Historia de la República de Chile. Juan Eduardo Vargas Cariola. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Juan Eduardo Vargas Cariola
Издательство: Bookwire
Серия: Historia de la República de Chile
Жанр произведения: Документальная литература
Год издания: 0
isbn: 9789561424562
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con molinos”, fideos, limonadas, sacos, y velas y jabón. Como el valor de las patentes varía no solo según el giro del negocio, sino también de acuerdo al capital comprometido, se puede suponer que las patentes de mayor valor corresponden a fábricas y las restantes, a talleres. Así, las fábricas de carruajes pagaban patentes de 100 y 200 pesos anuales, mientras que las de carretas y carretones pagaban de 15 a 30 pesos, un distingo que puede explicarse por el mayor equipamiento que requieren las primeras. Los aserraderos a vapor pagaban 200 pesos, y las cervecerías y fábricas de limonada pagaban 100 pesos. En cambio, de las cinco fábricas de fideos, las tres de primera clase pagaban 100 pesos y las dos de segunda clase pagaban 30. El mismo distingo encontramos en las patentes de las 11 fábricas de velas y jabón: 100 pesos pagaban las de primera clase y 50 pesos las de segunda. En el otro extremo, las 15 fábricas de almidón pagaban apenas 10 pesos, lo que hace pensar en una actividad muy artesanal672.

      Al año siguiente, la Intendencia de Valparaíso modificó la clasificación de negocios sujetos al pago de patente, distinguiendo entre “fábricas”, de las cuales registraba 55, y “talleres”, 120 en número, lo que venía a ser el reconocimiento formal de las diferencias entre unas y otros673.

      LOS “INDUSTRIALES MODERNOS”

      Se debe tener presente que el mercado interno chileno era bastante reducido por el bajo poder adquisitivo de la población. De ahí que las industrias se concentraran mayormente en la producción de alimentos y bebidas, y en otros rubros que tenían un consumo generalizado, así como en sectores donde no era necesaria la producción en serie, como en el caso de las maestranzas e imprentas. El cuadro de “establecimientos industriales modernos en 1876”, elaborado por Luis Ortega, confirma la aseveración anterior:

      Cuadro No 12

      Establecimientos industriales modernos en 1876

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      Fuente: Luis Ortega, op. cit., p. 258.

      Uno de los sectores más importantes en el sector de la alimentación fue la molinería. Si bien existía desde antiguo, experimentó una transformación a partir de la década de 1830 con la introducción de maquinaria moderna, con lo que se logró un producto de mejor calidad. Fue el caso de los molinos en los puertos trigueros de Tomé y Lirquén, a cargo de empresarios británicos y estadounidenses, y de la empresa Molinos San Cristóbal de Santiago, formada José Tomás y Jerónimo Urmeneta, asociados con los norteamericanos Tomás Page y Samuel Ward Greene, la que, en 1853, tenía un capital de 120 mil pesos. Situada al pie del cerro homónimo, contaba con ocho molinos de piedra movidos con maquinaria a vapor, diversos arneros y equipo para limpiar y lavar el grano, produciendo harina flor de alta calidad674.

      Un segundo sector alimentario vinculado al anterior y que se impuso desde temprano en Chile fue la fabricación de fideos y pastas. Una guía para 1858 menciona cuatro fábricas de fideos en Valparaíso, todas ellas de propietarios con apellidos italianos, a saber, las de A. Daneri y de S. Chiarella ambas en la calle San Juan de Dios, la de M. Frugone en la calle de la Aduana, y la de Solari y Brignardello en la calle Victoria675. La lista de patentes comerciales de Santiago en 1878 registra cinco fábricas de fideos, en su mayoría de italianos, de muy diferente tamaño, como se desprende de la patente cobrada: tres de ellas pagaban 100 pesos, mientras las otras dos, solo 30676.

      De las industrias alimentarias, la más importante era la refinería de azúcar de Viña del Mar, organizada por Julio Bernstein e inaugurada en 1873. A solicitud del empresario, el Congreso aprobó una ley para eximir de derechos la internación de la maquinaria requerida y la exportación de metales para pagarlas677. Sin embargo, más interesante fue la fijación, en 1872, de aranceles de importación diferenciados: 25 por ciento para el azúcar refinada y 15 por ciento para el azúcar prieta, sin refinar. Esta protección duró poco, porque en 1878, en medio de una crisis de las finanzas estatales, se igualó el derecho sobre esta última, quedando todas en 25 por ciento, y al año siguiente los aranceles para ambas subieron a 35 por ciento. La falta de protección colocó a la industria en una situación difícil, pero un nuevo arancel posterior que fijaba derechos diferenciados conforme al porcentaje de azúcar pura del producto internado restableció la competitividad de la industria678.

