Estados homogéneos y estados diversos. Arturo Seminario Dapello. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Arturo Seminario Dapello
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Социология
Год издания: 0
isbn: 9786124370489
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su inicio, en el ámbito musulmán no hubo diferencia entre el poder temporal y una eventual jerarquía eclesiástica, separada y distinta al ordenamiento administrativo del Estado. Todo era uno y lo mismo. A los sucesores del profeta Mahoma se les llamó califas, que gobernaban en lo laico y en lo religioso, como monarcas absolutos, en su concepto por la gracia de Dios. El cuarto califa fue Alí, pariente e hijo político del profeta Mahoma, por matrimonio con su hija Fátima. Se generaron dos tendencias. Los sunitas creían que el Corán, y los comentarios a él, configuraban la fe. Y los chiitas, que se han conceptuado seguidores de Alí, sólo valoraban el Corán y rechazaban los comentarios a él. En lo numérico prevalecieron los sunitas. Ellos iniciaron la pronta y rápida expansión del Imperio Musulmán bajo la dinastía Omeya, la que luego fue sustituida por la dinastía Abasida.

      Después de la dinastía Abasida surgieron dos manifestaciones del Mundo Islámico: la iránica y la arábica. Aunque no a plenitud, la tendencia minoritaria chiita iránica perduró bajo el Imperio Otomano, que gobernó casi todo el Mundo Islámico amalgamando sunitas con chiitas. En la manifestación iránica del Mundo Musulmán se usó el idioma persa y en algo el turco, y hubo muchos estamentos dirigentes que profesaban la fe chiita. En cambio, en la manifestación arábica del Mundo Musulmán se usó el idioma árabe, y en algo el berebere, y la casi totalidad profesaban la fe sunita. Aunque el chiismo había nacido en el sur de Irak, el que lo hizo una fuerza militante fue Irán.

      La manifestación arábica del Islamismo retrospectivamente miraba más hacia el Califato Omeya y hacia el Califato Abasida. En cambio, la manifestación iránica del Islamismo retrospectivamente miraba más hacia los conquistadores euroasiáticos como Gengis Kan o Tamerlán, esto es, la parte del Imperio Mongol que paulatinamente devino musulmán. La manifestación arábica del Islamismo se expandió por todo el norte de África y la península arábica, y cruzó por el centro y sur de la India hasta Indonesia. En cambio, la manifestación iránica del Islamismo se extendió desde las costas mediterráneas de Anatolia, atravesando Irán, hasta Afganistán, Turkmenistán, Uzbekistán, Tayikistán, Kirguistán, Kazajstán, Pakistán y Cachemira. Aparentemente, luego de ser seguidores del culto a Zoroastro, las clases dirigentes iraníes adoptaron el chiismo, que después procuraron imponer a sus demás subalternos de los precitados territorios asiáticos. Fue en gran medida el crecimiento y la expansión del Imperio Otomano lo que diluyó en parte una mayor y más militante expansión de Irán y, por ende, del chiismo. Porque bajo el Imperio Otomano la sociedad absorbía e integraba en parte elementos iránicos y en parte elementos arábicos.

      En efecto, a partir del líder iraní Ismail Shah Safawi (fin del siglo XV y principio del siglo XVI), y no obstante el posterior éxito del Imperio Otomano, el chiismo, aunque minoritario, se convirtió en una fuerza militante y vigente. No tuvo éxito la intención iraní de convertirlo en una fuerza religiosa ecuménica en todo el mundo islámico, sobre todo en el Asia Central. Pero tampoco tuvo éxito la intención contraria de reducirlo a una mínima o imperceptible dimensión. Así, el chiismo fomentó el peregrinaje a sus propios lugares santos, y desanimó el peregrinaje a los lugares santos clásicos con amplia concurrencia sunita. Claro que en el Imperio Otomano se dio una fluida convivencia entre chiitas y sunitas. Pero ello no impidió que en Irán el chiismo se convirtiera en una religión de Estado, más aún, por ejemplo, que lo que ocurrió con la Iglesia Anglicana en el Reino Unido. Y por la gravitación de Irán en el Asia Central, el chiismo siguió teniendo influencia en los ya citados Afganistán, Turkmenistán, Uzbekistán, Tayikistán, Kirguistán, Kazajstán y Pakistán.

