Sincronía. Paula Velásquez "Escalofriada". Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Paula Velásquez "Escalofriada"
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Книги для детей: прочее
Год издания: 0
isbn: 9788418013300
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      —Casi te engaño, ¿eh?

      El perro puso las patas en su pierna, estaba jadeando.

      —Ahora sí, ¡atrápala, Digby! Lanzó la pelota con todas sus fuerzas y la perdió de vista, se fue cuesta abajo. El perro fue tras ella y salió de su campo de visión. Corrió hasta lo más alto de la loma para ver hasta dónde había llegado. La pelota estaba cruzando el sendero para las ciclas. Entonces la vio, una ciclista venía rauda por todo el sendero. Tenía ropa deportiva, una cola de caballo alta y audífonos. El schnauzer estaba a punto de cruzarse en su camino.

      Corrió detrás gritando, pero la ciclista parecía no escucharlo, no quitaba la vista del camino. Su pequeño amigo la había visto, pero siguió corriendo.

      —¡Digby! ¡No!

      El perro se detuvo justo al lado de la chica. Ella, al verlo, desvió en dirección contraria, y eso le hizo perder el control del manubrio por un momento. El perro cruzó el sendero, tomó la pelota y corrió de vuelta hacia él. Ella giró para mirarlo unos instantes y siguió su camino.

      Manoteó con la mano libre hacia ella.

      —¡Fíjate por dónde vas, chiflada!

      —¡Lo siento! —respondió ella, sin siquiera voltear a mirarlo.

      La miró hasta que se perdió de vista.

      Digby puso la pelota a sus pies y batió la cola.

      —¿Viste eso? Por locas como esa es que el mundo no es un lugar seguro para nosotros, ni nuestros corazones.

      1 Reality show estadounidense en el cual equipos corren alrededor del mundo en competencia contra otros equipos. Su primera emisión fue en el 2001.

      Ella jugaba al omelette ruso.

      Él, a las escondidas

      Ella

      (Un año y cuatro meses antes)

      —Elijah, vamos, ¿ya están listos esos huevos? —insistió Macy, agitando la copa de vino que tenía en la mano.

      —¡Ten paciencia! Explícale las reglas a Patrick mientras tanto —replicó Elijah.

      Ella apoyó el codo en el espaldar del sofá y miró a Patrick, quien estaba sentado a su lado.

      —Y dice que nosotros somos los perfeccionistas. Las reglas del «Omelette ruso» son simples: tienes dos opciones. Cumples el reto o eliges uno de los seis huevos en la cubeta; uno de ellos está crudo y los demás están duros. Lo tomas y te golpeas la cabeza con él, y vemos qué pasa.

      Él rio.

      —¿Quién se inventó este juego?

      —No lo sé, lo jugamos con Layla desde que estábamos en la escuela de cocina.

      —Y yo nunca pierdo —dijo ella, desde el escritorio, donde estaba navegando en el computador de su hermano.

      —Eso es porque tienes una bendita buena fortuna —dijo Elijah—. No eres como yo, que cumplo cualquier reto para ganar.

      —¿Qué se puede esperar de un hombre que se disfraza de drag queen para Halloween? Yo nunca sería capaz de usar esas botas de treinta centímetros —dijo ella.

      Elijah rio.

      —Tú le dices no a demasiadas cosas.

      Ella sonrió y negó con la cabeza. Ser espontánea no era una de sus mayores cualidades.

      —Encontré un sitio online en el que das clic y te da un reto al azar.

      —Perfecto —dijo Macy.

      Elijah trajo la cubeta y la dejó con sumo cuidado sobre la mesa. Patrick le dio unas cuantas vueltas para que él no supiera con exactitud donde había quedado el huevo. Layla se sentó en el sofá y su hermano trajo una silla del comedor y se sentó junto a ella.

      —Bueno, la cumpleañera va primero —anunció su hermano.

      Layla se encogió de hombros.

      —Está bien.

      —¿Y si ella pierde, se acaba el juego? —inquirió Patrick.

      —Oh, no, ponemos un huevo crudo nuevo, no te preocupes —dijo Elijah.

      Patrick asintió. Layla dio un clic en el generador automático. Se inclinó para leer el reto y sonrió.

      —Esto es demasiado cursi.

      —¿Qué dice? —preguntó Macy.

      Leyó en voz alta.

      —«Dile en menos de un minuto a todos en la habitación cuánto los amas».

      —Oh, no, eso es muy cursi para ella —dijo su hermano.

      —No me imagino eso —dijo Macy.

      —¿Soy el único que quiere recibir algo más que golpes e insultos por parte de Layla? —preguntó Patrick.

      —Pero fue porque te encontré de casualidad y ni siquiera me ofreciste, yo te pedí.

      —El orden de los factores no altera el resultado. Pon el cronómetro, llorón —respondió.

      Él ajustó su reloj a un minuto.

      —Ya, adelante, dame amor.

      —Pat, eres un gran amigo. Me quieres con todo y mis... manías. Fuiste el único amigo que tuve en el Gaia’s Restaurant y le diste este giro increíble a mi carrera y por eso te agradezco.

      —Yo no lo hice, lo hiciste tú.

      La abrazó fuerte, la apretó contra sí tanto que parecía no quererla soltar. Ella aspiró su aroma a limón.

      —Hey, tengo que decirles algo a los demás.

      Él apoyó el mentón en su cabeza.

      —Lo sé, pero quiero que pierdas.

      Lo empujó usando sus puños. Patrick sobó su abdomen.

      —Auch, a esto me refiero.

      —No exageres —le respondió y dirigió su atención a Macy—. Tú eres mi única amiga, y desde que estudiábamos juntas me has empujado a ser la mejor versión de mí misma. Sabes que puedes contar conmigo para lo que sea, ¿verdad?

      —¿Incluso para acompañarme a la feria de apicultura? —respondió ella ilusionada.

      —No me presiones.

      Su mejor amiga rio. No se dieron un abrazo, Macy no era muy emotiva.

      —Quince segundos —anunció Patrick.

      Miró a su hermano.

      —Tú ya sabes lo que siento por ti.

      —No, no lo sé.

      —Oh, ¡vamos! Vivimos y trabajamos juntos, eso lo dice todo.

      —Patrick, no la escucho decir cuánto me ama.

      —Diez segundos.

      Layla pensó en alguna referencia que su hermano comprendiera.

      —Si yo fuera... Am... Leatherface, tú serías mi motosierra.

      Él se llevó las manos a los cachetes.

      —Eso es lo más tierno que me has dicho jamás.

      La abrazó