territorios de evangelización. Eran tierras que había que incorporar al cauce social imperante. Por lo demás, salvo la yuca en la selva, la gran domesticación y selección de especies vegetales fue hecha en los Andes, como fue el caso de la papa, el maíz, la quinua, el olluco, la caigua, el camote, etc., así como también el cultivo en terrazas o andenes para poder usar las faldas de los cerros.

      En lo que concierne a las creencias, el avance de los incas logró eliminar muchas modalidades de hechicería. Fueron reemplazadas por la devoción en una creencia divina, sobre todo la del sol y en algo la de la luna. En la selva más que creencias divinas continuó habiendo hechicerías, sujetas por ende a las mayores arbitrariedades de los brujos. Así, al momento de la Conquista, los pueblos de la sierra y de la costa ya gozaban de un estado psíquico y mental que les permitía ser asimilados por una religión superior. En cambio, los pueblos de la selva eran más bien hostiles a cualquier concepto de religión superior. Ellos aún seguían absorbidos por sus creencias mágicas primitivas de encantamientos, brujerías, hechicerías, etc. Por eso la sierra y la costa se incorporaron pronto a la religión católica que trajeron los conquistadores.

      Es más, la devoción religiosa serrana se volvió rápido semejante y hasta igual a la que había en la península. La arquitectura religiosa peruana fue una manifestación abrumadora de esa devoción religiosa, sobre todo en la sierra. Los templos que se hicieron en Cusco, Puno, Ayacucho y Arequipa podían rivalizar con cualquier templo europeo. Obviamente no ocurrió lo mismo en la selva, donde casi no hubo registros de una significativa devoción religiosa. Aun ahora la gran mayoría de las poblaciones originarias de la selva se conducen conforme a sus singulares y particulares hábitos y prácticas, muchas veces ajenos y extraños al cauce social imperante en el resto del país. De modo que la costa y la sierra pronto comenzaron a ser parte de la civilización Occidental y Cristiana. Pero dentro de su ámbito territorial se dieron manifestaciones culturales que recogían la impronta de los pueblos originarios, sobre todo de los incas.

       La gobernabilidad contemporánea

      La homogeneidad y la diversidad es un asunto que se ha presentado con frecuencia en la formación de los Estados. Así como se le atribuyen fortalezas y debilidades a la homogeneidad, también se le atribuyen fortalezas y debilidades a la diversidad. En la formación de los Estados más antiguos, sobre todo europeos, ha sido más frecuente la homogeneidad. En cambio, en los Estados que se formaron en el continente americano no hubo homogeneidad racial. En los conquistados y colonizados por España y Portugal hubo, en cambio, homogeneidad religiosa, salvo en los territorios selváticos aún no incorporados. Esta homogeneidad religiosa ancló en sus territorios una misma ética: la moral judeo-cristiana. Aun con sus variantes y diversidades, sobre esa base se pudo ir construyendo la institucionalidad de los Estados. En la parte del continente americano conquistada y colonizada por los ingleses no hubo total homogeneidad religiosa. Se aceptaron diversas formas de cristianismo. Hasta hace poco se impuso y mantuvo una militante segregación racial, sustentada en la prédica de la superioridad anglosajona. Sólo en las últimas décadas se ha ido aceptando, y hasta propiciando, una participación negra y latina, aunque sin que haya en rigor un notorio proceso de mestizaje.

      Ya no son dables los métodos compulsorios que se usaron en la Península Ibérica y en el incanato para procurar la homogeneidad. A partir del Siglo de las Luces paulatinamente en el mundo se han ido adoptando fórmulas de gobierno democráticas. De modo que la homogeneidad y la diversidad siguen siendo en los países del continente americano un asunto importante, aunque ahora exige otro tratamiento. Tratándose del Perú, ese es el caso sobre todo de la selva, donde la mayor parte de su población originaria no está incorporada al cauce social imperante. Tampoco su ética, que es el sustento más profundo en que se asientan las ciencias sociales, tiene mucho que hacer con la que norma al resto del país. Pero poco a poco, no obstante esta incorporación por realizar, el Perú ha ido adoptando la forma de gobierno prevaleciente en el Mundo Occidental y Cristiano, esto es, la democracia. Claro que lo ha ido haciendo bajo su propia modalidad, no siempre igual a los demás países de Latinoamérica.

      En democracia, la soberanía reside en el pueblo, y el Estado es la expresión o manifestación legal de la Nación. El Estado se puede organizar de tres grandes modos. En el Estado unitario sólo hay un gobierno central, que asume casi todas las funciones significativas. En el Estado federal hay varios Estados,