La odisea de Shenmue. Carlos Ramírez Moreno. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Carlos Ramírez Moreno
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Сделай Сам
Год издания: 0
isbn: 9788417649470
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y de vez en cuando la enchufa para no olvidar la grandeza de su equilibrio entre tecnología y arte. El que durante años ha mantenido encendida la llama de Shenmue compartiendo anécdotas en foros, subiendo vídeos, creando wikis, estando al pie del cañón con cada nuevo rumor, recomendando el juego a sus amigos... El que no ha dejado de creer ni un solo instante en que este viaje aún no había acabado. A ti, muchísimas gracias.

      CAPÍTULO 1

      Yu Suzuki, un genio poco reconocido

Illustration

      Apesar de su relativa juventud, la industria del videojuego ya ha conseguido dejarnos un buen número de figuras que marcaron la diferencia y cuya obra logró que el sector evolucionase, prosperase y llegase a ser lo que es hoy en día. Nolan Bushnell, Ralph Baer, Shigeru Miyamoto o Hideo Kojima son algunos de los nombres más importantes que, en sus respectivas épocas, han marcado a los jugadores de todo el mundo a través de sus producciones. Sin embargo, en ese Olimpo de los dioses de los videojuegos se encuentra un hombre al que la historia no ha tratado con toda la justicia que se merecería. Pionero en prácticamente todo, padre de infinidad de géneros y genio sin igual, Yu Suzuki se vio obligado por las circunstancias de la época a retirarse antes de tiempo. Un retiro que parecía poner punto y final a un currículo lleno de grandes éxitos, pero que no hizo más que agrandar su leyenda hasta convertirlo en uno de los hombres más buscados de los últimos años. De hecho, ha sido el tiempo el que ha llevado a críticos, usuarios y gente de la propia industria del videojuego a reconocer la importancia de Suzuki en el sector. No se puede negar que, a día de hoy, es fácil que los nombres más antiguos caigan en el olvido en detrimento de la segunda oleada de talentos clásicos. Donde antes se hablaba de Bushnell y Baer, ahora se habla de Miyamoto y Suzuki. La principal diferencia radica en que, mientras los primeros eran técnicos que se encargaban de crear máquinas funcionales y programas más o menos complejos, los segundos son creativos. Es cierto que para que un videojuego funcione adecuadamente, la colaboración entre los expertos del apartado técnico y los creativos es casi fundamental; sin embargo, al igual que en una buena película, lo que acaba primando es la firma de la figura creativa, que ha dirigido el proyecto y ha conseguido dar forma a su visión en una pantalla. Esa persona que ha logrado presentarnos un universo particular en el que nos invita a sumergirnos para darnos un baño de imágenes y experimentar ese aura de virtualidad que envuelve al jugador en toda producción videolúdica. Es posible que, a nivel creativo, Shigeru Miyamoto sea una de las figuras más reconocidas, apreciadas y respetadas del sector de los videojuegos. El gran éxito del que han gozado desde siempre los juegos de Nintendo (la mayoría de ellos bajo su supervisión) avala la exitosa carrera del creativo nipón, a quien muchos califican como el padre de los videojuegos por todo lo que ha hecho por este sector. Sin embargo, tal y como Yu Suzuki dijo en una entrevista a la revista online 1Up en 2010, «Si Miyamoto es el padre de los videojuegos, entonces supongo que yo soy la madre». Hombre reservado como pocos, Suzuki es consciente del gran calado que han tenido sus obras en la industria del videojuego, así como del éxito que han cosechado por todo el mundo.

      Pese a que hablamos de dos genios sin igual, Miyamoto y Suzuki son muy diferentes. Para empezar, Suzuki conoce mucho mejor el aspecto técnico de los videojuegos y es más habitual que se deje llevar por los elementos de programación, desarrollo de hardware e innovación. Es un incansable buscador de nuevos conceptos, opuesto a centrarse siempre en las mismas franquicias en pos de buscar nuevas vías de diversión, aunque para ello tenga que cambiar radicalmente el propio concepto del videojuego tal y como se conocía hasta ese momento.

