Han buscado testigos contra él, sin duda falsos, según Mateo, mientras que para Marcos se trata sencillamente de una búsqueda de testigos: Mateo quiere subrayar de inmediato la doblez del sanedrín, pero cayendo en una especie de contradicción, al buscar y hacer hablar a testigos falsos, primero se los prepara bien, mientras que estos no consiguen crear nada jurídicamente válido contra Jesús. Según las prácticas judiciales hebreas, los testigos deben ser escuchados independientemente uno de otro, sin que se oigan entre ellos y sus testimonios deben coincidir para ser considerados dignos de confianza. El significado de lo que refiere Marcos: «Muchos de hecho testificaban en falso contra él y por eso sus testimonios no concordaban» se puede leer exactamente al contrario: que no siendo concordantes sus testimonios, debían considerarse falsos. Tal vez los sacerdotes y los fariseos no tuvieran tan mala fe como para crear anticipadamente un proceso falso. Se podría considerar que, para ellos, las motivaciones de la condena lo sean realmente y que su problema sea realmente conseguir demostrarlas según la ley, de la cual se consideran custodios.
Para Lucas, el proceso se realiza en los locales del sanedrín y sus miembros se reúnen solo para las tareas diarias.
Las diferencias a este respecto entre los evangelistas no son sustanciales. El palacio de Anás y Caifás linda con el templo, así como con la sede del sanedrín. Como veremos mejor más adelante, los Evangelios no son actas de los acontecimientos, sino noticias contadas por escrito algunas décadas después y transmitidas antes oralmente, por lo que son inevitables algunas discordancias secundarias. Que el proceso haya tenido lugar en la sede del sanedrín o en la casa de Caifás no tiene ninguna importancia real, lo que importa en todo es que los miembros del sanedrín estaban presentes.
Entretanto, Jesús se encontraba en prisión, objeto de burlas y de golpes por parte de los hombres que lo custodiaban.36 Lo habían vendado y le habían dicho: «Adivina quién te ha pegado» y le habían lanzado muchos insultos.
Lucas no habla de testigos.
En Mateo se presentan «finalmente» dos testigos que afirman, se puede suponer que, según las reglas, uno independientemente del otro: «Este hombre dijo: “Yo puedo destruir el Templo de Dios y reconstruirlo en tres días”».37 En este caso, la acusación puede ser de nigromancia, castigada con la muerte como se deduce de Levítico 20, 27. El evangelista no dice que caen en contradicción. Pero sí lo dice Marcos:38 algunos se levantan para hablar: «“Nosotros lo hemos oído decir: ‘Yo destruiré este Templo hecho por la mano del hombre, y en tres días volveré a construir otro que no será hecho por la mano del hombre’” Pero tampoco en esto concordaban sus declaraciones». Para los testigos de Mateo, Jesús afirma que puede hacerlo, para los de Marco, que promete hacerlo. No concordando tampoco estos testimonios, Caifás pide explicaciones a Jesús: «¿No respondes nada? ¿Qué testimonian estos contra ti?» Se puede pensar que pretenda decir: «¿Solo has dicho que puedes hacerlo o han prometido hacerlo?» Jesús no responde nada,39 no explica al sanedrín que se había referido simbólicamente, o bien a la resurrección de su cuerpo, o bien a la Iglesia que habría sustituido a su cuerpo. La acusación del sanedrín se basa en la profecía que Jesús había hecho de la futura destrucción del templo por parte de Roma en el año 70, que los testigos debían haber oído por otros y tergiversado. En Marcos, Cristo solo había dicho a uno de sus discípulos, pero públicamente: «¿Ves esa gran construcción? De todo esto no quedará piedra sobre piedra: todo será destruido»40 y, de forma similar en Mateo41 y en Lucas42; en Juan, después de haber expulsado a los mercaderes del templo, los judíos presentes le piden una señal que atestigüe su derecho a hacer estas cosas. Jesús responde: «Destruid este templo y en tres días lo volveré a levantar».43 En este caso, hay un doble significado: en el primer sentido, es un desafío concreto a los judíos y, en el segundo, el sentido teológico de la resurrección de su cuerpo. Jesús esencialmente solo ha profetizado la destrucción del templo, ciertamente no por él, pero sabemos que las noticias pueden ser solo de oídas y además que, manipulándolas, se modifican y generan más versiones similares, pero no idénticas.
Veamos la conclusión de este proceso.
Una vez desaparecida la esperanza de poder condenar a Jesús gracias a los testigos, a Caifás no lo queda más que una pregunta, motivada por el hecho de que durante su vida pública Cristo se ha proclamado señor del sábado y ha perdonado pecados (una blasfemia):
En Marcos: «¿Eres el Mesías, el Hijo de Dios bendito?».44.
En Mateo, Caifás pide a Jesús que responda, bajo juramento: «Te conjuro por el Dios vivo a que me digas si tú eres el Mesías, el Hijo de Dios».45
Jesús responde inmediatamente: «Yo lo soy» o, mejor, «YO SOY», que es la definición misma de Dios y afirmando
«… y veréis al hijo del hombre
sentarse a la derecha del Todopoderoso – (es decir, de Dios – N. del A.)
y venir sobre las nubes del cielo – (Cielo es uno de los sobrenombres de Dios – N. del A.).46
En Lucas,47 que, como sabemos, ha omitido los testimonios inútiles, el sanedrín pide inmediatamente al acusado: «Dinos si eres el Mesías». Aquí Jesús dice algo antes: «Si os respondo, no me creeréis y si os interrogo, no me responderéis». Luego proclama: «Pero en adelante, el Hijo del hombre se sentará a la derecha de Dios todopoderoso». Entonces le preguntan: «¿Entonces eres el Hijo de Dios?»
Advirtamos que Lucas distingue mejor que Mateo y Marcos entre Cristo e Hijo de Dios: primero le han preguntado a Jesús si se proclama el Mesías, que para los hebreos es un hombre con un enorme carisma, pero solo un hombre, no Dios. A la respuesta de Jesús de ser Dios, le piden que lo repita, como si dijeran: ¿Pero ahora además te proclamas Dios?
Jesús responde: «Vosotros mismos lo decís: yo lo soy». También aquí «YO SOY».
En este punto no hacen falta más testimonios contra Jesús.
Según la ley, no ilegalmente, Jesús es condenado a Muerte: por blasfemia muy grave, tanto que Caifás se rasga las vestiduras. Leemos en Mateo: «Entonces el Sumo Sacerdote rasgó sus vestiduras, diciendo: “Ha blasfemado. ¿Qué necesidad tenemos ya de testigos? Acabáis de oír la blasfemia. ¿Qué os parece?”. Respondieron: “Merece la muerte”. Luego