que al principio para mi
era el mundo un paraíso.
Así viví sin temor,
disfrutando los placeres
del mundo tan seductor;
en él encontré el amor
al encontrar las mujeres.
Mis oídos las oyeron,
y mis ojos las miraron,
y ángeles me parecieron;
mis ojos, ¡ay!, me engañaron
y mis oídos mintieron.
Entre placeres y amores
fueron pasando mis años
sin recelo ni temores,
mi corazón sin engaños
y mi alma sin dolores.
Mas hoy ya mi corazón
por su bien ha conocido
de los hombres la traición
y mi alma ha descorrido
el velo de la ilusión.
Ayer vi el mundo risueño
y hoy triste lo miro ya;
para mí no es halagüeño;
mis años han sido un sueño
que disipándose va.
Por estar durmiendo ayer,
de este mundo la maldad
ni pude ni quise ver,
ni del amigo y mujer
conocí la falsedad.
Por el sueño, no miraron
mis ojos teñido un río
de sangre, que derramaron
hermanos que se mataron
llevados de un desvarío.
Por el sueño, madre mía,
del porvenir, sin temor,
ayer con loca alegría
entonaba en una orgía
cantos de placer y amor.
Por el sueño fui perjuro
con las mujeres allí;
y en lugar de tu amor puro,
amor frenético, impuro,
de impuros labios bebí.
Mi corazón fascinaste
cuando me ofreciste el bien;
pero (¡oh mundo!), me engañaste
porque en infierno trocaste
lo que yo juzgaba Edén.
Tú me mostraste unos seres
con rostros de querubines
y con nombres de mujeres,
tú me brindaste placeres
en ciudades y festines.
Tus mujeres me engañaron.
Que al brindarme su cariño
en engañarme pensaron
y sin compasión jugaron
con mi corazón de niño.
En tus pueblos no hay clemencia,
la virtud no tiene abrigo;
por eso con insolencia
los ricos, en su opulencia,
encarnecen al mendigo.
Y en vez de arroyos y flores
y fuentes y ruiseñores,
se escuchan en tus jardines
los gritos y los clamores
que salen de los festines.
Por eso perdí el reposo
de mis infantiles años;
dime, mundo peligroso,
¿por qué siendo tan hermoso
contienes tantos engaños?
Heme a tus pies llorando arrepentido,
fría la frente y seco el corazón;
¡ah!, si supieras cuánto he padecido,
me tuvieras, ¡os madre!, compasión.
No te admires de hallarme en este estado,
sin luz los ojos, sin color la tez;
porque mis labios, ¡ay!, han apurado
el cáliz del dolor hasta la hez.
¡Que es veneno el amor de las mujeres
que en el mundo, gozoso, yo bebí!
Pero, a pesar de todos los placeres,
jamás pude olvidarme yo de ti.
Siempre, extasiado, recordó mi mente
aquellos días de ventura y paz
que a tu lado viví tranquilamente
ajeno de este mundo tan falaz.
Todo el amor que tiene es pasajero,
nocivo, receloso, engañador;
no hay otro, no, más puro y verdadero
que dure más que el maternal amor.
Vuelve, ¡oh madre!, a mirarme con cariño;
tus caricias y halagos tórname;
yo de ti me alejé, pero era un niño,
y el mundo me engañó, ¡perdóname!
Yo pagaré tu amor con el exceso
con que pagan las flores al abril;
mil besos te daré por sólo un beso,
por un abrazo yo te daré mil.
Dejemos que prosigan engañando
los hombres y mujeres a la par;
de nuestro amor sigamos disfrutando
en sus engaños, madre, sin pensar.
Porque es triste vivir si piensa el alma,
y mucho más si siente el corazón;
nunca se goza de ventura y calma
si se piensa del mundo en la ficción.
También es oportuno aclarar que, según pasan los años, las imágenes de la mente se van desvaneciendo, pero a pesar de todo, aún recuerdo a un chico caminando por las calles de su barrio. Son las mismas que lo vieran con su portafolio de colegio, con sus clásicos bolsillos repletos de papeles brillantes, goma de pegar, su tijerita... También tenía dos divisiones, era de cuero y el más caro (síntoma de niño mimado), con carpeta, cuaderno, figuritas y hasta algún avión o barco de papel, guardado rápidamente, por miedo a ser descubierto por su madre, o por su maestra.
– Un avión o un barco de papel, es un juguete; que nos puede representar confianza, pero también lo breve que puede ser la vida. He arrojado barcos y aviones por un tramo de agua o por un espacio aéreo determinado; tuve confianza que llegarían a destino, los arrojé con fe, y se hundieron o se estrellaron contra una pared. Ellos me enseñaron lo breve que puede ser el camino; lo efímera que puede ser la vida, lo perfecta que puede ser sí tenemos quien nos ame, efímero el amor