Angeles, Arcangeles y Fuerzas Invisibles. Robert J. Grant. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Robert J. Grant
Издательство: Ingram
Серия:
Жанр произведения: Эзотерика
Год издания: 0
isbn: 9780876048795
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extraña indiferencia, dirigió su atención hacia su insólito entorno. Oscuridad. Tinieblas. Negrura.

      ¿Dónde estoy?, pensó. ¿No estoy muerto? Ni un rastro de ansiedad. Flotando en un mar de satisfacción, el doctor Rodonaia no sentía ni dolor ni angustia.

      Un minúsculo punto de luz empezó a asomar en la oscuridad. La luz fue creciendo gradualmente, y él se sintió atraído hacia ella. Al acercarse a esta luz, experimentó una felicidad y una paz inmensas. Después, quedó absorto en el resplandor. Aunque estaba solo, se sentía completamente rodeado de un amor inconmensurable. No veía a nadie; ningún guía, ningún familiar fallecido había acudido a acogerlo.

      Se dio cuenta de que la luz no era una persona, sino una inteligencia —viva— más viva que cualquier persona que había conocido hasta entonces. Había mundos dentro de la luz. De pronto vio que ésta se dividía en sectores: otros seres dentro de un Ser mayor. Observó que él también era una «luz» como la esfera en la que se encontraba. Tratando de explorar estos cuerpos radiantes, se vio de inmediato inmerso en unas esferas de luz. Éstas tenían nombre: Sabiduría y Conocimiento. Dos esferas diferenciadas de inteligencia, pero con una fuente común.

      Al doctor Rodonaia le maravilló que la Sabiduría y el Conocimiento que estaba experimentando fueran inteligencias que superaban su imaginación: eran las Fuentes de todo aquello que puede aprenderse en el mundo físico. Más tarde pensaría, al despertar, que esas esferas celestes abarcaban el espíritu humano pero eran más grandes, mucho más grandes que cualquier cuerpo o ser terrenal. Al desplazarse por la infinidad de esa luz, tuvo una especie de conocimiento universal. En cuanto formulaba una pregunta en su mente, surgía una respuesta instantánea. El doctor Rodonaia estaba fascinado, porque era un científico y nunca se había detenido a pensar en la supervivencia del alma después de la muerte. Le invadió una alegría más plena que cuantas había sentido en la tierra, y se dejó conducir a esferas más elevadas de comprensión, armonía y paz. Mientras tanto, su cuerpo permanecía silencioso y olvidado en el depósito de cadáveres. Olvidado por su alma, y también por los adversarios que lo habían matado.

      Sintiéndose más vivo que en toda su vida en la tierra, el doctor Rodonaia absorbió esa brillante comprensión de la vida en todos sus aspectos. Conoció los misterios antiguos, los enigmas y secretos de todas las épocas. Se impregnó del conocimiento que había dentro de la luz, comprendiendo que el universo es algo vivo, benévolo, omnipotente.

      Tras lo que le parecieron siglos dentro de la luz, el doctor Rodonaia advirtió que descendía. Volviendo su atención hacia ese descenso, vio la tierra y la gente que había conocido durante su vida mortal. Deseó saber qué les ocurría a sus amigos y familiares, y se dejó llevar hasta el hogar de su mejor amigo, Maurice. Suspendido en las alturas sobre una escena que se desplegaba como una representación teatral, el doctor se sentía dichoso y sereno. De pronto, sus sentimientos de paz y armonía dieron paso a pensamientos sombríos. Vio a su mejor amigo contemplar desamparado una cuna en la que un bebé lloraba de dolor. El doctor Rodonaia, que seguía en ese inusual estado de conciencia en que la respuesta a cualquier pregunta surgía con tan sólo desearlo, comprendió al instante lo que ocurría. Aunque su mejor amigo no sabía por qué su hijo llevaba todo el día llorando de forma despiadada, el doctor Rodonaia supo de inmediato que tenía rota la cadera. Una niñera descuidada lo había dejado caer y no había informado del accidente. Cuando los padres llegaron a casa, se encontraron con los gritos del niño, inconscientes de la tragedia.

      El doctor Rodonaia sintió el deseo de decirle al bebé que dejara de llorar, porque nadie entendía lo que estaba tratando de expresar. En cuanto este deseo cruzó los pensamientos de su psique, el niño dejó de llorar de inmediato y levantó los ojos hacia él. De todos los que estaban en la sala, el bebé fue el único en sentir la presencia del médico. Los amigos del doctor Rodonaia estaban estupefactos. ¡El niño llevaba todo el día llorando! ¿Por qué habían cesado sus llantos?

