Luz de luciérnaga (2a edición) + Somos electricidad. Zelá Brambillé. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Zelá Brambillé
Издательство: Bookwire
Серия: Wings to Change
Жанр произведения: Книги для детей: прочее
Год издания: 0
isbn: 9788418013126
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seguían aquellos personajes. No pudo ignorar más la fuerte presión en su pecho y dejó escapar un sollozo. ¿Por qué estaba deshecha de todos modos? Dio pasos atrás, alejándose lo más posible de aquella pesadilla, de aquel universo subalterno.

      —Si fueras un poco más femenina, no hubiera pasado esto

      —Carlene arrugó la cara, no tenía tiempo para los discursos egoístas de su madre. La miró con desprecio, esta levantó las manos en señal de derrota y se marchó. Escuchó el timbre de su teléfono, caminó con calma hasta él y tomó una respiración profunda al reconocer el número en el identificador.

      —¿Diga? —dijo al contestar.

      —¡Carly! —exclamó esa voz conocida que siempre la hacía sonreír. No contestó porque no quería que se le rompiera la voz—. Luciérnaga, ¿estás ahí?

      —Ajá. —¿Por qué no podía solo ignorar todo? Sintió cómo el ceño de Dave se frunció, pudo imaginar sus facciones confundidas.

      —¿Estás bien? —Casi pudo escuchar la sonrisa, mientras ella sentía que su mundo se desmoronaba. Sonaba esperanzado, ¡Dios!, no quería escucharlo parlotear sobre esa chica.

      —Sí, lo estoy.

      —Adivina las nuevas noticias. —Carlene cerró los ojos, esperando el crudo golpe.

      —Sabes que no soy buena con las adivinanzas, D.

      —¿Recuerdas a Amanda? —Afirmó con un sonido nasal. Era imposible no recordar a la demente que la torturaba cada día—. Estás hablando con su nuevo novio, ¿no es genial?

      Quería decir no.

      Apretó el aparato con fuerza, al igual que su mandíbula. ¿Por qué de todas tuvo que haber elegido a la mayor perra del mundo? Amanda y su clan de obreras se burlaban de ella por cualquier cosa, le hacían zancadillas, jalaban su cabello, la llamaban por sobrenombres horribles. Todos en la escuela hacían lo que Amanda decía, por lo tanto, era repudiada por la mayoría. Le estaba quitando ahora a su mejor amigo.

      —¿Carly? —La voz divertida de Dave la hizo reaccionar.

      —¡Sí! Eso es… estupendo. ¡Felicidades! —Forzó a que las palabras salieran, pero lo que en realidad quería hacer era vomitar.

      —Ya sé que es algo repentino, no te molesta, ¿cierto? —Agachó la cabeza como si de un crimen se tratara. Se miró la ropa y la anatomía gracias al único espejo de su habitación. Amanda era preciosa, ella era… ella. Una chica de cabello simple castaño, demasiado flacucha y plana, siempre vestida con playeras muy grandes para su talla y jeans holgados. No podía competir contra la porrista con cuerpo de modelo.

      —No, para nada, Dave, soy tu amiga y te apoyo. —Él guardó silencio, ella habría preferido que no abriera la boca.

      —Eres grandiosa, gracias por entender. No podría tener mejor hermano.

      La había llamado hermano, no hermana. Sintió su labio inferior temblar y cómo la nariz comenzó a picarle.

      —Sí… —Aclaró su garganta—. Tengo que colgar, Dave, mamá me está llamando.

      —Nos vemos. —Colgó, miró el teléfono con incredulidad. Dave no había recordado los planes que tenían.

      El muchacho se preguntó si estaba haciendo lo correcto, no estaba cómodo con los sucesos, pero no tenía muchas opciones, pues la condición de Amanda para que dejara de joder a Carlene era que fuera su novio. Sabía que esto los alejaría, sabía que estaba actuando como un cretino al salir con la chica que molestaba a la persona de la que estaba enamorado.

      Por un momento soñó que Carlene le pedía que la dejara, por Dios que si lo hubiera hecho, él habría dejado esa relación estúpida y sin sentido. La joven era hermosa, pero él no se sentía atraído.

