Viruela en Colombia. Luis Carlos Villamil Jiménez. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Luis Carlos Villamil Jiménez
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Медицина
Год издания: 0
isbn: 9789585486966
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las iniciativas para superar la escasez presupuestal, los tiempos de guerra, la genialidad y la creatividad de Jorge Lleras para la construcción de equipos y la adecuación de los espacios de trabajo. Uno de los apartes más importantes se refiere a las observaciones de campo del director del laboratorio, quien sostenía que había empleado siempre la misma semilla vacunal y que, en su opinión, no se trataba del virus de la viruela de las vacas (cowpox), sino del virus de la viruela del caballo (horsepox).

      Al principio indiqué que hubiera deseado ampliar el título por la maravillosa coincidencia que, en el 2018, permitió al doctor Gabriel Carrasquilla poner en contacto al virólogo venezolano José Esparza —residente en Estados Unidos de Norteamérica— con el eminente médico historiador Hugo Armando Sotomayor Tribín, quien tenía la “joya de la corona” que facilitó profundizar en los aspectos filogenéticos de la evolución de la vacuna colombiana. Esta muestra, guardada en su colección particular, llevaría a sustentar la hipótesis del origen de la linfa usada en Colombia y, como bien lo indican los autores, entender que más que vacunación, en Colombia se practicó primero la equinación.

      Al recibir la vacuna en septiembre de 2018, el doctor Esparza respondió al doctor Sotomayor:

      Desafortunadamente, todavía no las hemos comenzado a secuenciar. Estaba esperando hasta que tuviéramos un espacio en el laboratorio de secuenciación en Berlín, pero eso se está tardando mucho. Entonces localicé otro laboratorio en San Francisco, USA, que está dispuesto a hacerla. Ayer le escribí para comenzar el análisis y estoy esperando por la respuesta antes de enviar las vacunas.

      Fue solo ayer cuando abrí, con mucho cuidado, el paquete de madera y había 12 capilares en muy buen estado. No puedo leer el lote o fecha de expiración, pero calculo que la vacuna se fabricó en 1920. Lo que he leído de esa vacuna sugiere que vino de París y que se propagaba con mayor facilidad en caballos. Ello me hace suponer que pude ser basada en el virus del “horsepox”, lo cual sería de mucho interés.

      La otra vacuna, la liofilizada que está en la ampolla, es de 1976, cuando se usaban cepas recomendadas por la OMS, ninguna de las cuales era basada en horsepox. De todos modos, será interesante saber qué es.

      La concurrencia afortunada del eminente profesor e investigador Luis Carlos Villamil Jiménez en esta conjunción de la historia sería la que cristalizaría la idea de presentar en un pequeño artículo —que terminó siendo este maravilloso libro— la historia de la viruela y los resultados de las investigaciones de los autores; un deporte extremo ejercido a cabalidad, que nos permite conocer aquí los hitos en el abordaje de este evento en el mundo y en Colombia.

      Como lección de esta historia no se podría desconocer que, así como en 1518 la viruela diezmó la población azteca al producir más de 7 millones de muertos, en tiempos contemporáneos las enfermedades reemergentes, las amenazas por bioterrorismo, las tensiones geopolíticas y los intereses económicos ponen en riesgo la soberanía y la seguridad sanitaria de las naciones, lo que constituye una prioridad para nuestros países. Esto nos lleva, primero, a reconocer nuestras capacidades —de lo que hemos sido y de lo que somos capaces—, y, segundo, a desarrollar e implementar políticas que permitan fortalecer nuestras competencias para responder a las verdaderas prioridades de la salud pública. Un nuevo parque de vacunación en Colombia sigue siendo una tarea pendiente.

