La Emoción decide y la Razón justifica. Roberto Aguado Romo. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Roberto Aguado Romo
Издательство: Bookwire
Серия: Gestión Emocional
Жанр произведения: Документальная литература
Год издания: 0
isbn: 9788497276825
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que con esa niña, se sintió como un retrete donde las personas desalojan lo que les sobra y les hace daño y él lo recibe y se queda con ello. Y esto en el plano laboral es normal, ya que no es personal lo que está sucediendo entre el paciente y el terapeuta. El paciente expresa lo que le ocurre y el terapeuta es capaz de objetivar la solución; por lo tanto, es de lo que se trata. Pero, en el plano personal, quedarse con la miseria de los demás, para que luego te abandonen, es muy peligroso además de enfermizo. El patrón de las relaciones con los demás era: él escuchaba a la otra persona, la relación hacía mucho bien al otro y luego, sin más, desaparecía, sin tener en cuenta cómo eso pudiera afectarle.

      Pedro pensaba que cualquiera debe aceptar que tu pareja te deje porque se le acabó el amor, porque ya no quiere seguir o simplemente porque ha encontrado otra persona. Nadie es dueño de la relación cuando uno de los dos decide romper. Pero es difícil estar preparado para que una relación de amor que produce felicidad en ambos se rompa, hacer muy feliz no puede ser un motivo para romper, es el mundo al revés.

      Francisco J. Rubia dice muy bien en su libro “El cerebro nos engaña” que lo peor que puede ocurrirle a nuestro cerebro es no tener información, ya que el vacío de información culmina con llenar ese vacío con información que el cerebro se inventa, por lo que la manera de justificar que te dejen puede terminar en un discurso delirante lleno de incertidumbre, cuando no te dicen el motivo. Cualquier muerte de un ser querido es horrible, pero una de las más horribles es la desaparición del cuerpo de la víctima. No tener información de cómo murió la persona hace que nuestra mente invente formas que pueden ser infinitamente más trágicas de la que ocurrió en realidad.

      Natalia dejó de vivir con él porque la hacía muy feliz y esa felicidad no la encontraba cuando él no estaba con ella. Cada vez que se repetía esta idea, le venía con toda rabia la expresión:

      – ¿Pues no es eso el amor? Sentir por una persona algo que no puedes sentir si esa persona no está contigo –se remachaba constantemente.

      Según se revelaba la paradoja, y en ese permanente diálogo con su biografía, recordó cómo su madre le decía en numerosas ocasiones que las personas pueden denominarse como tales si son capaces de convivir con otras personas, si son capaces de vivir haciendo bien, si son solidarias, si hacen lo posible para hacer feliz a todo aquel que convive con ellos. Recordó que su madre le repetía que lo ideal del ser humano es que pueda sacar lo mejor de los otros. Su madre valoraba de forma suprema la capacidad del ser humano de ayudarse, comprenderse, escuchar pero, sobre todo, la capacidad de hacer feliz a todos aquellos que comparten la vida contigo. Todas estas frases que, aunque pueda parecer que caen en saco roto, son los guiones que Pedro fue escribiendo en su mente como si fuera su constitución personal, como el libro de sus leyes, de lo que es lo verdadero. Las creencias son nuestra verdad y estas son ecos de los diálogos que hemos escuchado en nuestros referentes, en este caso la madre de Pedro. Estos guiones grabados por nuestros referentes en lo más profundo de nosotros los denominó Greenberg en 1993 “esquemas emocionales”. Los esquemas emocionales son la mayor estructura interna que organiza nuestra experiencia. Brevemente, los esquemas emocionales son redes internas, idiosincrásicas e implícitas de la experiencia humana que sirven como base de la auto-organización, incluyendo la conciencia, la acción y la identidad. Estas guías de nuestro ser entran en conflicto cuando lo internalizado termina siendo desadaptado para adecuarse a un acontecimiento. En este caso, Pedro había grabado, a través de las enseñanzas de su madre, que una de las mayores virtudes del ser humano era prestar toda su capacidad para conseguir que aquellos que le rodearan se sintieran felices con él. Y esto, precisamente, era lo que Natalia, desde su esquema emocional, le había transmitido como motivo definitivo para dejarle. Los esquemas emocionales terminan siendo un conjunto de motivaciones, emociones y cogniciones que, de forma tácita, componen la brújula de nuestra vida y, desde ahí, nuestra manera de vivir.