      En la facción sunita no hay una jerarquía eclesiástica con rangos y niveles. De modo que en ese aspecto serían comparables más bien a los protestantes del Mundo Occidental. En cambio, en la facción chiita hay una jerarquía eclesiástica perfectamente establecida, que muchas veces se sobrepone al gobierno laico. De modo que en ese aspecto serían comparables a lo que fue la Iglesia Católica en la Edad Media y en parte de la Edad Moderna. En ambas facciones existe la Jihad o Guerra Santa. Pero hasta hace poco su manifestación tendía a ser mayor en la facción chiita. De inicio porque había una jerarquía eclesiástica perfectamente establecida, y luego porque privilegian la interpretación literal del Corán. Obviamente, la interpretación literal del Corán, rechazando los comentarios a él que sí aceptan los sunitas, ancla el texto al momento histórico en que fue escrito. Más aún, al poner el énfasis en el destino predeterminado, la conducta personal va quedando reducida a la sumisión a Alá, a la par que al atento cumplimiento de determinados ritos y formalidades. Todo ello, como es evidente, vuelve distinto lo que se conceptúa como una conducta correcta en el Mundo Musulmán, sobre todo chiita, en relación con lo que se conceptúa como una conducta correcta en el Mundo Occidental. El Mundo Islámico se aproxima a 1200 millones de creyentes, de los cuales aproximadamente el 12% son chiitas y el 88% son sunitas.

      Se considera que el subcontinente indio era habitado por una población conocida como dravidianos, y que fue invadido por las montañas del Norte por gente de las tierras donde confluyen Europa y Asia conocidos como arios. Los arios hablaban sánscrito, lengua emparentada al persa, al griego y al latín. Aparentemente creían en la reencarnación, que podía ocurrir en otra persona, cualquiera fuera su casta, o en cualquier animal. El ideal era no reencarnarse más, señal de haber entrado en la inmortalidad. La religión imperante en ese entonces era el hinduismo o brahmanismo.

      Alrededor del siglo VI a. C. nació en la India, en las cordilleras de las montañas del Himalaya, el príncipe Gautama Buda, quien dejó la vida holgada y placentera para retirarse a meditar y predicar. Según esa prédica, la vida estaba llena de dolor y pena, proveniente de nuestros deseos no realizados. Por ello se debía dejar toda ambición, expectativa, deseo, orgullo, etc. Así se lograba esa calma de espíritu que le permite a uno escaparse a lo que se denominó nirvana. Más aún, si uno lograba nirvana, no se reencarnaría. Ello significaba eliminar el riesgo de una mala reencarnación y la seguridad de integrarse a la eternidad. En Occidente, lo más próximo al budismo ha sido el pensamiento estoico. Curiosamente, el budismo tendió a desaparecer de la India aproximadamente al inicio de la era cristiana, en que recobró fuerza el hinduismo o brahmanismo, conjuntamente con un resurgimiento del sánscrito. La India fue el puente entre el Mediterráneo y Medio Oriente con la China. A su turno, Corea fue el puente entre la China con el Japón. De esa forma transitaron conocimientos, ideas y pensamientos de uno a otro lado. Así también pasó el budismo de la India a China y luego a Corea y Japón.

      Antes que llegase el budismo a la China ya existía el pensamiento de Lao Tse, que recogía y predicaba ideas similares a las del estoicismo y a las del budismo. Inmediatamente después vino Confucio. En rigor, más que una religión, o inclusive una moral en sí, Confucio predicó reglas de conducta o formas y modos de conducirse correctamente en la vida. Sólo en el extremo de las formalidades litúrgicas fue que tocó lo religioso. Pero, en realidad, sus proverbios tenían que ver poco con el aspecto religioso y mucho con la correcta conducta humana.

      Fue el negocio de la seda el que paulatinamente abrió una ruta comercial desde la China, atravesando India, Irán, el Medio Oriente, hasta llegar al Mediterráneo y a Roma. En ese comercio, mucha gente de las estepas euroasiáticas sirvieron de intermediarios. Los romanos y demás mediterráneos trataron de eludirlos, para entrar en contacto directo con los chinos, aunque no lograron hacerlo. De modo que subsistió esta indefinida intermediación. Ese comercio llevó el budismo de la India a la China, haciendo que la China viese a la India como la tierra santa. El budismo chino pronto fue recogiendo elementos nativos, a medida que se convertía en la religión popular. Esa versión china del budismo se extendió luego hacia Mongolia, Tíbet, Corea y Japón. Bajo ese trasfondo, de budismo, hinduismo, Lao Tse y Confucio, se dan en el Oriente multitud de manifestaciones religiosas específicas. Pero ninguna de ellas tiene una organización central o una jerarquía eclesiástica organizada. Lo más próximo a una clase religiosa son los monjes tibetanos. De modo que, no obstante los avances de la globalización, el mundo sigue dividido en tres grandes ámbitos territoriales éticos, que en última instancia son producto de las religiones que nacieron en razón de Cristo, Mahoma y Buda. Ahí están los fundamentos sobre los cuales se han construido las ciencias sociales en los distintos ámbitos territoriales.