Historia de la República de Chile. Juan Eduardo Vargas Cariola. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Juan Eduardo Vargas Cariola
Издательство: Bookwire
Серия: Historia de la República de Chile
Жанр произведения: Документальная литература
Год издания: 0
isbn: 9789561424562
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de Valparaíso incluía el de Topocalma, San Antonio, el vecino San Antonio de las Bodegas, Papudo, Pichidangui, Conchalí y Zapallar; el de Coquimbo comprendía Tongoy y Totoralillo; el de Huasco, incluía Chañaral o Chañaral del sur, Peña Blanca, Herradura y Pajonal, mientras Caldera abarcaba Chañaral de las Ánimas, Paposo y Barranquilla. En el sur, Ancud incluía a Calbuco; Valdivia a Río Bueno, y Talcahuano a Lirquén, Tomé y Colcura634. En 1854 se habilitaron los siguientes puertos menores dependientes de Valparaíso: Algarrobo, Pichidangui, Los Vilos, y Habas; Flamenco y Paposo, dependientes de Caldera; a los dependientes de Coquimbo se agregaron La Herradura y Puerto Manso; se habilitaron los puertos menores de Llico, Curanipe y Tumán, dependientes de Constitución, mientras que en la zona de Concepción a los existentes se incorporan Penco, Coronel, Lirquén, Lota y Carampangue. En Chiloé aparecen Chacao, Melipulli y Castro, si bien este último operaba desde mucho antes635. La habilitación de estos puertos, que sin duda fue una ayuda para el comercio, permitió además el registro de su movimiento, antes omitido o subvalorado, lo que explica en parte el aumento de 57 por ciento en el valor del cabotaje en 1855 respecto del año anterior. Más tarde se agregaron, como puertos menores, Mejillones (1857), Tomé (1858), Carrizal Bajo (1858) y Buchupureo (¿1864?),

      Es necesario subrayar que entre 1862 y 1878, salvo cuatro excepciones, este comercio interno superó el valor de las exportaciones, pese a la cada vez mayor salida directa de los productos minerales al exterior. Esto se explica por la creciente producción de carbón destinada al mercado interno, en especial para la fundición de minerales, y por el aumento del comercio de harina y trigo.

       Gráfico No 10

      Comercio de cabotaje 1844-1880636 En millones de pesos de 2012

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      Fuentes: Estadística comercial de la República de Chile correspondiente al año de 1876 Vol. II, p. 255; Estadística Comercial de la República de Chile correspondiente al año 1882, Imprenta del Universo de G. Helfmann, Valparaíso, 1883, p. 610.

      En el grafico No 7 se aprecia el aumento sostenido del comercio de cabotaje hasta mediados de la década de 1870, cuando se estanca o empieza a decaer, lo que se explica, de una parte, por la recesión económica que afectó al país en esos años y, de la otra, por el mayor movimiento de carga de los ferrocarriles construidos en esos años, que absorbieron parte del tráfico que antes se hacía por mar.

      Conforme a lo ya indicado, Valparaíso era el principal puerto del comercio de cabotaje, tanto por el valor de sus envíos como por la variedad de los mismos. Mantuvo esta posición a lo largo del periodo, si bien en 1852 fue superado por Caldera como el puerto con mayor tráfico de salida, debido a los embarques de plata a Valparaíso, posición que fue perdiendo a medida que aumentaron las exportaciones directas de dicho metal.

      LOS MERCADOS REGIONALES: AGENTES Y SUCURSALES Y MEDIOS DE PAGO DEL COMERCIO INTERIOR

      Tanto la distribución de manufacturas importadas a través del país como el acopio de productos mineros y agrícolas para la exportación estaban basados en una red de agentes. La necesidad de los comerciantes de asegurarse una provisión regular de minerales para atender a sus compromisos en el exterior requería suscribir contratos para este efecto con los productores o agentes, más allá de lo que podían ser las compras ocasionales. Un régimen parecido operaba para los productos agrícolas. Las casas importadoras de Valparaíso buscaban agentes en los lugares más apartados para hacerles llegar mercaderías o encargarles la cobranza de lo ya vendido. En el caso de Besa y Salinas, el éxito de la firma se debió en gran parte a la buena labor de su agente en la zona central, Vicente Rojas, quien se dedicaba a la compra de productos agrícolas y al cobro de las deudas de los clientes de la compañía637.