      La cerveza fue otro sector industrial de importancia. Dejando de lado algunas cervecerías artesanales, las primeras fábricas propiamente tales datan de mediados del siglo XIX. Siguieron la tradición germana, con procedimientos de fermentación en frío; debido a ello, iban aparejadas al negocio de la venta de hielo. En 1850, Valentín Koch y Andrés Ebner establecieron una cervecería en la ribera norte del río Mapocho en Santiago, la cual pronto quedó en manos de este último, que amplió el negocio. Un año antes, Joaquín C. Plagemann había fundado una cervecería en Valparaíso, reputada la primera en su género en el país. En 1857 el número de cervecerías en el puerto había aumentado a cinco, tres de ellas de propiedad de alemanes y dos de italianos. La fábrica de Plagemann fue creciendo en los años siguientes, y para 1877 su producción alcanzaba a dos millones y medio de litros de cerveza al año de diversos tipos, la que se vendía tanto en barriles como embotellada679. Sin embargo, la cervecería más importante del país fue la fundada en 1851 por Karl o Carlos Anwandter en Valdivia. En sus comienzos, la producción estaba destinada al consumo local, pero a poco andar levantó una nueva fábrica en la isla Teja, importando desde Alemania diversos equipos. En 1858, Anwandter traspasó el negocio a sus hijos, dos de los cuales habían obtenido su licencia de maestros cerveceros en Baviera. En 1871 la producción era estimada en 700 mil litros anuales. Las inversiones continuaron, lo que permitió a los Anwandter duplicar la producción a fines del decenio, modernizar los procesos de fabricación y consolidar su posición en el mercado nacional, pese a la distancia de los principales centros de consumo680.

      La industria mecánica se concentraba en la fabricación de arados y otros implementos para la agricultura y la vendimia, aserradoras de madera, piezas para reparar maquinaria diversa y para atender las necesidades de los ferrocarriles. Era el caso de la maestranza de Limache constituida en 1860 que, además, podía fabricar armamentos de diversas clases, y realizaba trabajos tanto para los particulares como para el Estado681. De ese mismo año es otra maestranza fundada por Richard Lever en Valparaíso, que más tarde pasó a denominarse Lever, Murphy & Cía., propietaria de un establecimiento levantado en Caleta Abarca, en Viña del Mar, junto a la línea del ferrocarril, en 1883682.

      LOS PRIVILEGIOS EXCLUSIVOS

      Uno de los medios utilizados por el gobierno chileno para promover la instalación de industrias en el país fue el otorgamiento de privilegios exclusivos, que concedían al beneficiario el monopolio de la fabricación de ciertos productos o el empleo de ciertas maquinarias o procesos industriales por un plazo determinado.

      Las razones para su otorgamiento fueron expuestas por Manuel Montt en un dictamen de 1839, quien afirmó que “semejante concesión [era] el estímulo más poderoso y eficaz para acelerar los progresos de la industria y remover las dificultades que siempre presenta toda innovación, y últimamente para vencer el fuerte apego que todos tienen a lo usado y practicado”683. De otra parte, existía conciencia de los perjuicios que ellas ocasionaban para la actividad empresarial de terceros y la posibilidad que ofrecían para asegurarse un monopolio injustificado.

      Estas concesiones se venían otorgando desde el gobierno de Bernardo O’Higgins, pero solamente a finales de la administración de José Joaquín Prieto se aprobó la ley de 4 de septiembre de 1840 que reglamentó la materia684. Conforme a la misma, el “autor o inventor de un arte, manufactura, máquina, instrumento, preparación de materias o cualquiera mejora en ellas”, debía presentar una solicitud al Ministerio del Interior con una descripción de su invento acompañada de los correspondientes modelos, dibujos y demás. Esta obra o invención sería examinada por una comisión de expertos que informarían sobre la originalidad de la misma. En el caso de un dictamen favorable, el presidente concedería