      Yu Suzuki nace el 10 de junio de 1958 en Kamaishi, en la prefectura de Iwate (Japón). Según comenta, tuvo una buena infancia con su familia (padres y hermana). Sus padres eran profesores de primaria y fueron ellos los que empezaron a inculcarle desde la más tierna niñez el interés por la música y el arte. A raíz del impulso de sus progenitores, Yu Suzuki empezó a interesarse por diversos tipos de creaciones artísticas: empezó a dibujar, a montar modelos de coches, casas en miniatura, robots de plástico… Era como si nada más nacer hubiese sentido ese gusanillo por crear, aunque fuese a un nivel tan básico como usar piezas de plástico para dar forma a todas aquellas ideas que querían salir de su mente.

      El respeto que sentía Yu Suzuki por sus padres se plasmó en su intento de realizar unos estudios superiores de educación para llegar a ser profesor, igual que ellos. Tras esta primera fase, su espíritu artístico le llevó a intentar ganarse la vida como ilustrador, aunque finalmente acabase intentando ingresar en la universidad para estudiar odontología. El sistema universitario japonés difiere mucho del español y la forma de acceder a los estudios superiores es mediante un examen de acceso que se ha de realizar en la universidad en la que se quiere entrar. Según parece, el destino no quiso que Suzuki fuese un simple dentista y suspendió dicho examen. El siguiente paso que dio un joven con tantas pasiones tan bien definidas fue tocar la guitarra. Puesto que se trataba de una de sus mayores pasiones y había estado formándose musicalmente desde bien pequeño, el paso era relativamente lógico. Pero, tal y como declaró el propio Suzuki en una entrevista a G4TV, por mucho que practicase no conseguía ser especialmente bueno ni lograba destacar en el terreno musical.

      En este momento, Suzuki reflexionó sobre su futuro haciendo introspección, recordando la época en la que montaba pequeños robots y casitas de madera. Esa idea de crear, de construir, fue la que le llevó al campo de la programación. No en vano, para él no existía diferencia alguna entre construir maquetas y programar; era como seguir creando cosas a partir de elementos menores, aunque el formato digital y electrónico tuviesen unas reglas muy diferentes. A principios de los años 80 terminó sus estudios de programación en la Facultad de Ciencias de la Universidad de Okayama. Dicho título le abriría las puertas de Sega en 1983, donde entró para trabajar como programador.

      Aquel año fue especialmente interesante para el sector del videojuego. El mercado norteamericano se había hundido por su propio peso, en gran medida debido a la mala gestión que hizo Atari de su éxito, y los efectos se hacían notar en todo el mundo. Sega, que hasta entonces había sido líder indiscutible de los salones recreativos, e incluso se había encargado de adaptar las grandes producciones del mercado arcade a los hogares de todo el mundo, fue una de las muchas compañías que sufrieron las consecuencias de dicha crisis inesperada. Si consiguió sobrevivir fue, sobre todo, gracias a una serie de maniobras administrativas y corporativas. Su fundador, David Rosen, había comprado una compañía japonesa de distribución en 1979, cuyo fundador era Hayao Nakayama. Fueron estos dos hombres quienes intervinieron personalmente para salvar a Sega de la quiebra, ya que Nakayama y un grupo de inversores compraron todas las acciones de la compañía (que pertenecían a otra empresa en aquel momento). De este modo, Sega volvió a nacer con más fuerza que antes y se dividió en dos ramas: Sega of Japan y Sega of America.

      La nueva Sega pretendía mantener su hegemonía en el mercado de las recreativas y, al mismo tiempo, dejar de depender de terceros para llevar sus producciones a los hogares de todo el mundo (en gran medida, porque veían el potencial de ese mercado y no querían volver a vivir un caso como el de Atari y el duro golpe sufrido por el sector aquel año). Así pues, durante 1983 llegó al mercado la primera consola doméstica de Sega, cuyo nombre era SG-1000. Junto a ella, se puso a la venta también una versión más profesional que se vendía casi como un ordenador personal, llamada SC-3000H. Sin embargo, en Japón ambas plataformas estarían a la sombra de otro sistema que se lanzó aquel mismo año: la famosa Famicom de Nintendo (más conocida como NES en nuestro territorio). El miedo a la crisis sufrida recientemente en el sector provocó que la máquina no saliese del territorio nipón. Tampoco la consola de Nintendo llegó a Norteamérica hasta 1985, y lo hizo seguida muy de cerca por la posterior plataforma de Sega, Master System (que se lanzaría en Japón en 1985 con el nombre de Mark III y llegaría a Norteamérica en 1986; en Europa tuvimos que esperar hasta 1987).

      Estos nuevos planes de expansión por distintos mercados y la necesidad de reinventar el propio sector del videojuego con nuevas propuestas fue lo que provocó que en