Las universidades están construidas con hombres. Esta vieja frase medieval señala que no es lo importante en ellas su dotación material, sea en edificios, aparatos, organizaciones. Lo decisivo es el aporte espiritual de los profesores, su capacidad para encender en sus alumnos la llama de la búsqueda, el interés por el conocimiento, el “gaudium de veritate”. Y creo que hoy, más de mil años después, eso sigue siendo verdad, y el que estudia, aun el más modesto, busca y experimenta al menos la alegría de saber, a no ser que el sistema docente que lo envuelve asfixie ese movimiento del espíritu.
En un genuino ambiente universitario, los alumnos llegan a superar a sus maestros, lo que determina un ambiente en el cual el más genuino deseo del que aprende es enseñar.
Ese ambiente de superación es lo que hace que las universidades contribuyan a mejorar la vida de las personas y ejerzan una acción de bien público notable. Desde la Edad Media ellas forman –o pueden llegar a formar– un ambiente de aprecio y respeto por los bienes del espíritu. Y esta acción explica por qué la sociedad civil se enriquece a sí misma cuando comprende, apoya y fomenta la acción de las universidades, y especialmente aquella parte de ella que suele ser más difícil de entender, la de la investigación, por cuyo intermedio la sociedad se mueve en el mar sin orillas de lo desconocido.
Esta dinámica de aprender y enseñar debe mover toda la vida universitaria y la marca con una voluntad de reforma seria y responsable, muy distinta de la agitación frívola y de la inercia perezosa (“universitas semper reformanda”).
Desde el ángulo de la visión pastoral se reflexiona acerca de un aspecto básico de la institucionalidad de nuestra universidad, que es su relación con la Iglesia. Ella destaca a la luz de la misión de la Universidad Católica, en el marco de la Constitución Apostólica Ex corde Ecclesiae, que aclara y pone al día la institucionalidad propia de la UC de un modo que resulta iluminador, especialmente en el contexto de reforma de la institucionalidad del sistema de educación superior del país. La Universidad es parte de la Iglesia, nacida de su propio corazón, y participa por tanto de su misión evangelizadora. Se refleja en su estructura interna, en su gobierno, en el rol que en él juegan profesores, estudiantes y administrativos. En este libro, el Rector se refiere a numerosos temas que tienen que ver con el multiforme compromiso de la Universidad en la obra evangelizadora de la Iglesia: así por ejemplo se refiere al Año de la Fe, a los Papas Benedicto y Francisco, y a su propia experiencia en el último Encuentro de la Juventud realizado en Río de Janeiro, donde es testigo de la maravilla y la alegría de la fe de los jóvenes.
La Universidad, como institución inmersa en el mundo contemporáneo, participa también de sus lutos y dolores. Ella afronta un mundo en el cual la mutilación del secularismo toca de lleno a la misma persona del hombre creado a imagen y semejanza de Dios. A la serie cruel de guerras y revoluciones sangrientas, se viene a sumar el rechazo del ser humano en el inicio de su vida, y la afrentosa defensa del crimen del aborto. El libro reproduce varios textos en Defensa de la Vida donde queda clara la postura de la Universidad en esta nueva fase de una vieja lucha por la dignidad del hombre.
Una gran universidad moderna no puede funcionar sin una cantidad enorme de recursos. Algunos provienen de las rentas de su patrimonio, otros del pago de sus servicios docentes, otros de contribuciones del Estado, ya sea a la docencia, ya a proyectos de investigación; otros finalmente de instituciones o de personas naturales, como donaciones, legados etc. La diversidad en las fuentes de recursos es paralela a la de su distribución, y se exige una administración eficiente que permita sustentar el trabajo conjunto. El financiamiento de la Universidad y su regulación son expresión de la consideración que a la sociedad le merece la educación de sus miembros y su contribución a la gran empresa universal de la cultura. No son acciones ajenas a lo académico, sino aspectos especiales de una misma tarea. Varias modalidades y problemas relacionados con el financiamiento se han transformado en asuntos públicos de gran magnitud y se encuentran abordados en artículos diversos cuyo conjunto da luz sobre problemas urgentes de la educación superior.
