Economía social y solidaria en la educación superior: un espacio para la innovación (Tomo 2). Rocío Rueda Ortiz. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Rocío Rueda Ortiz
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Социология
Год издания: 0
isbn: 9789587602241
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pesar de la importancia que tienen para el ser humano, en la educación colombiana, la solidaridad se ve como un concepto más. Son pocos los currículos que enseñan y motivan su comprensión y ejercicio. Lo anterior, parece encontrar sus causas en un problema epistemológico, agenciado en distintas ciencias y disciplinas que erigieron su estructura conceptual sobre la idea de un ser humano egoísta y violento por “naturaleza”.

      La solidaridad, un problema epistemológico en las ciencias sociales

      Desde mediados de los años setenta del siglo xx, las ciencias sociales se encuentran atravesando por lo que el sociólogo inglés Anthony Giddens (1994), ha denominado una “crisis estable”, relacionada con la llamada crisis de representación, fin de los meta-relatos y el quiebre de paradigmas. Como expresa De Sousa Santos (2007), estamos viviendo un período de revolución científica que se inició con Einstein y no se sabe cuándo acabará; estamos en el fin de un ciclo de hegemonía de un cierto orden científico.

      Para De Sousa (2007), el modelo de racionalidad que preside la ciencia moderna se constituyó a partir de la revolución científica del siglo xvi con el dominio de las ciencias naturales, extendiéndose a las nacientes ciencias sociales en el siglo xix. A partir de entonces, puede hablarse de un modelo de racionalidad científica que se impuso, convirtiéndose en un modelo totalitario, en la medida en que niega el carácter racional a otras formas de conocimiento que no se orienten por sus principios epistemológicos y reglas metodológicas:

      El privilegio epistemológico que la ciencia moderna se concede a sí misma es, pues, el resultado de la destrucción de todos los conocimientos alternativos que podrían venir a enjuiciar ese privilegio. En otras palabras, el privilegio epistemológico de la ciencia moderna es producto de un epistemicidio. La destrucción del conocimiento no es un artefacto epistemológico sin consecuencias, sino que implica la destrucción de prácticas sociales y la descalificación de agentes sociales que operan de acuerdo con el conocimiento enjuiciado. (Sousa, 2009, p. 81)

      Al tiempo, en las ciencias se fue desarrollando lo que algunos han denominado un “individualismo metodológico”. Cada ciencia, en su intensión de explicar el mundo o la vida social, fue desarrollando su propio método de análisis, en ocasiones en oposición a otros, o incluso, con el interés de imponer un tipo de pensamiento. Como expresa Sousa (2007), habiendo sido sobre-socializados por una forma de conocimiento que conoce imponiendo orden, es difícil poner en práctica, una forma de conocimiento que conoce creando solidaridad, tanto en la naturaleza como en la sociedad; “la forma de conocimiento que prevalece torna la solidaridad impensable, innecesaria e incluso peligrosa” (p. 86). Este método de producción de conocimiento se ve reflejado en el método pedagógico.

      Ante el individualismo en el método de investigación, ha surgido lo que podría llamarse el “solidarismo metodológico”. La solidaridad como forma de conocimiento es el reconocimiento del otro como igual productor de conocimiento.

      Para generar una nueva forma de conocimiento, Sousa (2007), propone tres elementos: la epistemología de los conocimientos ausentes; la epistemología de los agentes ausentes; la revisión de la representación y de sus límites. “Para identificar lo que falta y por qué razón falta, tenemos que recurrir a una forma de conocimiento que no reduzca la realidad a aquello que existe, una forma de conocimiento que incluya realidades suprimidas, silenciadas o marginadas, tanto como realidades emergentes o imaginadas”. (p. 87).

      El ser humano y la sociedad que configura es compleja y diversa, de manera que es imposible comprenderla desde un solo tipo de saber y desde una única metodología. Cada ciencia abarca un campo de conocimiento, por lo que surge la necesidad de planteamientos transdisciplinarios, entendiendo por ello la integración de las diferentes ciencias en un objeto de conocimiento común. Si tenemos sentido de la complejidad tenemos sentido de la solidaridad. Más aun, tenemos sentido del carácter multidimensional de toda realidad. La conciencia de la multi-dimensionalidad nos lleva a la idea de que toda visión unidimensional, toda visión especializada, parcial, es pobre, es necesario que sea religada a otras dimensiones”. (Morín, 1995, p. 101)

      El debate frente a la ciencia y su método ha incrementado la reflexión epistemológica en distintas ciencias sociales, buscando rescatar un pensamiento crítico, humanista que reconoce la cooperación y solidaridad como un elemento constitutivo del ser humano y la sociedad. Al dar una mirada general a este debate, podría manifestarse, por ejemplo, cómo en la filosofía, desde los “antiguos” hasta los “modernos”, se han plateado la reflexión sobre individuo y comunidad, individualismo y solidaridad.

