La mirada desde la libertad de desarrollarse como individuos diversos y únicos es la base de la libertad de enseñanza que requiere de un reconocimiento social, con un rol subsidiario del Estado, de modo de proteger esa garantía fundamental de sus ciudadanos. La libertad de educación no solo forma parte de la Carta Internacional de Derechos Humanos y la incorpora nuestra Constitución Política, sino que es parte indisoluble de la libertad de conciencia y se vincula también a la libertad de culto y al derecho de la familia de educar a sus hijos.
La educación necesita de la generación de un ambiente de crecimiento personal, cultural y espiritual donde se crea un encuentro singular entre dos libertades: la del profesor y la del estudiante.
Bajo esta concepción, la educación es mucho más que entregar conocimientos o información. Supone un respeto esencial a las diversidades propias del desarrollo de todo ser humano y un compromiso con su fortalecimiento como persona. Considerando que el interés por saber más y por acercarse a la verdad es parte inherente del hombre, la educación promueve y facilita el desarrollo pleno de la persona, al permitirle un acercamiento a la verdad y a un conocimiento nuevo y sustentable. Mirado de esta perspectiva, contribuye también a que la persona valore el diálogo, el intercambio de ideas, la tolerancia y adquiera así elementos fundamentales de vida democrática. Son estos los objetivos últimos que deben regir nuestro debate de lo que queremos entregar y compartir con nuestros estudiantes, en educación básica, media y muy especialmente en la educación superior.
En este contexto, cabe hacer la diferencia entre libertad para enseñar, necesitada de protección por parte del Estado y la sociedad, y la libertad para aprender, que debe ser exigida por los ciudadanos de una nación. Para poder asegurar estas libertades de enseñanza y de aprendizaje, se requieren algunos supuestos básicos: compromiso del Estado de promoverla en todos sus niveles, pluralismo y variedad de proyectos educativos, autonomía de los planes educativos y, sobre todo, valoración y reconocimiento social.
Este escenario valora especialmente el significado de un sistema universitario amplio y diverso, con instituciones de vocaciones públicas y privadas que enriquecen la diversidad de formación de nuestros jóvenes. Ellas deben velar para que su variedad sea garantía de que las libertades de enseñanza y de aprendizaje puedan ser una realidad en nuestro país, y que se cuiden como un bien muy preciado. Desde nuestro proyecto educativo propio, consideramos, además, que la educación que incorpora el aporte de la trascendencia y la espiritualidad se hace más completa, inclusiva y comprensiva.
La riqueza de esta libertad compartida radica en que permite una sociedad más pluralista, enriquece los bienes culturales, vela por una mayor calidad del sistema y profundiza las bases democráticas de una sociedad. En un entorno de esta naturaleza, profesores y estudiantes deben comprometerse a respetar e incluso a estimular las ideas ajenas, ya que la diversidad nos enriquece y permite que podamos ver otros aspectos de la verdad. Así también esa libertad exige responsabilidad, compromiso y un manejo maduro del balance entre deberes y derechos de todos los integrantes de una comunidad universitaria.
El horizonte y rumbo del país requieren que la calidad del proyecto educativo de cada institución esté a la altura de este compromiso y responsabilidad. Es a Chile y sus habitantes a los que debemos servir, para facilitar su desarrollo integral, asegurando la libertad de enseñar y de aprender de todos sus ciudadanos. Este es el mayor desafío de todos los educadores. Y es el compromiso de seguir en esta aventura el que asumimos con alegría y esperanza.
Publicado en el diario El Mercurio el 5 de enero de 2012.
La misión de la universidad
Es importante que las universidades de proyección internacional sean comparadas entre sí para evaluar su calidad académica. Un número reducido de universidades chilenas han sido consideradas en el concierto internacional. En América Latina, dos universidades están ubicadas dentro de las primeras cinco de la región. Dentro de ellas, nuestra universidad ha tenido una posición de liderazgo en Chile y en el extranjero que nos compromete a seguir trabajando por el desarrollo del país.
Sin embargo, es importante preguntarse cómo se realizan los rankings. ¿Está todo el quehacer universitario incluido en estas mediciones? ¿Es adecuado orientar todos los esfuerzos de una institución hacia ascender en estos? Para responder estas interrogantes es fundamental considerar la misión de cada universidad, y ponderar así estos indicadores. Dentro de los elementos medidos en los rankings se cuentan la investigación científica, su productividad y la generación de nuevo conocimiento, el número y formación de los profesores, el desarrollo de sus egresados, el prestigio de la institución y el intercambio internacional, entre otros.
Junto con crear nuevo conocimiento, nuestro proyecto educativo busca formar personas integrales, ciudadanos con una mirada de bien común y vocación pública. Esto debe estar basado en una sólida y actualizada formación disciplinaria en todas las áreas del saber.
Cada universidad debe ser fiel a su misión e identidad. La Universidad Católica busca ser inclusiva, abierta a todos los que quieran vivir la propuesta educativa de nuestra comunidad universitaria. Junto con crear nuevo conocimiento, nuestro proyecto educativo busca formar personas integrales, ciudadanos con una mirada de bien común y vocación pública. Esto debe estar basado en una sólida y actualizada formación disciplinaria en todas las áreas del saber. Para lograrlo, se requiere valorar la docencia, favorecer una estrecha relación profesor-estudiante, compartir experiencias, y realizar una vida universitaria activa.
Un aspecto muy valorado por los rankings es la investigación y generación de nuevo conocimiento. Poder competir con otras universidades de liderazgo internacional va a depender de los recursos que el país invierta para que los investigadores puedan desarrollar sus ideas y crear conocimiento. Esto dará origen a descubrimientos e inventos que generarán nuevo valor para Chile. Es así como existe directa relación entre el desarrollo económico de los países y el número de universidades en los lugares de privilegio de los rankings. En este sentido, el apoyo a las instituciones que realizan investigación y generan bienes públicos propuesto por el ministro de Educación merece reconocimiento.
Además, las universidades deben estar abiertas a recibir las influencias y cambios de la sociedad y a irradiar lo que se estudia, crea e investiga en su interior.
Se debe participar de los problemas y desafíos que presenta la sociedad, con una vinculación permanente con el devenir del país.
Creemos en una universidad que educa, investiga y que anhela estar conectada con la sociedad para comunicar “una buena nueva”. Reconocemos que hay aspectos poco valorados por los rankings y que están dentro de nuestra misión fundacional. Seguiremos trabajando por lo que creemos importante para la formación de la juventud, junto con desarrollar nuestra pasión por conocer e investigar. El cumplir con nuestra identidad y compromiso con Chile es lo que deberá reflejarse en nuestro ranking más valioso.
Publicado en el diario La Tercera el 26 de febrero de 2012.
124 años de la UC: Identidad, excelencia y equidad
En las últimas semanas, diferentes actores han formulado serias críticas al proceso de selección universitaria. Cada institución debe ser fiel a su misión e identidad, y estas deben iluminar su camino. La UC desarrolla un proyecto educativo con inspiración y sentido cristiano orientado a ser un aporte a la cultura. Con pasión por la excelencia para cumplir con su misión. Además, busca ser inclusiva, abierta a todos los que quieran acoger y vivir la propuesta educativa de nuestra comunidad universitaria. Junto con crear nuevo conocimiento, aspiramos a formar personas íntegras, ciudadanos comprometidos con la búsqueda de la verdad, el desarrollo del país, con mirada de bien común y vocación pública.
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