El mundo indígena en América Latina: miradas y perspectivas. Beatriz Paredes Rangel. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Beatriz Paredes Rangel
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Социология
Год издания: 0
isbn: 9786073030380
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permitió que el príncipe Cusi Yupanqui, a pesar de no ser el heredero, lograse convertirse en Inca, tomando el nombre de Pachacútec. Esa victoria marcó un quiebre en la historia inca, el cual pasó de librar guerras locales con sus vecinos a una política de expansión territorial, sea por medios pacíficos o militares, sea contando siempre con el uso de la fuerza como último recurso.

      Ese sistema de conquistas estaba complementado por uno demográfico, en que los incas desplazaban poblaciones enteras, destacando los llamados mitimaes. Así, el fenómeno migratorio tiene raíces históricas. Además de ello, los incas contaban con representantes suyos, los llamados orejones, y un amplio sistema administrativo. Asimismo, cabe señalar que los incas emprendieron una expedición cruzando el océano Pacífico, hasta la Polinesia, liderada por el príncipe Túpac Yupanqui –sucesor de Pachacútec–, y que sirvió en el siglo xx de inspiración al noruego Thor Heyerdahl para llevar a cabo, exitosamente, su famosa expedición siguiendo el mismo trayecto en la balsa Kon-Tiki.

      ¿Por qué cayó el Imperio Inca? ¿Cómo millones de habitantes pudieron ser conquistados por un grupo reducido de extranjeros? Para vosotros, estudiosos de las relaciones internacionales, son preguntas de especial significación. Tenemos razones de tipo tecnológico: los españoles poseían armas de fuego, contaban además con caballos. Esos elementos, además del valor militar que poseían, tenían adicionalmente la ventaja de la impresión psicológica que generaban entre quienes no habían visto ni conocido ni imaginado algo así. A ello se suma que el imperio estaba dividido por la lucha por el poder entre Atahualpa y su hermano Huáscar, legítimo Inca. Un elemento, aparentemente anecdótico fue el apoyo que los españoles tuvieron por parte del indígena rebautizado como Felipillo, quien fungía de traductor e informador. Pero, yendo más allá y retomando el tema de la libertad como valor en la sociedad inca, no debemos olvidar que el Imperio Inca se había extendido gracias al sometimiento de numerosos pueblos distintos, sometimiento efectuado en muchos casos por la fuerza o mediante amenaza al uso de la fuerza. En ese sentido, los españoles fueron percibidos como liberadores por los pueblos sometidos por los incas.

      Estas consideraciones nos permiten pensar en algunos paralelismos entre incas y romanos: imperios de gran extensión –articulados con una amplia red vial y con ejércitos poderosos–, que asimilaron lo mejor de las diversas culturas que les antecedieron o de aquellas que habían dominado.

      Finalmente, mencionaremos algunos paralelismos entre aztecas e incas. Son dos grandes imperios indígenas americanos, uno al norte y otro al sur del continente, que alcanzaron ambos un gran desarrollo cultural, político y territorial, con expresiones de desarrollo cultural y tecnológico admirables. Ambos constituyeron la última etapa de un pasado precolombino constituido por numerosas civilizaciones previas: olmecas, toltecas, mayas, por citar algunas de México; chavines, mochicas, tiahuanacos, waris, por citar otras del Perú. Ambas terminaron con la conquista española. Cabe preguntarse si más allá de dicho paralelismo hubo alguna interrelación entre ambos pueblos. Un tema para los arqueólogos. Diremos que hay evidencias de ello, como la presencia del maíz en el Perú y del cacao en México.

      Podríamos hablar por horas y días enteros sobre aztecas e incas, sobre las culturas precolombinas, pero valgan estas breves presentaciones como un aliciente para animar a cada uno de ustedes a la profundización de culturas que marcan el pasado con proyección hasta el presente del continente americano, de América Latina, que son parte del contexto histórico-cultural de los pueblos que habitan estas tierras, este continente del que Brasil forma parte. El conocimiento recíproco de nuestras historias constituye, como ustedes, un elemento importante en nuestras relaciones e integración.

      * Presentación en el Instituto de Relaciones Internacionales de la Universidad de São Paulo (IRI-USP), São Paulo, 25 de abril de 2017.

      ** Embajador del Perú en Brasil.

      1 Louis Boudin, La vida cotidiana en el tiempo de los últimos incas, trad. Celia Beatriz Pierini de Pagés Larraya, Buenos Aires, Hachette, 1987 (Nueva Colección Clio).

      2 María Rostworowski, “Redes económicas del Estado inca: el ‘Ruego’ y la ‘Dádiva’”, en Víctor Vich, El Estado está de vuelta: desigualdad, diversidad y democracia, Lima, Instituto de Estudios Peruanos (IEP), 2005, p. 15 (Perú Problema, 30).

      3 Idem, Historia del Tahuantinsuyu, Lima, Instituto de Estudios Peruanos (IEP), 2014 (Obras Completas, 8; Série História Andina, 41).

      4 ldem.

      5 ldem.

      EL INDIO RECONOCIDO*

      Guillermo Bonfil Batallaspan **

      Uno de los caminos para eludir el problema de la indianidad de México ha sido convertir ideológicamente a un sector de la población nacional en el depositario único de los remanentes que, a pesar de todo, se admite que persisten de aquel pasado ajeno. Los indios, denominados genéricamente, resuelven así el absurdo evidente de una civilización muerta por decreto. ¿Qué queda de aquello? Esto: los indios.

      Y están aquí, en efecto. En las regiones indias se les puede reconocer por los signos externos: las ropas que usan, el “dialecto” que hablan, la forma de sus chozas, sus fiestas y costumbres. Sin embargo, en general, los mexicanos sabemos poco de los indios, de “nuestros” indios. ¿Cuántos son?, ¿cuántos pueblos componen ese abigarrado mosaico étnico que el colonizador encubrió bajo el término único de “indio”: el colonizado, el vencido?, ¿cuántas lenguas aborígenes se hablan? Pero más allá de estos fríos datos –por otra parte, sintomáticamente difíciles de precisar–, la cuestión está en que el rechazo a lo indio nos cierra la posibilidad de entender formas diferentes de vida y alternativas. A muy pocos parece interesarles qué significa ser indio, vivir la vida y la cultura de una comunidad india, padecer sus afanes y gozar sus ilusiones. Se reconoce al indio a través del prejuicio fácil: el indio flojo, primitivo, ignorante, si acaso pintoresco, pero siempre el lastre que nos impide ser el país que debíamos ser.

      LA RAZÓN DE SER INDIO

      No es posible dar una cifra precisa del número de mexicanos que se consideran a sí mismos miembros de un pueblo indígena, es decir, de los que asumen una identidad étnica particular y se sienten colectivamente parte de un “nosotros” diferente de “los otros”. En México no hay una definición jurídica de la condición de indio, que sería un camino formal para estimar un número: aquí todos somos iguales, aunque también hay indios. Los censos sólo registran un dato pertinente, pero de ninguna manera suficiente: población de cinco años y más que habla alguna lengua indígena. El Censo de 1980 arroja un total de 5 181 038, de los cuales 3 699 653 hablan también español. Estas cifras y las correspondientes de censos anterio­res han sido frecuentemente criticadas y puestas en duda, hasta dar lugar a que se hable de un “etnocidio estadístico”, esto es, una reducción sustancial de las cantidades reales debida, en principio, a una insuficiente y defectuosa captación de los datos. Se sabe bien que muchas personas que tienen por lengua