      Rodonaia sintió que tiraban de él hacia arriba, y que dejaba el hogar de su amigo para retornar a los campos celestiales de la Sabiduría y el Conocimiento. Pero la escena que acababa de presenciar lo había llenado de desconcierto. Deseaba poder hacer algo en ayuda del niño. Nada más concebir este pensamiento, sintió que era apartado de la luz para regresar a la oscuridad en la que se hallaba inmediatamente después de su asesinato.

      El doctor experimentó una fuerte ansiedad al sentir cómo se alejaba de la luz. Pronto se encontró observando otra escena terrenal: el hospital al que habían llevado su cadáver.

      ¡La sala de autopsias! Los patólogos habían transportado su frío y rígido cuerpo desde el depósito de cadáveres hasta la mesa de autopsias. Cuando el equipo médico comenzó su trabajo póstumo, practicando cortes en la cavidad torácica y abdominal, el doctor Rodonaia empezó a perder su conciencia expandida y a deslizarse hacia abajo, en dirección a su cuerpo. De repente se sintió frío. Helado. Entonces sintió la pesadez de su cuerpo. El frío era insoportable. Trató de gritar, pero sus cuerdas vocales estaban congeladas. No podía mover ninguna parte del cuerpo con excepción de los párpados. Se puso a parpadear rápidamente, con la esperanza de que alguien percibiera que estaba consciente.

      «¡Está vivo!», exclamó el patólogo. Se produjo un alboroto. Las bandejas y los instrumentos médicos cayeron de golpe al suelo mientras los auxiliares sanitarios, horrorizados, daban un salto hacia atrás.

      «Súbanlo a cuidados intensivos», gritó uno de los médicos. «¡Inmediatamente!» El doctor Rodonaia había vuelto a respirar. Lo condujeron a la sala de urgencias y le inyectaron líquidos intravenosos. Le conectaron a un aparato de respiración asistida.

      ¡El doctor Rodonaia había regresado de entre los muertos al cabo de tres días en el depósito de cadáveres!

      «Esto es imposible», murmuró el patólogo. «¡Imposible!»

      Cuando recuperó todo el conocimiento casi una semana más tarde, el doctor Rodonaia vio a su mejor amigo junto a su cabecera, con la mirada perdida y conmocionado.

      «Tu niño», dijo con voz ronca el doctor Rodonaia, hablando por vez primera. «La cadera de tu niño… está rota… ¡necesita un médico inmediatamente!».

      Su amigo lo miró con asombro. «Pero George… ¿cómo puedes saber tú lo que le pasa a mi hijo?».

      Con toda la urgencia que era capaz de transmitir, el doctor Rodonaia suplicó a su amigo que llevara al niño al hospital. «La niñera dejó caer a tu hijo… está herido… malherido. ¡Vamos! ¡Date prisa!»

      El dolor aumentó y Rodonaia cayó inconsciente. Su amigo pasó por la sala de enfermería, telefoneó a su esposa y le pidió que llevara al niño de inmediato al hospital para unas radiografías.

      El niño llegó al hospital casi al borde de la muerte. Las radiografías mostraron una rotura del hueso de la cadera. Llamaron a un especialista. «El niño se recuperará», les dijo el médico a los angustiados padres.

      El amigo del doctor Rodonaia se acercó llorando a la cabecera de George. Agarró la mano de su milagroso amigo. «Has salvado a mi hijo… has salvado a mi niñito…».

      Rodonaia experimentó una prodigiosa y total recuperación, que no le dejó lesión cerebral alguna. Se soldaron la columna vertebral y los huesos rotos. Más adelante, desertó con éxito de la Unión Soviética antes de la caída del comunismo, y hoy en día es pastor metodista en Estados Unidos. Recuerda con minucioso detalle su excursión de tres días al mundo de los muertos. Como resultado de la misma, ha dedicado su vida y su obra al servicio de la humanidad.

      El doctor Rodonaia, quien relató este episodio durante una entrevista realizada en 1993, así como en un corto documental titulado Life After Life (producido por Cascom International en 1992), no olvidó nunca su visita a los mundos celestiales de la Sabiduría y el Conocimiento. Según un antiguo texto, El Libro de Enoc, que en el pasado formó parte de la Biblia, la Sabiduría es una inteligencia divina —un ángel— cuya influencia se enseña en las escuelas místicas, mientras que la fuente real de sabiduría reside en las esferas invisibles: «La sabiduría