Economía social y solidaria en la educación superior: un espacio para la innovación (Tomo 2). Rocío Rueda Ortiz. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Rocío Rueda Ortiz
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Социология
Год издания: 0
isbn: 9789587602241
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que con la apropiación del trabajo” (Sennett, 2018).

      Aferrados a un esquema conceptual, no se ha entendido que las relaciones de los seres humanos, al igual que sus organizaciones, son históricas y cambiantes. Se olvidó la posibilidad de promover y realizar actos solidarios desde el ciudadano, esté o no organizado en una estructura particular, de un individuo que puede ser consciente de sus actos económicos, por tanto, apoya relaciones solidarias en los distintos eslabones del ciclo económico (producción, distribución, consumo, acumulación).

      En este contexto, la definición de la economía solidaria en Colombia se centró en las formas de organización empresarial, lo que podría llamarse, acorde con Guerra (2002), una definición “formal” y no por la práctica económica, es decir, una definición “sustantiva”. Definir la economía solidaria solo a través de organizaciones jurídicamente reconocidas que la ejercen, y no por los actos económicos que la constituyen, implica, en esencia, reconocer un solo tipo de economía; en otras palabras, evade el cuestionamiento al modelo y teoría económica hegemónica y distorsiona la responsabilidad de un Estado democrático, que debe dar iguales garantías a los ciudadanos que buscan una economía más incluyente, equitativa y sustentable. Al tiempo, arrincona la educación solidaria hacia un problema de técnicas administrativas y jurídicas, que, en últimas, reproducen la teoría administrativa que se desarrolló en el marco de la empresa capitalista.

      Hacia una educación desde y para la solidaridad

      Estamos ante el reto de promover un modelo de educación que, rescatando el pensamiento humanista, los avances del conocimiento y las ciencias, coloque nuevamente al ser humano en el centro de la educación y en particular de la formación en los valores de la solidaridad y cooperación. Esta propuesta educativa se sintetiza en la idea de “una educación desde y para la solidaridad”. Una educación que, desde el ejercicio de distintas prácticas solidarias y asociativas, fortalezca en las personas una actitud consciente frente a este valor, e incorpore la reflexión sobre este tipo de educación y su importancia para la sociedad, con el fin de hacer de ella también un objeto de estudio (Martínez, 2007).

      En la enseñanza tradicional han dominado los métodos de transmisión de conocimiento centrados en el docente. Este tipo de enseñanza promueve en los estudiantes aptitudes de aprendizaje basadas en la repetición y el memorismo. En contraste, se propone una metodología que haga del estudio algo vivo y agradable aprovechando el entorno en que se habita; una enseñanza que trascienda el estrecho marco del aula de clase, superando la insuficiencia del verbalismo y el memorismo. Una educación “desde la solidaridad”, se concibe como un medio y método didáctico que facilita el aprendizaje y ejercicio de principios y valores éticos, que implica vivenciarla contribuyendo también al aprendizaje de los temas integrados en los planes de estudio.

      Vivenciar la solidaridad en la institución educativa, puede constituir todo un proceso pedagógico innovador que aporte a la formación de personas y profesionales socialmente responsables. Para lo cual se requiere multiplicar iniciativas que contribuyan a vivenciar la solidaridad y la economía solidaria en el espacio educativo; así, por ejemplo, en el campo universitario, iniciativas como la creación del voluntariado estudiantil, prácticas de comercio justo, ferias de trueque, etc., aportan a este propósito.

      Pero la solidaridad también se aprende en la escuela, desde los primeros niveles de la educación y la niñez, pues las experiencias llevadas a cabo en los primeros años de vida, marcan una impronta que se reflejará en acciones futuras de los adultos. Daniel Filmus (2002), exministro de educación de Argentina, afirma que

      La escuela no sólo debe enseñar conocimientos; a través de su trabajo cotidiano, también debe trasmitir valores. Necesitamos chicos que sepan mucho pero también que tengan valores solidarios, de compromiso con la comunidad y de trabajo para el bien del prójimo. Si queremos realmente que los niños y jóvenes tengan la cultura del esfuerzo, del trabajo y de la solidaridad, debemos trasmitirlo a través de nuestro ejemplo cotidiano, desde las más altas investiduras hasta el último de los docentes. (Filmus, 2002)

      La incorporación del tema en los currículos educativos, en los Planes Educativos Institucionales (PEI), como la realización de “proyectos educativos de aula” que podrían multiplicarse con políticas públicas educativas promovidas de manera permanente en las instituciones educativas, constituyen igualmente un camino en el desarrollo de este modelo educativo.

