ONG en dictadura. Cristina Moyano. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Cristina Moyano
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Документальная литература
Год издания: 0
isbn: 9789563572346
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de desarrollo de muchas ONG. Configuró una suerte de horizonte colectivo capaz de dar significado a la producción del saber con un sentido político emancipador.

      En el capítulo que nos ocupamos de la educación popular seguimos la historia de ECO, Educación y Comunicaciones, que jugó un rol muy activo en convocar a los educadores a reflexionar sobre sus prácticas tanto en sentido educativo como político. Por cierto, ECO no fue la única ONG que se ocupó de la educación popular como temática específica; también el PIIE y el CIDE hicieron sus propios aportes, y durante la década de los ochenta se llevaron a cabo diversos seminarios, talleres e incluso encuentros nacionales de educadores populares.

      Como se propone en el capítulo dedicado a ECO, se pueden reconocer etapas en la educación popular: a) una etapa formativa, a fines de los años setenta; b) una etapa expansiva, de articulación y de mayor elaboración teórica y política, en el primer lustro de los ochenta; y c) una etapa de crisis e interrogantes sobre el futuro de la democratización en Chile, que paulatinamente dividió las aguas e hizo perder perfil y mayor proyección al movimiento de educadores populares.

      La educación popular constituyó una experiencia muy relevante en los años ochenta, la que paradójicamente se fue debilitando cuando en medio de las protestas nacionales reemergieron los liderazgos partidarios y la política comenzó a recrearse siguiendo formas relativamente tradicionales.

      De otro lado, la comunicación popular y las comunicaciones alternativas organizaron debates sobre las dimensiones culturales del mundo popular, sobre las posibilidades de construir una opinión pública en un contexto dictatorial, de reunirse y socializar, de “contarse” y “encontrarse” en espacios comunicativos y, por ende, en lugares políticos de enunciación donde se podía disputar la autonomía de los actores sociales. Las comunicaciones, como se indica en el capítulo respectivo, fueron expandiéndose a lo largo del siglo XX, con la prensa, la radio y la televisión. En los años cincuenta y sesenta, el Estado y las universidades jugaron roles más activos cuando la comunicación fue vista como un medio y un factor relevante en los procesos de integración social. Por supuesto, durante la Unidad Popular las comunicaciones fueron un campo permanente de disputa y de “construcción de realidad”, especialmente desde la oposición al gobierno de Salvador Allende. En dictadura, todo cambió cuando suprimido el estado de derecho y conculcadas las libertades públicas, se impusieron los medios “oficiales” y se silenció toda forma de comunicación que no fuera la aceptada por los militares en el poder. Parte de la planificación y la ejecución del golpe de Estado consistió en el control de la TV y el silenciamiento de las radios cercanas a la UP, cuyas antenas fueron destruidas; los medios escritos fueron inmediatamente prohibidos y sus instalaciones allanadas y expropiadas.

      Para quienes se resistieron a la dictadura, la comunicación se transformó en un asunto crucial. Saber qué estaba ocurriendo, intercambiar noticias, evaluar los alcances del golpe, las formas y la magnitud de la represión, las noticias del exterior, eran todas necesidades de información fundamentales para comprender la nueva realidad. Entonces, no solo se imponía la reflexión, sino también ensayar nueva formas de comunicación, muchas de las cuales podían costar la detención e incluso la vida: un rayado en una micro, una muralla, en un banco en la escuela; editar y distribuir un panfleto; alzar la voz cuando se averiguaba sobre la suerte de un familiar detenido; hacer un “contacto” clandestino en la calle. Nuevas formas y nuevos códigos de comunicación eran inevitables: la “R” de la resistencia era un verdadero símbolo de que había oposición, que el régimen no las tenía todas consigo.

      La emergencia de nuevas “formas de comunicación” en la sociedad y la necesidad de elaborar (poner labor en la comprensión) la nueva realidad se fueron imponiendo en los grupos organizados en las bases de la sociedad, así como entre los intelectuales vinculados a las comunicaciones.