      Rascó su cuero cabelludo y se detuvo frente a su ventana, la vista fija en la de su habitación. Suspiró profundo cuando vio la silueta de Carlene sentada en su banquito.

      Tomó su teléfono de nuevo y le marcó a Roger, su mejor amigo. Lo había conocido gracias al equipo de lacrosse, era el único que sabía todo lo que sentía hacia su mejor amiga. El mencionado contestó con su típico saludo distraído.

      —Estoy saliendo con Amanda —dijo Dave apenas pudo. Escuchó un silbido del otro lado.

      —Pero está loca, pensé que estabas enamorado de Carlene.

      —Lo estoy —dijo en un gruñido, enojado de que dudaran de sus sentimientos, y su pecho se desinfló—, pero ella de mí no. Quiero mirarla y no pensar en besarla todo el tiempo, no quiero arruinar lo que tenemos.

      —¿Por qué no se lo dices y ya? —Ese era el problema, no tenía el valor para hacerlo. Cada vez que lo intentaba, algo sucedía en su interior y nada salía.

      —Porque ya no sé a qué le tengo miedo, si a perderla o a que me rechace.

      Estaba sentada con los chicos como la mayoría de los recesos. Roger platicaba sobre un tonto concierto en el nuevo bar de Nashville. Los gemelos Michael y Martín tenían los lentes adheridos a su nuevo ordenador o como les gustaba llamarlo: «juguete». Ian insistía en que era una obligación ir a la inauguración porque toda la gente genial iba a asistir. Dave, quién no se podía sentar a su lado por órdenes de su novia, la miraba con una comisura izada.

      —Iremos to-dos —dijo con severidad, directamente a Carly; ya sabía que era probable que fuera a inventar alguna excusa para no ir. Esta rodó los ojos y asintió sin más remedio.

      Las cosas estaban demasiado tensas entre ambos, Carlene a veces no sabía si ese era su mejor amigo. Olvidaba sus citas, sus viernes ya no eran suyos, hacía mucho tiempo que no veían una película sin que su novia estuviera mandándole mensajes cada cinco minutos.

      —¿Cómo te vas a deshacer de tu correa? —preguntó Ian. David se encogió de hombros, evitando el tema. No le gustaba hablar de Amanda, quien comenzaba a molestarlo sobremanera. No era divertida, no era carismática, no era Carlene. Estaba harto de que lo acosara todo el tiempo, de que le exigiera que se alejara de Carly, ¡estaba lunática!

      Siguieron hablando de tonterías. Carlene se sentía cómoda con ellos, excepto con Ian, que a veces era una espina en el trasero, pero todo había mejorado desde que era novio de Lissa, su amiga, a quien había conocido en una fiesta. Congeniaron inmediatamente cuando ambas negaron indignadas a causa de una chica que estaba tirada en el suelo por causa del alcohol.

      —¡¡David!! ¡¿Qué haces ahí?! —chilló alguien a sus espaldas. Carlene clavó las uñas en sus palmas al escuchar su estúpida voz chirriante—. Aléjate de la marimacho.

      Sintió el coraje creando una bola en su garganta, más cuando Amanda se movió para mirarla y lanzarle una mirada engreída. Le dio una ojeada a su mejor amigo, esperando que dijera algo, pero él solo le frunció el ceño a su novia. Más dolida que ofendida, se dijo que ya era suficiente. Desde que ellos iniciaron su relación, las groserías aumentaron. Sí, ya no la empujaba en los pasillos ni metía insectos en su bolso, pero le decía cosas hirientes e inventaba chismes sobre ella.

      Se levantó de golpe, causando que todos en la cafetería miraran la escena, y se detuvo frente a su rival. No dejaría que nadie nunca más la pisoteara. Ni su madre, ni sus compañeros ni David.

      —Repite lo que dijiste —dijo, altiva. La chica pelinegra soltó una risita, al igual que su grupo de amigas que analizaban su vestimenta.

      —Marimacho —soltó. Carlene sonrió de lado, casi agradeciéndole al cielo que ella lo hubiera dicho porque sería la última gota que permitiría cayera en su vaso. Nadie se esperaba lo que ocurriría a continuación.

      —Ya