Antología de Juan Calvino. Leopoldo Cervantes-Ortiz. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Leopoldo Cervantes-Ortiz
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Документальная литература
Год издания: 0
isbn: 9788417131579
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de Calvino no podría ser comprendido si sólo se quiere ver en él una metafísica del Estado, basada únicamente en una doctrina teológica” (J. Bohatec, Doctrina de Calvino sobre el Estado y la Iglesia).

      21. La juventud de Calvino, p. 125.

      22. Calvino los distingue teóricamente (Institución, IV, XI, 3), pero los trata en el mismo libro de la Institución, como si los dos fueran “medios exteriores y auxilios de los que Dios se sirve para unirnos a Jesucristo su Hijo y retenernos en Él”. Los une explícitamente en los sermones sobre la 1ª epístola Timoteo (Opera, LIII, cols. 130 y 138). Veremos como acepta dar leyes al Estado y admite que los pastores sean nombrados por las autoridades, que, en último recurso, deciden incluso en cuestiones dogmáticas. Los magistrados, afirman estos sermones se ocupan en conservar la religión, mantener el servicio de Dios y conseguir el orden para que las santas asambleas sean debidamente administradas con reverencia. Compárese con las Leyes, VI, 759 b 7 760.

      23. Parecidas constataciones se habían ya efectuado a propósito de aquel que fue el compañero de ideas más próximo de Calvino, después de haber sido, en Estrasburgo, su inspirador, Bucero, y a propósito de su De regno Christi, en el que Platón es invocado 25 veces: “El reino de Cristo sobre la tierra tal como lo imagina Bucero, ¿no será más que una traducción cristina de la República totalitaria de Platón? Es licito pensarlo…”. F. Wendel (Introducción, p. XLV) se afana en salvar la espontancidad de la fe y de la acción del Espíritu Santo en el alma del creyente”. Pero Bucero, después de haber justificado, con la ayuda de muchos textos bíblicos, la pena de muerte contra los incrédulos, termina como si se tratara de un argumento concluyente: “Incluso Platón ha creído que el verdadero y propio oficio de retórico consistía en que todos cuantos hubieran delinquido se acusaran delante de los magistrados, acusaran también a sus prójimos y parientes y amigos si hubieran delinquido, y pidieran ellos mismos el castigo justo y legítimo” (p. 281). De hecho, Calvino quiso, hasta el último momento, persuadir a Server de que tenía razón al mandarle a la hoguera. Lejanos precedentes de El cero y el infinito.

      24. La principal fuente contemporánea es el Libro de los mártires, de Juan Crespin (1554; edic. lat., 1560; última reed. Fr., Tolosa, 1885, 3 vols.): cf. A. Piaget, Notas sobre el Libro de los mártires de Juan Crespin (1930); G. Moreau, Contribución a la historia del libro de los mártires (Bol. Soc. Hist. Prot. fr. 1957, 173-190), y los estudios de Halkins y de otros sobre los martirologios belgas. De Crespin se nutre de la Historia eclesiástica de las Iglesias reformadas en el Reino de Francia, preparado por Teodoro de Beza (Ginebra, 1580; última ed. por P. Vesson, Tolosa, 1882, 2 vols., y por G. Baum, E. Cunitz y R. Reuss, París, 1883-1889, 3 vols.). Esta historia es completada con provecho por la réplica de un magistrado católico de Burdeos, inclinado primero a favor de la Reforma; Florimundo de Raemondo, en su Historia del nacimiento, progreso y decadencia de la herejía de este siglo (París, 1605, 2 vols., y otras eds.). Véase también N. Weiss, La cámara ardiente (1540-1555) (París, 1889).

      25. “Yo no conozco a ningún luterano —decía un gentilhombre provenzal en la mesa del Arzobispo de Ais, a propósito de los luteranos de Luberon (Crespin, Ed. Tolosa de Lenguadoc, I, p. 386)— y no sé que cosa sea luterería, sólo sé que Vos llamáis luteranos a los que predican la doctrina del Evangelio”.

      26. Supra, pp. 215-216.

      27. Crespin, ed. de Tolosa (de Lenguadoc), I, p. 348.

      28. “Me acuerdo que, cuando Anne de Bourg, consejero del parlamento de París, fue quemado (1559), todo París se maravilló por la constancia de este hombre. Derramábamos lágrimas de dolor en nuestros colegios al volver de este suplicio y lamentábamos su causa después de su fallecimiento, maldiciendo a estos jueces que le habían condenado justamente. Su predicación poderosa sobra la pira hizo más daño que cien ministros juntos”.

      29. Cuarenta y una publicadas en 37 años, a saber, ocho Biblias completas, una en francés; ocho nuevos testamentos, dos con el texto francés; las otras eran fragmentos de textos sagrados, siete de los cuales contenían comentarios de Calvino.