      Renato Dinamarca nos propone en su capítulo una periodización de este proceso entre los intelectuales chilenos: “En un primer período, 1977-1980, los investigadores del campo de la cultura y las comunicaciones buscaron desarrollar una labor de rescate de las expresiones de la cultura democrática que estaban siendo borradas de la memoria colectiva por parte de la dictadura, al tiempo que nacen las primeras experiencias de comunicación alternativa y popular en Chile. Luego, en el período 1980-1983, los intelectuales vinculados al campo comenzaron a analizar las modificaciones que la dictadura llevaba a cabo en el ámbito de las comunicaciones y, desde 1983, el problema al que buscan dar respuestas fue el de la democratización del sistema de comunicación, el que es abordado desde diversas perspectivas teóricas que contribuyeron al debate y al desarrollo de nuevas experiencias en el ámbito de las comunicaciones”.

      En cada etapa concurrieron diversos actores, especialmente intelectuales agrupados en las ONG que se ocuparon de temas culturales y comunicacionales: Ceneca, ILET y ECO, especialmente. Estas organizaciones tejieron relaciones con el mundo popular y reelaboraron sus nociones y propuestas relativas a la comunicación vinculándolas al desarrollo de la propia cultura popular y sus modos de expresión (el teatro, la canción, los micromedios), al tiempo que se ocupaban del impacto que alcanzaba la televisión como el mayor medio masivo de comunicación. Junto con las diversas expresiones culturales, se gestaron también en dictadura medios propios de comunicación entre los sectores más organizados: los boletines populares, que hacia mediados de los años ochenta, con el apoyo de ECO, dieron vida a una red de prensa popular.

      Junto con la gestación de nuevas formas de comunicación popular, se hizo necesario dar continuidad a los debates sobre las comunicaciones que precedieron al golpe de Estado y a los desafíos que se instalaban tanto para influir en las comunicaciones en el nivel nacional durante la dictadura como en una futura democracia. El capítulo de Dinamarca hace un seguimiento de estos procesos y de las elaboraciones que los acompañaron hasta la recuperación de la democracia.

      Otro de los ejes innovadores fue el debate sobre y desde las mujeres y, en particular, acerca de las mujeres populares, lo que permitió una oleada feminista novedosa, cuyos sentidos políticos vinieron a cuestionar los contenidos sociales de una futura democracia. En ese plano, un feminismo asociado al activismo militante de cientistas sociales, cuyas prácticas y debates conformaban un arco de contención a las disímiles formas de incorporar al género como categoría analítica y de experiencia, marcaron gran parte las discusiones transversales que cruzaron el campo intelectual de oposición durante los años ochenta.

      Con perspectiva histórica, no parece exagerado sostener que uno de los más significativos movimientos sociales en dictadura fue el de mujeres, que si bien tendió a declinar en los noventa, ha vuelto a emerger con nuevas expresiones, sobre todo entre mujeres jóvenes, en los años dos mil. El estudio del movimiento de mujeres ocupa dos capítulos de este libro, uno relativo a la participación política y la producción de conocimientos sobre las mujeres, y otro relativo al análisis de un grupo de intelectuales mujeres que, junto con trabajar temáticas de género, buscaron potenciar el desarrollo de un “feminismo popular” que colaborará con la constitución de un actor social para incidir en la futura democratización del país.

      El Movimiento Social de Mujeres tuvo tempranas expresiones en los primeros meses y años de la dictadura en el campo de los derechos humanos, y se multiplicó luego entre diversos sectores de mujeres pobladoras, sindicalistas y campesinas. Particular importancia adquirieron las expresiones femeninas en medio de la acción de la Iglesia católica en el ámbito poblacional. En los años ochenta el movimiento alcanzó visibilidad pública a través de “coordinadoras” que agruparon no solo a diversos grupos de mujeres, sino que elaboraron manifiestos y salieron a las calles. La producción intelectual se verificó contemporáneamente y en interlocución con estas diversas iniciativas de asociación y expresión pública de las mujeres.

      Pero también debió enfrentar, como se sostiene en el capítulo elaborado por Valentina Pacheco, diversos nudos temáticos, con efectos sociales y políticos: el feminismo y la incorporación del género como categoría analítica y práctica; la crítica a la estructura política tradicional y el papel de los partidos con relación a los movimientos sociales, y, en tercer lugar, las relaciones intelectuales-pueblo. Por una parte, el movimiento ponía en discusión las opresiones cotidianas y, por otra, en el campo teórico, el debate género y clase tensaba