Todo pasa. Horacio Serrano. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Horacio Serrano
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Документальная литература
Год издания: 0
isbn: 9789561425439
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país se casaron con japonesas. Las prefirieron a las mujeres de sus tierras.

      CUARENTINAS

      29 de abril de 1964

      Dice Eduardo Blanco Amor que las mujeres de cuarenta años son ahora tan jóvenes, que en vez cuarentonas, deberían ser llamadas “cuarentinas”. Es un caso en que el escritor intuye los hechos que más tarde comprobará el sociólogo. Porque en esta observación están sintetizadas las consecuencias de las dos últimas guerras mundiales. Antes de la primera, la juventud de la mujer terminaba muy temprano; después de la última, la “cuarentina” es más joven que nunca. Tanto que habiéndose casado y educado a sus hijos −resultados de los matrimonios tempranos de hoy− viene ella solo ahora a adquirir independencia por primera vez. La maternidad, que la había absorbido, está terminada en su parte material. En esta etapa nueva, desconocida para su madre y su abuela, encuentra ella dificultades de adaptación para comenzar de nuevo, no obstante su juventud.

      Es probable que la tendencia de antes de las dos guerras de basar el desarrollo de la mujer exclusivamente en su función de esposa y madre, dejando de lado el cultivo de su propia personalidad, debe ahora cambiar −¿será este otro aspecto del aggiornamento, la modernización preconizada por Juan XXIII?− y debe cultivar ella, además, desde temprano y sin interrupción, sus propios valores que han de servirle en la nueva juventud, la de los cuarenta años. Tal vez sea esta la forma en que mejor pueda servir a los suyos y a sí misma.

      NI TIEMPO NI ESPACIO

      10 de junio de 1964

      La cruz del hombre occidental no está formada por dos líneas que se cortan, sino por una circunferencia, dos manos y varios números: el reloj. No pende de él, pero de él depende a toda hora. No es un reloj grande, de punteros adornados, con música y campana. Para eso no hay espacio. Es pequeño y lo lleva literalmente encadenado a la muñeca.

      Denota esto la existencia de otra cruz moderna: la falta de hueco. El occidental carece de espacio, y cada vez tiene menos. Su techo, sus muebles, sus pertenencias todas son ahora menos y más pequeñas. Sus libros no caben en su casa. Sus cuadros tampoco. Hay más telas que murallas. Se terminó la mansión de tres patios, la de dos y la de uno. Ha aparecido “el ambiente único”, en circunstancias de que él no ha tenido nunca más dinero que ahora.

      En el Oriente, Japón ha sostenido una lucha mano a mano contra el espacio. Sus cuatro islas son demasiado pequeñas. Entonces el japonés ha hecho un culto del espacio. Sus parques y jardines están diseñados para emular la amplitud que no pueden tener. La casa japonesa, sin muebles ni divisiones, es su triunfo. Sus biombos tocan el horizonte. El pincel japonés pinta con deleite el infinito. Mientras el occidental lucha contra el espacio, el japonés lo venera… y lo vence.

      ¿MATRIARCADO?

      22 de julio de 1964

      En el libro de Dostoievski Los demonios, Kirilov se mata para demostrarse a sí mismo su absoluta libertad. ¿Era verdaderamente libre?

      Baudelaire amó la bestialidad de Jeanne Duval, la mulata de las Antillas, insignificante, insensible, insensata. ¿Se vio libre de ella? ¿Quiso él la libertad? La belleza de Las flores del mal, ¿fue en él reconocimiento del dominio femenino o un canto de liberación?

      En la actualidad, es probable que las evocaciones más sensuales de las formas femeninas sean, en las artes visuales, los desnudos recostados de Modigliani. ¿Dominó él a sus figuras o fue dominado por ellas?

      Difícil resulta analizar en profundidad a Kirilov, Baudelaire o Modigliani, tres casos representativos de millares de casos, porque al hacerlo sus contornos se desvanecen ante el perfil del propio analista. Como en las funciones de la física moderna, los sentimientos y el intelecto humanos parecen ser más bien complementarios. ¿Dominar, ser dominado? Más que dos fenómenos opuestos, son tal vez uno solo, complementado.