      Con una impecable edición, la Sociedad Colombiana de Historia de la Medicina y la Editorial de la Universidad de la Salle presentan a la comunidad científica esta obra dentro de la Colección Historia de la Medicina y la Salud Pública en Colombia. Dichas instituciones nos invitan a redescubrir el pasado a través de la visión crítica de reconocidos profesores de epidemiología, virología e historia de la salud pública. Además, con esta obra se rinde un homenaje a Jorge Lleras Parra, médico veterinario graduado en la primera escuela de veterinaria en el país fundada por el doctor Claude Véricel, y se reconoce la meritoria labor del Parque de Vacunación, convertido en el Laboratorio Lleras Parra, y después en el Instituto Nacional de Salud.

      Tengo la convicción de que la lectura de este libro constituirá una importante experiencia para el estudiante universitario, el investigador y el profesor de epidemiología y salud pública, pues es un deber de la universidad colombiana conservar la memoria histórica y llevar a la posteridad las invenciones desarrolladas mediante la investigación de los personajes de la salud pública.

      HERNANDO NIETO ENCISO MD, MSc.

      Expresidente de la Asociación Colombiana de Salud Pública

      Miembro activo de la Sociedad Colombiana

      de Historia de la Medicina

      Notas

      1 Comunicación interna entre el doctor Esparza y el doctor Sotomayor a través de correo electrónico.

       Introducción

      LA VIRUELA, POR SU RÁPIDA difusión, alta letalidad y alianza constante con la guerra, el hambre y la pobreza, ocupó una posición relevante en la historia de la salud pública global: desplazó a la peste como azote de la humanidad, derrocó dinastías y facilitó la conquista del continente americano. Esta enfermedad era desconocida para los aborígenes americanos, hasta que fue introducida por los conquistadores españoles, lo que ocasionó epidemias catastróficas entre los indios, contribuyendo a la hecatombe poblacional que sufrió América en el siglo XVI (Esparza, 2000).

      A su entrada al continente, en 1518, la viruela eliminó en Santo Domingo a un tercio de la comunidad indígena; en Jamaica, Cuba, Guatemala y Nueva España cobró la vida de más de la mitad de la población. Según el testimonio de Suárez de Peralta, fue de mucha ayuda para los españoles (Cordero del Campillo, 2001). En 1558, ocurrió la primera gran epidemia en la Nueva Granada, probablemente introducida por los esclavos traídos de La Española. Las epidemias periódicas asociadas a la pobreza, las precarias condiciones higiénicas, los frecuentes conflictos civiles, la actividad mercantil en los puertos, la presencia de viajeros infectados y la deficiencia de los servicios de salud, trazaron las rutas de la enfermedad que, por ríos y caminos, llegó a la capital y ocasionó una gran mortandad entre los indígenas (Soriano Lleras, 1966).

      Hacia finales del siglo XVI, en ciertas regiones de Inglaterra, era común escuchar de las mujeres que se desempeñaban en las actividades de ordeño bovino que no sufrirían de viruela, ni sus caras estarían marcadas por las cicatrices de las pústulas por haber sufrido la enfermedad conocida como la viruela de las vacas. En mayo de 1796, se presentó un brote de viruela vacuna en el condado de Gloucester, en el que la ordeñadora Sarah Nelmes adquirió la enfermedad de la vaca Blossom (Bazin, 2000). El 14 de mismo mes, con la linfa de las lesiones de las manos de Sarah, el médico rural Edward Jenner inició sus experimentos inoculando al niño James Phipps, y así dio comienzo a la era de la vacunación (Weiss y Esparza, 2015).

      Jenner denominó la materia que tenía la viruela de las vacas (cowpox) Variolae vaccinae, del latín vacca, de esta manera indicaba que debía ser de este animal la viruela que debía conferir protección cruzada contra la viruela humana (Weiss y Esparza, 2015). Esta alternativa para combatir la enfermedad resultaba una esperanza controvertida y apasionante; así, la época de la incertidumbre, las rogativas y las variolizaciones parecía superada: los vacunadores se convirtieron en protagonistas. De esta manera, con la adopción de la inoculación del cowpox (vacunación) para diferenciarla de la inoculación de la viruela (variolización) para la prevención de esta enfermedad, se comenzó a denominar a este procedimiento mundialmente vacuna y vacunación.