      En este caso lo que Pedro descubre cuando hace consciente lo que había heredado de su madre, en ese diálogo con su biografía, es la motivación para colocar la ayuda en el otro y vivir junto al otro como principal motor para sentir que lo estaba haciendo bien; por lo tanto, solo cuando sentía que los demás eran felices, él se encontraba seguro y alegre por ello. Su curiosidad y su admiración estaban vinculadas, dirigidas hacia estos objetivos. Por último, cogniciones como “tienes que ayudar”, “qué te cuesta ceder”, “cómo puedes alegrar el día de…” eran como notas en la partitura de la vida de Pedro. Hasta ese momento en el que Natalia le dijo lo que le dijo, su brújula indicaba que hacer feliz a los demás era la mejor forma de conseguir su propia felicidad. Y de pronto todo esto le explota y lo que vive es que conseguir hacerla feliz es lo que provocó que ella se marchase. Es un golpe en la línea de flotación. Entró en un recelo sobre su manera de entender el mundo, sentía como si su madre le hubiera hecho estrellarse inculcándole estas creencias; pero, a la vez, siendo imposible admitir que su madre hubiese querido hacerle daño, se le agolpaban otras ideas sobre Natalia, en las que la veía como una mujer que no piensa en el sufrimiento de los demás, que solo tiene como objetivo su bienestar y que está totalmente confundida en racionalizaciones que al final lo que definen es un narcisismo muy poco generoso dentro de los mínimos de la convivencia. Estaba completamente inmerso en una lucha donde sentía el odio, el rencor... Iba a ser cierto que Natalia le había donado todos estos sentimientos marcados en la emoción rabia. Hacía tiempo que no sentía rabia y ahora la sentía, una rabia de esas que te llenan los ojos de sangre, rabia hacia las dos mujeres de su vida, en formato dilema, rabia hacia su madre o rabia hacia Natalia. Cuando odiaba a Natalia sus creencias eran justas, tal como lo habían sido desde que era un niño; de alguna manera, seguir en sus creencias y colocar a Natalia como una mujer hecha un lío, era mantener vivo el discurso de su madre.

      Como un tsunami, en mitad del dilema entre las dos mujeres de su vida, apareció de forma brusca en la cabeza de Pedro la siguiente reflexión:

      – Y mi padre, ¿es que mi padre no me trasmitió nada? –Y por primera vez en toda su vida, se dio cuenta de que su padre fue un buen hombre, trabajador, que siempre estuvo con él, aunque obsesionado por el fútbol; se pasaba el tiempo en casa escuchando la radio, leyendo el MARCA o jugando en el bar con sus amigos una partida de mus. Pedro era hijo único.

      El Padre de Pedro, Ramón, era un hombre simple en cuanto a valores en la vida, se le veía feliz, pero no estuvo en los momentos en los que Pedro necesitaba a un padre, no sabía hacerlo, estaba a su manera; en esos momentos tenía a su madre. Era habitual que Pedro fuera a decirle a su padre algo sobre el colegio o que intentara que jugara con él y que el padre le dijera:

      – Luego hijo, que el Atlético va perdiendo.

      Claro, tener un padre del Atlético de Madrid hace huella, sobre todo en la época apoteósica del mandato de Jesús Gil.

      Mientras el padre estaba con sus quinielas y sus partidos, su madre jugaba con él. Era quien le castigaba, quien le tomaba la fiebre o le contaba historias y cuentos, incluso, le enseñaba a jugar al fútbol en el pasillo de la casa, paradojas de la vida, o iba a los partidos del colegio para verle; su padre no tenía tiempo. Su madre era una supermujer, compartía todo esto con múltiples acciones para la comunidad y siempre se la oía, “si tu padre es feliz así déjalo, es un buen hombre”.

      Su madre trabajaba en un banco y a partir de las tres de la tarde se dedicaba por completo a su familia y a la comunidad, perteneciendo a varias ONG’s donde trabajaba como voluntaria. En ese ambiente nació y creció Pedro, para él el mejor del mundo, solo que ahora no lo tenía tan claro.

      A menos de tres kilómetros de donde estaba acostado Pedro, Natalia tampoco dejaba de pensar en él, seguía dándose cuenta de que, cuando se fue de la casa donde vivían, algo dentro de ella le decía que necesitaba que él diera un paso adelante para que la rotura no fuese total. Sabía que el modo en que había decidido terminar era un tanto vengativo e infantil... pasó de tener una noche de pasión a recoger las cosas por la mañana y marcharse sin decir nada. Y en esa dualidad esperaba que Pedro luchara, no sabía muy bien para qué, pero la angustia la envolvía cuando imaginaba que no lo volvería a ver. Por ello, cuando apareció Escarabajo en el hospital cinco días después, su deseo se cumplió. Entró en una tranquilidad un tanto extraña,