      Por su parte, una educación “para la solidaridad”, implica tomar la solidaridad ya no como medio instructivo, sino como objeto de estudio, para comprender su significado, su importancia en la naturaleza, el ser humano y la sociedad. Es evidente que si el ser humano está llamado a vivir en sociedad debe conocer su significado, tomar conciencia de su importancia, complejidad y dificultades (Martínez, 2007).

      La solidaridad, la economía social-solidaria y las organizaciones solidarias, no son ajenas a los distintos campos del conocimiento, por tanto, deben dejar de ser tratadas como “exclusividad” de unos “expertos”. Esta perspectiva plantea una mirada distinta para su abordaje en la investigación y la docencia. Contribuir a su comprensión y desarrollo es posible si nos nutrimos de los aportes de las diversas ciencias y su pensamiento crítico y humanista, pues ellas son “objetos de estudio” que requieren ser analizadas desde distintas perspectivas. En consecuencia, retomar los estudios interdisciplinarios y tras-disciplinarios de la solidaridad, las economías “alternativas” y las organizaciones solidarias, olvidados, excluidos y desconocidos, es fundamental.

      En la educación superior, la educación solidaria debe incorporarse en los distintos campos que constituyen la acción universitaria: docencia, investigación y proyección. Lo anterior, invita a revisar si está presente en los currículos de los distintos programas que se enseñan. Poco sirve un curso de solidaridad, economía solidaria o cooperativismo, si el grueso del programa académico que forma un administrador, economista, abogado etc., refuerza valores e ideas del pensamiento social y económico ortodoxo que se impuso en el siglo xx.

      Pero, el desarrollo de un modelo de educación solidaria no es solo responsabilidad de los actores públicos que definen los contenidos de la educación, es también responsabilidad de los distintos actores sociales que interactúan en el sistema educativo (padres, estudiantes, docentes, organizaciones sociales, etc.). La disputa por una nueva hegemonía cultural está al orden del día.

      En el propósito de incorporar una educación solidaria en la educación superior pública, una oportunidad se le presenta al movimiento cooperativo colombiano; desde el año 2004 las cooperativas y mutuales trasfieren el 20 % de sus excedentes a la educación. A partir del 2017 estos recursos se destinan exclusivamente a financiar las instituciones de educación superior públicas. Es hora de que las organizaciones de la economía social-solidaria demanden a las universidades el cumplimiento de las normas establecidas y una educación pertinente a los valores humanos, al tipo de economía y organizaciones que expresan. La reproducción de un tipo de formación económica y administrativa, que obedece a un único modelo, desdice de la ciencia que se enseña en los principales centros de generación de conocimiento: la universidad.

      De otra parte, para establecer cualquier cambio que pretenda introducirse en la educación, un papel fundamental es el que cumplen los docentes. En ese sentido, es necesario realizar programas que fortalezca su disposición y conocimiento de una educación desde y para la solidaridad. Como expresará el pedagogo Joan Pages (1997):

      El cambio educativo real depende, sin duda, de lo que el profesor hace y piensa. El protagonismo del profesor y la naturaleza de sus decisiones son tan importantes que es fundamental capacitarle, desde la formación inicial y permanente, en los conocimientos y en los instrumentos para que lo pueda ejercer con conocimiento de causa. (p. 213)

      Incidir en el sistema educativo con un modelo de educación solidaria, encuentra en los docentes una fuerza determinante. Sin embargo, a pesar de que en Colombia más de 200.000 maestros están asociados a cooperativas y la organización sindical del magisterio representa la principal fuerza sindical del país, el tema por los contenidos de la educación no ha estado en su agenda pública. Avanzar en un acuerdo entre cooperativas del magisterio y la organización sindical y estudiantil, para demandar la inclusión de un currículo