      Un ejemplo del funcionamiento de estas agencias se describe en el contrato que suscribieron los ya mencionados José Tomás Ramos y Augustus Hemenway en agosto de 1834, según el cual el primero se comprometía a venderle 500 quintales de lana puesta en Talcahuano en noviembre de ese año al precio de 7,50 pesos por quintal, con la posibilidad de entregar al mismo precio hasta otros dos mil quintales en febrero del año siguiente. La mercadería sería pagada en Valparaíso, entregando su importe a la orden de Ramos, quien por otra parte se comprometía a no vender a un tercero la lana que llegara a acopiar. El negocio se complicó, primero por la dificultad de Ramos para encontrar suficiente lana para atender a su compromiso y, después, por la mala calidad del producto que alcanzó a entregar, lo que dio origen a un juicio entre las partes638.

      Los productores debían, por su parte, buscar agentes a quienes consignar en los centros de consumo sus mercaderías y encargarles las compras de los artículos requeridos. Maximiliano Errázuriz, destacado empresario chileno de la época, había iniciado su carrera comercial con una casa de consignación de frutos del país en Valparaíso. Vistas las posibilidades de engaño en estas relaciones, lo fundamental era la confianza. En una carta a Errázuriz, en la que le consultaba sobre su mencionado proyecto, su tío, el obispo Rafael Valentín Valdivieso, le escribía que “las ventajas de la especulación están en relación con el número e importancia de las comisiones, y estas crecen con razón directa de la confianza que inspiran los agentes […] consignatarios”639.

      EL COMERCIO AL POR MENOR

      El comercio minorista comprendía tanto a los comerciantes establecidos con sus tiendas, bodegones, almacenes, pulperías, baratillos y puestos en las plazas de abasto, como a los informales, ambulantes o regatones.

      Estas tiendas o bodegones —se las designa en diversa forma—, que ocupaban muchas de ellas la esquina de un edificio, expendían los más diversos artículos: productos alimenticios, tejidos, menaje, herramientas y cuanta cosa un comprador pudiera necesitar. En los barrios periféricos y en los pueblos de provincia estos negocios solían ser, además, centros de reunión de peones y obreros. En el interior del local, el comprador se encontraba con un mesón de madera detrás del cual estaba el vendedor, y a espaldas de este estaban las estanterías con los artículos destinados a la venta640.

      En términos generales, mientras más apartado era el lugar, mayor era la diversidad de artículos ofrecidos. En cambio, en las ciudades el comercio tendía a la especialización. Así lo demuestra la lista de patentes de Santiago para 1878, que individualiza cigarrerías, colchonerías, jardines de venta de plantas, lamparerías, librerías, relojerías, mercerías, puestos de venta de maderas, mueblerías con y sin taller, quincallerías, sombrererías, zapaterías y otras, si bien es probable que muchos de esos negocios trabajaran artículos conexos a su actividad principal641.

      Al final del periodo en estudio, estos negocios fueron dando paso tímidamente a las tiendas con vitrinas a la calle y mesones vidriados que permitían una mejor exhibición de las mercaderías. Aparecieron las grandes tiendas de productos surtidos, como las de Guerin Hermanos, Jouve y Gorlier, Muzard Hermanos, Papke y Cía., Weir y Cía., todas en la calle Estado, y la casa Prá en el Pasaje Matte, para mencionar solo las más importantes, es decir, aquellas que pagaban patente de primera clase642.

      En Santiago, el comercio más elegante se concentraba en las manzanas entre la Plaza de Armas y la Alameda. Según la nómina de patentes del departamento de Santiago para 1878, las cinco sastrerías principales estaban situadas en las calles Ahumada y Estado. Lo mismo sucedía con las nueve joyerías y relojerías existentes, que estaban en las calles mencionadas, en la de Huérfanos, en el Pasaje Matte y en el Portal Fernández Concha643. Las tiendas del portal Fernández Concha, en el costado sur de la plaza, y las del pasaje Bulnes, que se unía a dicho portal, eran paseo obligado de la juventud elegante, según apunta Recaredo Tornero644.

      En los centros poblados, grandes o pequeños, las necesidades diarias eran satisfechas en los baratillos. La citada nómina de patentes registra mil 57 de estos puestos, es decir, uno por cada 185 habitantes, conforme al censo de 1875. Estos comercios estaban distribuidos por los diversos