      30. Citemos solamente, según Hauser, el Alfabeto o instrucción cristiana para los niños (Lyon, 1558), empezando por el alfabeto o el silabario, en el que los Diez Mandamientos “estaban puestos en ritmo por Clemente Marot”, la interpretación reformada de la Cena claramente enseñada y el Ave María cuidadosamente olvidada entre las “Devotas y cristianas oraciones, que deben aprenderse y recitarse ordinariamente, no sólo por los niños, sino también por todas las personas cristianas”. Véase también G. Berthoud, “Libros seudo-católicos de contenido protestante”, en Aspectos de la propaganda religiosa (Ginebra, 1957, pp. 143-154). Ejemplos posteriores manifiestan más bien un piadoso sincretismo: H. Dannreuthe, La confesión de pecados de la liturgia de las I. R. de Francia en un libro de piedad católica (Bol. Soc. Hist. Prof. fr., 1909, pp. 158 y ss.), al servicio de los “convertidos sinceros” adictos a este texto de su antigua fe.

      31. Raemond (II, fol. 169, V.·): “Estos camaradas de imprenta, y las ganas de lucro que había ya experimentado y con el fin de tener más fácil acceso a las ciudades y por los campos en las casas de la nobleza, algunos de ellos se hacían vendedores de adornos para las damas, escondiendo en el fondo de sus bolsos estos pequeños libros que ofrecían a las jovencitas, pero esto era a hurtadillas, como tratándose de una cosa que ellos poseían muy rara, para despertar mejor la curiosidad”. Crespin escribe (I, p. 560) que el albigense Jean Joëry y su criado, volviendo de Ginebra en 1561, “para aprovechar algo su viaje y para consolar también a los fieles de su país, venían cargados de buenos libros”.

      32. J.D. Sauvin, Filiberto Hamelin, mártir hugonote en 1557 (Ginebra, 1957).

      33. “Si ven —escribe un mártir— un Nuevo Testamento en las manos de un mecánico (artesano u obrero), dicen en seguida que es un hereje; y, en cambio, se le permite tener cualquier libro de amores y locuras”.

      34. F. Boved, Historia del salterio de las Iglesias reformadas (París, 1872); O. Douen, Clemente Marot y el salterio hugonote (París, 1878-1879, 2 vols.); J. P. Ver, La cantinela hugonote del siglo XVI (Realville, 1918); E. Haein, El problema del canti sagrado en las Iglesias reformadas y el tesoro de la Cantilena (1926); P. Devoluy, El salterio hugonote, Colección de 54 antiguos salmos en su forma auténtica (1928); E. Doumergue, El verdadero canto del verdadero salmo hugonote (Zurich,1929); id; La música original de los salmos hugonotes (Ibíd., 1934); A. Cellier, “La música calvinista y los salmos en el siglo XVI”. T. I de la Historia de la música de la “Enciclopédie de la Pléyade” (París, 1960), pp. 113411551.

      35. “Es curioso en extremo, observaba Devoluy, encontrar, por ejemplo, en la melodía del salmo LXV de Beza, O Dios, la gloria que Te es debida – Te espera dentro de Sión… el tema de la canción profana y alegre Petite camusette – A la mort m´aves mis”. Esta semejanza parece que hacía sonreír a Calvino, pero él era, en principio, contrario a estos reemplazos, que fácilmente quedan en la memoria por causa del mismo ritmo, mientras que Lutero admitía el uso de bellos aires, incluso pervertidos por el uso mundano y que el Souterlie de Lens, de Amberes (1540) da a los 150 salmos flamencos unos aires populares holandeses, alemanes y franceses, como “timbres”; el hecho es excepcional en el salterio ginebrino: P.-A. Gaillard, “A propósito de la música del salterio hugonote. Las melodías hugonotas ¿fueron al principio unos “timbres” para adaptar a las traducciones de los salmos?” (Bol. Soc. Hist. Prot fr., 1952, pp. 200-203). Sobre las singulares fantasías de la práctica católica en estas materias: A. Pons, Derecho eclesiástico en música sagrada, t. III (San Mauricio, Suiza, 1960), páginas 89-90.

      36. L. Audiat, Estudios sobre la vida y trabajos de Bernardo Palissy (París, 1868); E. Dupui, Bernard Palissy (Ibíd., 1894); N. Weiss; El origen y los días postreros de Bernard Palissy (Vol. Soc. Hist. Prot. fr., 1912, pp. 369 y ss.); A. M. Schmidt, La teodicea calvinista de Bernardo Palissy (Fe y Vida, 1934, pp. 818 y ss.); P. Romane-Musculus, Bernardo Palissy (Ibíd., 1935, pp. 609 y ss.). Las Obras de Palissy,