      Este llevó a una de las principales ramas de la filosofía, la ética, que se ocupa del estudio de la moral, la virtud, el deber, la felicidad y el buen vivir. desde que Platón advirtió que la indagación acerca de la vida buena del individuo se relacionaba inevitablemente con una indagación convergente (y no paralela) acerca de la comunidad buena, se ha mantenido una íntima y continua vinculación entre la filosofía en general y la filosofía política, Sheldon S. W. (2002).

      La sociología también ha reflexionado al respecto. En consecuencia, se dan los debates producidos desde sus orígenes sobre: conflicto vs consenso; subjetivismo vs objetivismo; individualismo vs colectivismo; macro vs micro; junto con las actuales tendencias por superar estas dicotomías. Desde que Durkheim (1973), planteó su teoría de la solidaridad orgánica y la solidaridad mecánica, en la sociología no se ha dejado de debatir sobre su papel en la vida social.

      En el campo de las ciencias biológicas y cognitivas está surgiendo una visión nueva y radical de los organismos vivos y de la naturaleza humana, el neuro-científico y sicólogo Antonio Damasio (2018), demuestra cómo hasta en los organismos unicelulares se dan comportamientos y emociones de cooperación. Por su parte, descubrimientos en el estudio del cerebro y del desarrollo infantil obligan a replantear la antigua creencia de que el ser humano es agresivo e individualista por naturaleza. El descubrimiento de las llamadas “neuronas espejo”, que establecen la predisposición genética a la respuesta empática en algunos mamíferos, ha suscitado un intenso debate en torno a supuestos sobre la naturaleza de la evolución biológica y especialmente de la evolución humana. Los elementos planteados están incrementando las discusiones en otras ciencias como la antropología, la sicología, la historia, etc. (Rifkin, 2010).

      La antropóloga Eisler (2007), luego de estudiar la evolución de numerosas sociedades, demuestra que distintas culturas, incluidas las civilizaciones antiguas del mundo occidental, practicaron a gran escala y con éxito en la construcción de los valores solidarios. Sin embargo, la mayoría de las narrativas occidentales tratan la historia humana como la marcha del progreso desde la humanidad “bárbara” a la “civilizada”; idolatran a los conquistadores que trajeron la “civilización”, a la vez que ignoran expresiones vitales de la experiencia humana sustentadas en la solidaridad. Una de las ciencias sociales que mayor expresa este sismo en sus fundamentos conceptuales, es la economía, la más totalitaria y positivista de todas las ciencias sociales (Max-Neef, 2012). La alta concentración de la riqueza en el mundo; las permanentes crisis económicas; el agravamiento de la crisis ambiental, producto de nuestras formas de producir y consumir; sumado a la incapacidad del modelo económico neoliberal para garantizar el bienestar, han generado un sismo en la teoría económica que cuestiona sus paradigmas matemáticos y sociales, haciendo resurgir la pregunta por la ética que antecede el acto económico.

      En los años ochenta, prestigiosos economistas y sociólogos como Boulding, Hirschman, Galbraith, Amarta Sen, Bordieu, A. Etzione, reabrieron la reflexión sobre la dimensión moral de la economía. Al respecto, la corriente de la socioeconomía resaltará que los actos económicos de las personas no solo están motivados por el lucro, el interés individual y la “mano invisible” del mercado. Es evidente que existen otras economías que, motivadas por valores éticos, como la cooperación, la solidaridad y la justicia, actúan en la vida real. No son un discurso o una simple forma de organización, son un hecho social, una vivencia práctica que experimentan millones de personas (Martínez, 2017).

      Para dar cuenta de estas prácticas socio-económicas, de las formas de organización que adoptan las personas y proponer modelos alternativos para el desarrollo humano, han surgido distintos conceptos y teorías: economía de la solidaridad