Jóvenes, cultura y religión. Jorge Manzi. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Jorge Manzi
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Документальная литература
Год издания: 0
isbn: 9789561425699
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en muchos casos conduce a la experiencia de la crisis, tanto en el plano individual como colectivo. En efecto, los cambios se reconocen en el campo de la producción y el comercio, en los sistemas económicos, en las formas de generación y transmisión del conocimiento, en las comunicaciones, o en nuestro entorno natural, como lo expresa el mismo concepto de cambio climático (Crowley, 2000;Lambers, 2015). Es difícil imaginar hoy un ámbito de la vida humana –sea en sus dimensiones más personales como en las sociales– que no esté sujeta al cambio, a una revisión profunda de las ideas, de los símbolos y prácticas desde las que ellas están siendo comprendidas y experimentadas.

      A la amplitud de los cambios habría también que añadir el nexo que es posible reconocer entre los diferentes ámbitos en donde estos cambios se producen. Los cambios en el sistema económico no solo afectan a las instituciones bancarias o a los grandes capitales, estos tienen un fuerte impacto en el empleo, en el futuro de las pensiones, en la implementación de las políticas públicas, etc. (Fallon & Lucas, 2002; Teimouri, 2015). Así también, el cambio climático no solo afecta la temperatura del agua o la ocurrencia de precipitaciones, sino diversos aspectos asociado a la vida y salud de las personas (Coutts & Hahn, 2015; Patz, Campbell-Lendrum, Holloway, & Foley, 2005). Como propone el Papa Francisco, al considerar la realidad no se debe desconocer el hecho de “que todo está íntimamente relacionado”, de tal modo que tiene plena justificación hablar, por ejemplo, de una “ecología integral” (Francisco, 2015).

      Justamente por la amplitud y el nexo profundo de los cambios entre sí, estos muchas veces están asociados a experiencias de crisis, por cuanto exigen de las personas nuevas capacidades, habilidades y competencias que les permitan interactuar positiva y creativamente con el entorno. Esto porque dichos cambios ponen en cuestión las tradiciones recibidas, hacen preguntarse por las convicciones que están orientando la vida, los propósitos que perseguimos, la consistencia de nuestras identidades personales y sociales, las formas en que nos comunicamos y nos relacionamos con el medio. La crisis pareciera ser uno de los aspectos más distintivos de todos los grandes cambios en la historia de la humanidad. Siempre ha sido muy difícil determinar la magnitud y profundidad de las distintas crisis epocales y, por lo mismo, resulta inútil establecer comparaciones inequívocas entre ellas (Ricoeur, 1988). Aunque no se pueda afirmar que en la actualidad estemos viviendo la “mayor crisis” que ha experimentado la humanidad, ni “la más profunda”, ni la más “extendida”, podemos sostener que sí se trata de un tiempo nuevo que, enraizado en la misma historia, está transformando los modos de ser con otros en el mundo: de pensar, producir, crear, comunicarnos, relacionarnos, de amar y esperar.

      La religión no constituye una realidad aislada de la cultura; representa una de las formas privilegiadas a través de las cuales los hombres y mujeres de nuestro tiempo buscan responder a sus preguntas más hondas de la existencia: por el origen de todo cuanto es, por el destino de la vida, por el sentido de la acción, por el fundamento de los valores éticos y morales, por el dolor, el sufrimiento y la muerte. En todos los tiempos las religiones han ofrecido respuestas a estos interrogantes de los seres humanos, a través de enseñanzas y doctrinas, de ritos y fiestas, de disposiciones morales que les ayudaran a configurar los diversos ámbitos de la vida según el querer de los dioses, de la divinidad, o de Dios.