Temas como los que se esbozan en la presentación son tratados en este libro, que viene a ser como una respuesta a los múltiples desafíos que afronta una universidad. Y una Universidad Católica. Como se ha mostrado muchas veces en su historia, la Universidad está llamada a un íntimo contacto con su mundo y su época. Aunque el desarrollo de este libro siga un orden no convencional, el que recorra sus páginas recibirá un eco de la pugna cultural de nuestro tiempo: cómo llevar los beneficios del saber y de la ciencia a un número cada vez mayor de seres humanos, y cómo procurar que ese progreso no se pierda en una pura manipulación del mundo, sino que abra nuevos caminos para lo auténticamente humano. La Universidad y la sociedad, el ser humano y su mundo, se expresan aquí con la vivacidad de un encuentro y un descubrimiento.
Juan de Dios Vial Correa
Rector emérito de la Pontificia Universidad Católica de Chile
Presentación
Poder resumir en 626 páginas lo realizado en cinco años por una Universidad del nivel de la Pontificia Universidad Católica de Chile es, sin duda, un trabajo de proporciones. Sin embargo, el rector Ignacio Sánchez Díaz logra dar cuenta, de manera abierta y transparente, de lo que ha sido su primer rectorado, en un período muy particular del país y de la educación superior chilena.
Escritos de prensa, documentos, discursos, cuentas anuales y otros testimonios sirven no solo para revisar, sino que para poner en perspectiva lo que Sánchez ha llevado a cabo desde que asumió su alto cargo con su propia Declaración de Principios, mediante la cual, en sus palabras, aspira a ser “un rector al servicio de la universidad, en una universidad al servicio de Chile”, para lo cual asume el desafío consciente “de ser modesto albañil, y que es el Señor quien construye esta casa”.
Así, desde sus inicios el Rector da cuenta de su fidelidad a una misión e identidad basadas en un proyecto educativo con inspiración y sentido cristiano orientado a ser un aporte a la cultura, para ser una universidad de calidad internacional, con una identidad católica clara y expuesta a la comunidad, que tenga un definido liderazgo latinoamericano y que se destaque en áreas que –junto a las ciencias, humanidades y tecnologías– reflejen sus carismas.
Estos cinco años, como señalé al comienzo, han sido un período muy especial en lo que respecta a la educación superior chilena, en particular para las universidades. La sociedad toda no quedó indiferente frente a los reclamos surgidos desde los propios estudiantes, quienes demandaron otro trato para sus instituciones. Tiempo, también, en que quedaron de manifiesto diferencias entre estas casas de estudio superiores, de acuerdo con sus diversas naturalezas.
En el caso de las universidades católicas, y en particular de la PUC, ha sido su Rector el que con fuerza y decisión ha elevado su voz y dado a conocer sus planteamientos. Es así como ha sido un firme defensor de lo público por sobre lo estatal, planteando su convicción de que la función y vocación pública superan con creces la naturaleza jurídica de una institución, y que lo público va más allá de lo estatal; también es justo destacar su importante rol en el G9, donde puso en relieve lo que a su juicio constituyen sus fortalezas: su tradición, servicio público, arraigo e identidad en el entorno regional y nacional, siendo referentes nacionales e internacionales.
Frente al tema mismo de la Reforma, el rector Sánchez –y en esto sí coincidimos plenamente– ha puesto a la Calidad como el denominador común que debe cimentarla, ya que tanto para él como para mí, ella contribuye de manera decidida al proceso de transformación de una persona que se prepara a dar un salto mayor en su formación humana, valórica, ciudadana, intelectual e integral.
Por otra parte, y respecto de los jóvenes estudiantes, el rectorado de Sánchez destaca por haber llevado a cabo importantes medidas inclusivas y justas para asegurar el ingreso de los más capaces. Aun cuando la PUC ostenta los mejores puntajes de ingreso y las mejores condiciones socioeconómicas de sus estudiantes, ha sido en su período en el que se apoyaron decididamente iniciativas como el Ranking de Notas, instrumento que, estamos seguros, servirá para dar mayores y mejores oportunidades a muchos