Luz de luciérnaga (2a edición) + Somos electricidad. Zelá Brambillé. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Zelá Brambillé
Издательство: Bookwire
Серия: Wings to Change
Жанр произведения: Книги для детей: прочее
Год издания: 0
isbn: 9788418013126
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que había estado siguiéndola como perro en celo y dejándola aparte.

      Divisó a Lissa, que se acercaba sonriendo, levantando los pulgares.

      —Es una loca. ¡Estoy sangrando! —exclamó la otra, palpando su rostro con angustia. Sentía la mirada molesta de David, pero ya no le importaba, así que lo ignoró y salió con su amiga de aquel circo, antes de que algún directivo la castigara.

      Aún no podía creerlo, estaba usando shorts en un bar. No es que no hubiera usado antes, el uniforme de deportes era un short, pero nunca salía a lugares públicos con menos tela de la necesaria. Lissa había hecho un increíble trabajo para convencerla de ir después de lo que había ocurrido en la cafetería. No había vuelto a hablar con Dave desde el incidente, pero no se arrepentía.

      —Míralo por el lado bueno: D te va a perdonar y esa bruja recibió lo que merecía —Le dio un trago a su refresco, le dolían los nudillos.

      Por extraño que sonara, Lissa era todo lo contrario a Carlene y, sin embargo, ambas se adoraban y se complementaban. No podía entender cómo una persona tan buena estaba enamorada de un patán. La rubia movía la cabeza al ritmo de la música estridente, mientras la banda se preparaba para el espectáculo.

      Se dio cuenta de que los chicos entraron al local y se dirigían hacia ellas. Dave no venía solo. Maldijo mil veces.

      —¿Cómo está mi luchadora? —Roger le dio una palmada en el hombro de forma amistosa. Intentó poner buena cara a los que se sentaban a su alrededor. El moretón y la mirada venenosa de Amanda se mofaron de ella. La ignoró y soltó el aire cuando las luces se apagaron y la banda comenzó a tocar.

      Eran buenos, su pie comenzó a moverse al ritmo de la canción. Se fijó en el rostro aburrido de la abeja, y casi soltó carcajadas al sentirse parte de un video romántico de Taylor Swift. Paseó su mirada por los integrantes del grupo. ¿Era su imaginación o un rubio caliente la miraba fijamente? Era su imaginación, seguro.

      Siguió moviendo el cuerpo al ritmo de los golpes de la batería. Se levantó y caminó hasta la barra con el propósito de conseguir una nueva bebida. No le dieron muchas ganas de regresar a su mesa. Dave y Amanda estaban devorándose, así que prefirió sentarse en donde estaba mientras sonaban las últimas notas del concierto. ¿Por qué se sentía tan miserable?

      La boca demandante de Amanda no lo dejaba respirar, él solo correspondía el intercambio de saliva porque no quería avergonzarla en público. No entendía por qué no perdía el sentido con sus besos. ¿Por qué estaba pensando en eso? Rompió el contacto y la buscó inconscientemente. Frunció al no encontrarla. ¿Dónde estaba, Carlene?

      Buscó por todas partes hasta que la vislumbró sentada en un taburete de la barra. Moría por hablar con ella, pero se sentía mal por no haberla defendido a tiempo. Necesitaba mirar sus ojos brillantes que no eran miel, eran más bien un tono mostaza. No estaba enojado, solo le impactó el acontecimiento y tuvo miedo de que castigaran a Carly. Todos sabían que Amanda se lo merecía, él mismo quería golpearla en ocasiones.

      Decidido a escuchar su voz melodiosa, se dirigió a su dirección pese a las quejas de su novia. ¡Cristo! A veces era muy molesta.

      Se detuvo.

      Carlene estaba con un rubio, ambos estaban sonriendo, entrecerró los ojos. Ese chico se le acercaba demasiado, la miraba de una manera que lo hacía rugir y querer golpear la pared. Entrelazó sus dedos con los de ella y depositó un beso en el dorso de su mano. No pudo resistirlo más. ¿Por qué se atrevía a tocarla? Dando zancadas, se acercó.

      —¿Quieres bailar, Carly? —Alcanzó a escuchar. ¿Por qué sabía su nombre? Era más de lo que podía tolerar. Se sintió cegado por la rabia cuando la vio sonrojarse. ¡Ese bastardo!