      En nuestros días estas preguntas siguen vigentes y todos los intentos por desconocerlas o por responderlas a la ligera se muestran inútiles. Sin embargo, quizás ellas ya no se presenten del mismo modo ni tampoco las religiones estén respondiéndolas adecuadamente. Desde hace décadas en Europa y más recientemente en muchos países de América Latina se han experimentado fuertes procesos de secularización, en los que justamente las personas se dejan de reconocer en relación con un referente religioso y trascendente, en que las instituciones religiosas dejan de ser las principales fuentes de cohesión social, de proveer el sentido de la vida, la normatividad de la acción (Valenzuela, Bargsted, & Somma, 2013; Valenzuela, 2006). En muchos casos se ha venido mostrando una fuerte tendencia a la individualización de la experiencia religiosa, en la que las personas pueden seguir sintiéndose unidas a un sentido religioso, espiritual o trascendente, pero ya no a través de una única mediación institucional o, simplemente, sin sentir la necesidad de recurrir a ninguna de ellas. Al mismo tiempo, la no creencia religiosa –sea en sus formas declaradamente agnósticas o ateas y, si se quiere, también aquellas denominadas “prácticas”, es decir, que a pesar de la autodenominación religiosa, se vive igual que un no creyente– constituye una realidad en la que se comprenden muchas personas, que comienza a ser compartida, que va creando también una cultura.

      Así como los cambios en la política tienen efectos en la economía, los cambios en la economía afectan la educación, y la educación altera las posibilidades de desarrollo e integración. En esta realidad, “en la que está todo íntimamente relacionado”, es posible reconocer que la religión es un componente esencial, que interactúa con los demás factores que la conforman. Los cambios que se observan en el campo de la religión no se entienden sin sus trasfondos históricos, sin los procesos de globalización, sin los avances del conocimiento científico y tecnológico, sin las ideas, representaciones y símbolos que marcan esta época. Con todo, el campo religioso no es simplemente una copia religiosa de los demás sistemas de la sociedad. Este tiene su propio código, lógica, dinámica. Él se constituye por la comprensión de la cotidianidad de la existencia con relación al misterio, lo santo, lo divino. Desde esta experiencia de vivir la inmanencia en referencia a la trascendencia, la religión ha sido un factor decisivo en la comprensión que las personas y las sociedades tienen de sí mismas, en las formas en que las personas se relacionan entre sí y con su entorno natural, en las posibilidades de un desarrollo digno y justo para todos los pueblos.

      Con el propósito de ahondar en la comprensión de las tensiones y cambios que hoy experimentan los jóvenes universitarios en el campo religioso, desde el año 2004 un grupo de académicos de la Escuela de Psicología y de la Facultad de Teología iniciamos una investigación de esta intersección que se produce entre cultura y religión en los jóvenes de la Pontificia Universidad Católica de Chile (UC). Por el carácter dinámico del objeto de estudio, consideramos que la investigación debía desarrollarse longitudinalmente, indagando creencias, expectativas y percepciones de la esfera religiosa y de otros ámbitos asociados (como el de la sociedad y la política) en tres momentos claves de su vida universitaria: cuando ingresan a estudiar, cuando se encuentran en la mitad de sus estudios universitarios (en torno al tercer año) y hacia el final de los mismos (en torno al quinto año), cuando están próximos a enfrentar la transición vital hacia el mundo laboral profesional.

       ¿Por qué un estudio longitudinal?

      Tal como hemos mencionado previamente, el momento en que los estudiantes ingresan a cursar estudios universitarios representa un hito muy relevante en el desarrollo y consolidación de sus ideas acerca del entorno social, así como de la autonomía con respecto a la familia de origen. En ese momento se vive una ampliación muy significativa del entorno social de referencia, con oportunidades inéditas de contacto con jóvenes que poseen experiencias, creencias y orígenes diferentes de los que han conocido la mayor parte de los estudiantes durante su vida escolar. Este cambio de contexto provee una oportunidad única para estudiar de manera sistemática la estabilidad y cambio de las creencias con que los estudiantes inician sus estudios universitarios. Por ello, la investigación comienza en una etapa inicial de los estudios universitarios, cuando la influencia social del nuevo entorno es aún incipiente; y continúa en etapas posteriores (tercer y quinto año), cuando se han consolidado nuevas relaciones sociales, se ha estado expuesto a múltiples fuentes de influencia (al menos en el ámbito académico y social), y se ha avanzado en el proceso decisional que caracteriza esta etapa de la vida.

       ¿Por qué estudiar las creencias religiosas en el contexto de otras dimensiones psicosociales?

      Esta investigación tiene como foco principal la identidad y creencias religiosas, intentando establecer los dinamismos, estabilidad y cambios que estos aspectos de la experiencia creyente experimentan durante los estudios universitarios. Sin embargo, nos pareció fundamental que el estudio no desconociera otros ámbitos muy relevantes en el proceso de asumir un rol adulto en la sociedad.