      Esto en profundidad. En superficie, y para los efectos prácticos, hay hogares y sociedades enteras que tienden a ser dominadas por la mujer; otras por el hombre. La sabiduría de los chinos demarcó desde muy temprano estas épocas, llamando yin a unas, yang a las otras. Los antropólogos las denominan hoy matriarcados y patriarcados. Países de tendencias femeninas, como Francia, están al lado de otros, como Inglaterra, de predominio masculino. Estados Unidos, femenino, está solo río por medio de México, masculino. Hay ciudades, racialmente semejantes, y de no diversa historia, cuyos signos son opuestos: en Buenos Aires se rinde culto al hombre −el tango lo canta a él−. En Santiago, a la mujer.

      Aun descontando el “crecimiento vegetativo” de la madurez femenina, debido a una emancipación económica, es evidente que las influencias de la mujer en Chile son cada vez mayores que las del hombre. Causa principal de esta tendencia parece ser que en el juego hombre-naturaleza, esto es, en la lucha por el progreso, el país ha quedado a la zaga y como consecuencia, el hombre ha perdido, como hombre y responsable de la dirección, algo de su prestigio y mucho de su propia e íntima estimación. No es ya el de principios de siglo, seguro de sí mismo, vencedor, envanecido, aplomado. El salitre ya no se vende, el cobre no es muy de él, su moneda se hizo pedazos, sus bienes disminuyen, aumentan sus males. En estas circunstancias, ha aparecido la mujer como factor económico y político, entusiasta, empeñosa, abnegada, capaz. Ha salido de su hogar y llegado a todas partes. La naturaleza no ha vencido. El acontecer, tampoco. Su optimismo se ha transformado en superioridad. El actual matrimonio temprano ha confirmado este estado de cosas: más madura, establece un dominio natural sobre su marido que los años no alcanzan a borrar.

      Dos clases de hombres han dado gloria a este país: sus soldados y sus mineros. Unos y otros debieron permanecer alejados de su hogar. Sus mujeres se capacitaron solas. Ellos llegaban solamente de tarde en tarde, siempre victoriosos. Hoy no. Se terminaron las guerras. Las minas heroicas, también. Las victorias no son ya de ellos. Han cambiado de mano. Son ahora de ellas.

      HOMBRE Y LA TIERRA, AQUÍ

      19 de agosto de 1964

      Como el Marqués de Bradomin, el de las Sonatas de Ramón Valle-Inclán, Almagro era feo y católico. A diferencia de él, no era sentimental. No podía serlo. Sufrió mucho de niño. Todo faltó en su hogar y él mismo con frecuencia sobraba. La lucha por el pan mantuvo sus características cuando, ya en América, buscó oro. Fue el primer conquistador que llegó a Chile. ¿Sentimental? No. “¿Dónde está el oro? ¿No hay? Me voy”. Era diferente en Perú, allá había a montones. Se fue.

      Valdivia era católico y sentimental. Feo no. Apuesto, gallardo, emprendió el viaje −mil leguas, sol, sed y sangre−, llevando a la grupa a la primera mujer española que pisó el campo chileno.

      Muchas razones tuvo él para quedarse. De ellas habla la historia. Pero no de una, porque es de temperamento: es probable que el conquistador quedara prendado de esta tierra. ¿Por qué había de prendarse de ella? Por un motivo que también la historia calla, porque es de sensibilidad pura: por la propia tristeza de la tierra chilena. ¿Bonita, fea? No lo supo el gallardo capitán. Pero es muy probable que, español, se haya enamorado precisamente de esa tristeza.

      Serían estas meras suposiciones si no se reconocieran en la actualidad los mismos efectos. ¿Qué ata hoy al agricultor chileno a la tierra? No es el modo de vida, áspero, ingrato, ni es mucho menos una fuente de entradas. El motivo es más profundo y menos confesado: es que está enamorado de ella. A punto tal, que acepta todo −todo− a cambio de poder verla, tocarla, sentirla y decir que es suya.

      La agricultura ha dado a la nación hombres destacados, cultos, capaces, que bien pudieron haber alterado rumbos cuando los acontecimientos señalaban que su trabajo no sería remunerado. Pudieron cambiar de actividad. Si no ellos, sus hijos. Pero no. Como Valdivia, y seguramente por idénticas razones, ellos se quedaron en el agro. Y sus hijos también.

      ¿Es que la tierra no da dinero en Chile? No. ¿Paz? Tampoco. ¿Seguridad? Ninguna. ¿Futuro? Imprevisible. ¿Por qué entonces el hombre se amarra a ella? Por amor.

      Pero, puede objetarse, hasta el más absurdo de los amores tiene explicación. En este caso es posible que la razón sea la misma de antes: la tristeza del ser querido.

      ¿Es