III. EL PUNTO DE PARTIDA: LAS PRIMERAS CONVICCIONES SOBRE JESÚS
IV. EL FUNDAMENTO DE LAS CONVICCIONES
V. JESÚS, EL FUNDAMENTO DE LA FE
I. NUESTRO ITINERARIO HACIA JESÚS
1. JUSTIFICACIÓN DE NUESTRO ITINERARIO
Hablamos de un itinerario porque la revelación de la identidad de Jesús es un camino gradual. Es impensable que Jesús revelara de golpe y explícitamente su propia identidad a los discípulos y que éstos comprendieran todo, y con todas sus consecuencias. A primera vista, nos podrá parecer modesto el contenido de la fe de los testigos más primitivos, pero, ¿cómo podía revelar Jesús su propia identidad? ¿Podía hacerlo de una sola vez? ¿Habrían comprendido los discípulos una revelación de golpe? La fe inicial de los discípulos debía ser embrional. No podía sino ser embrional, pero estaba destinada a irse desarrollando gradualmente.
Carácter histórico de la revelación cristiana
«El Verbo se hizo carne» (Jn 1,14). Esta impactante afirmación declara que el cristianismo tiene sus raíces en la historia. El cristianismo no es una filosofía, un mito o una especulación; el cristianismo es un acontecimiento cuyas raíces se hunden en la historia de los hombres, y que tiene su centro en la revelación histórica de Dios en Jesús de Nazaret, es decir, en aquel concreto Hijo de María, que nació y vivió en un tiempo y en un lugar determinados.
Objeciones contra la confiabilidad de los evangelios
La revelación cristiana, que nos es transmitida de generación en generación, enfrenta el desafío de quienes rechazan su verdad histórica, y así, vacían de contenido el cristianismo. Estas objeciones, desarrolladas por H.S. Reimarus, D.F. Strauss y W. Bousset, entre otros, han sido amplificadas y popularizadas, en los últimos años, por los medios de comunicación, lo que nos exige hoy un acercamiento crítico a Jesús. Reimarus dirá que los discípulos engañaron a todos al proclamar la resurrección y que, por tanto, el cristianismo es un fraude; Strauss considerará que los relatos evangélicos son un puro andamiaje narrativo, sin valor histórico, para expresar un mensaje teológico; Bousset afirmará que el cristianismo de Jesús era una enseñanza muy simple y que cuando cayó en mentes griegas se comprendió a la luz de las religiones helenísticas y que, por lo tanto, el cristianismo es un gran malentendido; otros, como la novela El Código Da Vinci, han dicho que el verdadero fundador del cristianismo es Constantino, emperador romano del siglo IV; y así se podrían multiplicar los ejemplos. Todo esto nos indica que no es posible sostener una lectura simplista de los Evangelios.
¿Qué fuentes tenemos para conocer a Jesús?
Los personajes históricos no son observables directamente, no tenemos «la máquina del tiempo». La vida y la actividad de un hombre de la antigüedad nos es accesible por las marcas que éste deja: sus escritos, los textos que lo nombran, inscripciones, monedas, edificios, etc. Como a cualquier otro personaje de la antigüedad, a Jesús no lo podemos conocer de modo directo. Muchos años nos separan de su vida terrena, sólo lo podemos conocer históricamente por medio de las huellas que ha dejado su vida. La mayor huella que Jesús ha dejado en la historia es la propia Iglesia: una comunidad visible que remite sus orígenes a la persona de Jesús de Nazaret.
Las fuentes documentales disponibles para conocer a Jesús son los Evangelios Canónicos, es decir, los que están en el Nuevo Testamento. Además de ellos, contamos con algunas breves alusiones en la literatura pagana y casi ningún dato seguro proveniente de la tradición apócrifa. Surge, entonces, la pregunta: ¿Qué valor tienen estas fuentes?
¿Cuáles son las primeras convicciones sobre Jesús?
Hasta el más escéptico historiador aceptará que el Nuevo Testamento nos permite conocer el cristianismo del siglo primero. Cada escrito, desde su propio contexto, nos describe las convicciones de su autor. Alguien podría preguntarse si acaso los evangelios son fieles al describir a Jesús, pero no podrá negar que cada evangelio, o que las cartas de Pablo, transmiten las convicciones que su propio autor tenía acerca de Jesús. Nadie puede negar que los escritos del Nuevo Testamento nos permiten conocer el contenido de la fe en Cristo de los primeros cristianos.
Pero si los documentos del Nuevo Testamento fueron escritos a partir del año cincuenta, ¿cómo acceder a la primera predicación cristiana? ¿Cómo salvar esa laguna de veinte años que media entre el primer anuncio cristiano en Pentecostés y los primeros documentos escritos? La crítica histórica permite identificar en los documentos del Nuevo Testamento, en particular en las cartas de Pablo y los Hechos, datos históricos y unidades literarias que pertenecen al período de tiempo que va entre Jesús y Pablo, es decir, a los primeros veinte años. Entonces, sobre la base de estos datos, se puede reconstruir, al menos parcialmente, algunos elementos de la liturgia, la predicación y la vida de la comunidad que contienen una cristología implícita. La pregunta central es: ¿Qué cristología, es decir, qué ideas acerca de Cristo están implícitas en la liturgia, en la predicación y en la vida de la comunidad, en especial, en la misión y el martirio? Así, sobre la base de la vida de la Iglesia, se reconstruyen los fundamentos del primer desarrollo de la cristología.
¿Dónde se fundamentan estas convicciones?
Una vez reconstruidas las convicciones de la comunidad primitiva acerca de Jesucristo, nos preguntamos: ¿Dónde está el fundamento de estas convicciones? Las convicciones son históricamente observables pero, ¿de dónde nacen? ¿Cuál es su fundamento?
Si aceptamos, como todos los historiadores, que Jesús fue ejecutado y murió violenta y vergonzosamente, nos debemos preguntar: ¿Cómo se explica el surgimiento de una comunidad de tanto empuje, vitalidad y entusiasmo en circunstancias tan adversas? Entre la muerte de Jesús y el casi inmediato florecimiento de la Iglesia aparentemente no hay continuidad: algo muy grande debió pasar después de la crucifixión, algo que explique la gran transformación religiosa que dio origen a la Iglesia.
De acuerdo con la documentación cristiana, aquello que sucedió fue la resurrección. Los datos históricos permiten afirmar que un grupo de seguidores de Jesús, pocos días después de la crucifixión, estaban convencidos de que Jesús había sido resucitado por Dios; con tanta certeza que transformaron todo su sistema religioso. Los primeros cristianos vincularon esta transformación a la efusión del Espíritu Santo.
Pero la resurrección por sí sola no basta, si ésta no está apoyada en un recuerdo de Jesús que sea congruente con las convicciones que alcanzó la comunidad cristiana en la experiencia de la resurrección y la efusión del Espíritu. De este modo, los factores que explican el nacimiento de la Iglesia son: la vida terrena de Jesús y la experiencia de la resurrección. Finalmente, es necesario preguntarse cómo se relacionaban estas grandes convicciones acerca de Jesús, que lo vinculaban al mundo divino, con el monoteísmo heredado del judaísmo.
Jesús, el fundamento de la fe
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