      —Lo siento, pero está conmigo —dijo al llegar a su lado. Dave le rodeó la cintura y clavó su fría mirada en el rubio. Carlene lo miró con el ceño fruncido y se aclaró la garganta. No le gustó su actitud disconforme.

      —No es cierto, estás con Amanda —Sintió cómo se deshacía de su brazo, algo que mandó disparos a su corazón, tragó saliva para soportarlo. Carly le sonrió al chico de oreja a oreja—. Así que estoy sola.

      —¡Perfecto! —Extendió su mano hacia ella. La tomó y se fueron juntos hacia la pista de baile, donde los cuerpos se movían. Dave se quedó en la misma posición, siendo testigo de su mayor pesadilla.

      Lo que primero fue rabia ahora era pánico al verla reír con aquel, al ver cómo él pegaba su cuerpo al suyo sin timidez. Mierda, a David todavía le daba pena tomar su mano y el jodido rubito se le adhería de forma indecente.

      Ella no hacía estas cosas, siempre ignoraba a todos. ¿Por qué era diferente con ese? A caso… ¿le gustaba? No. Imposible. Quería arrancarle los ojos y los brazos, pero sintió la mano de Amanda y prefirió irse de ahí, convencido de que Carlene no iría muy lejos con ese tipo. Qué equivocado estaba.

      Tres meses después

      Era jueves de películas, siempre se juntaban los segundos jueves del mes. Compró toneladas de palomitas de maíz con mantequilla solo porque eran las favoritas de Carly, también compró un paquete de sodas de uva. Fue a rentar un montón de películas sangrientas de terror porque ellos amaban burlarse de los efectos especiales.

      Con todas las cosas en brazos, tocó el timbre de su casa dos veces. Tenía un juego de llaves, pero no le gustaba usarlas, optaba por ver la sonrisa de su amiga cuando abriera la puerta para recibirlo. Su castaña preferida abrió, pero no se alegró como otras veces.

      —¡Oh! ¡Hola, Dave! ¿Qué sucede? —Ladeó la cabeza para estudiarla, ¿estaba jugando? Ella lucía nerviosa, mordió su labio y tronó sus nudillos, eso siempre la delataba.

      —Es jueves —dijo, pensando que ella entendería, pero no lo hizo.

      —¿Y? —¿Por qué no lo dejaba pasar?

      —El segundo jueves del mes. —Carly elevó sus cejas y golpeó su frente. ¡Lo había olvidado! Ella nunca olvidaba este tipo de cosas, era su costumbre desde la niñez.

      —Lo siento, lo siento, lo siento. Lo olvidé por completo. ¿Podemos posponerlo? —¿Hablaba en serio? Era como decir que celebrarían Navidad el día de San Valentín.

      —Podemos hacerlo ahora, traje todo —dijo y sonrió con suficiencia. La verdad era que deseaba estar con ella, ansiaba que se sentara en su regazo para poder oler su perfume a vainilla. Un momento sin que el idiota de Richard la acaparara. Lo detestaba.

      Carly no pudo responder porque unas pálidas manos la rodearon desde atrás y sus jodidos ojos azules se clavaron en los verdes de Dave.

      —Está conmigo, campeón —emitió Richard con ese tono de superioridad que lo caracterizaba. Carlene no se dio cuenta de la advertencia que le mandó a su mejor amigo con ese simple juego de palabras. No solo lo había olvidado, lo olvidó por él.

      El mismo que le había exigido un revolcón para comprobar su amor, el mismo que no pudo llevarla a una cama y le había quitado su virginidad en un maldito auto, el mismo que ni siquiera se había molestado en ponerse un puto condón. Dave quería arrancarle la jodida cabeza.

      Se olvidó de su cita por estar con Richard. ¿Era una cita? Para él lo era. Desde que estaba con el rubito ya no se veían los viernes, este era el único día que tenía disponible. Carlene se percató de su cólera contenida.

      —Hagámoslo en la noche, D. —Ya no tenía ganas, solo quería maldecir y echarse a dormir por el resto del día—. No te enojes, recuerda por qué los viernes se cancelaron primero.

      ¿Estaba