Ese espíritu de Bernabé lo tienen todos aquellos y aquellas que dan la cara por uno, incluso a riesgo de su propia reputación. Creen en uno, aunque uno no crea mucho en sí mismo. Te defienden cuando otros te acusan. Salen por ti cuando muchos se alejan de ti. Están ahí cuando no hay nadie. Se asoman por la ventana cuando otros desaparecen. Hablan a favor tuyo cuando otros se callan.
El significado. Bernabé significa en hebreo: «Hijo de consolación». Y la acción de él hacia Saulo de Tarso, describía su carácter y el respeto del que gozaba entre el emporio apostólico. A este discípulo, José Bernabé, se le describe desde el principio como alguien con un espíritu dadivoso, desprendido y de entrega total.
«Entonces José, a quien los apóstoles pusieron por sobrenombre Bernabé (que traducido es, Hijo de consolación), levita, natural de Chipre, como tenía una heredad, la vendió y trajo el precio y lo puso a los pies de los apóstoles» (Hch. 4:36-37).
Se nos dice que el nombre original de este discípulo era «José», pero los apóstoles lo apodaron como «Bernabé». Sobrenombre que se ganó por su espíritu servicial y ayudador. Era un defensor de los indefensos, un sanador de los heridos, un cura del alma. ¡Su gran testimonio era lo que hacía por los demás! ¿Cuántos con el espíritu de Bernabé se necesitan en las comunidades de fe?
El ministerio gime de dolor, llora desconsoladamente, se deprime ministerialmente, cuando hay ausencia de un apostolado de consolación. De un ministerio que se acerque para consolar, para ayudar y para levantar.
3. La comunión de Saulo
«Y estaba con ellos en Jerusalén; y entraba y salía» (Hch. 9:28).
La membresía. Saulo fue un creyente de comunión y de congregación. Se hizo miembro de aquella comunidad de fe. Se puso inmediatamente bajo una cobertura espiritual. Los misioneros se forman en el yunque de la iglesia local y los predicadores se forman en las bancas de las congregaciones. Una congregación eficaz requiere de creyentes fieles, responsables, entregados y apasionados con la visión y misión de la iglesia.
Estoy cansado de la fama que solo busca las luces del escenario. Estoy cansado de los aplausos humanos que nos hacen cosquillas. Estoy cansado de las adulaciones pretenciosas, que buscan beneficios propios. Estoy cansado de los discursos que anestesian la mente, pero no transforman el corazón. Estoy cansado de la competencia y no de la excelencia.
Estoy cansado de un evangelio sin cruz. Estoy cansado de una iglesia admirada por el mundo, pero rechazada por Jesucristo. Estoy cansado de los cristianos de papel del siglo XXI que no son como los cristianos de hierro del siglo I.
Estoy cansado de una teología que cada vez se hace más mundana que santa. Estoy cansado de un cristianismo de enanismo espiritual. Estoy cansado de una iglesia que se avergüenza de llamarse iglesia y ahora se quiere cambiar de nombre.
Estoy cansado de ver el Cuerpo de Cristo fragmentado por la ambición y el egoísmo carnal. Los intereses humanos se ponen antes que los intereses del reino. Ganar algo y recibir un beneficio propio, es el interés de muchos.
Estoy cansado de los predicadores que cobran excesivamente por sus predicaciones. Ejercen el ministerio más por un trabajo que por llamado. Manejan emociones y voluntades para su provecho financiero.
Estoy cansado de exageraciones cuando se predica. Estoy cansado de manipulaciones desde un altar. Estoy cansado de oír mentiras para jugar con la fe de los oyentes. Estoy cansado de un mensaje de prosperidad que solo beneficia al que lo está exponiendo. Estoy cansado de un mensaje de la cruz sin crucifixión. Estoy cansado de los títulos que promueven grandeza humana, pero no promueven el servicio hacia el prójimo. ¡Estoy cansado!
Estoy cansado de aquellos que no se ponen bajo autoridad. No podemos estar en una posición de autoridad, si no nos ponemos bajo una posición de autoridad. Muchos predican y ministran sin cobertura espiritual. No responden a ninguna cabeza sobre ellos. Otros tienen demasiadas cabezas y no me refiero a las institucionales; superintendentes por acá, obispos por aquí, apóstoles por allá, mentores más allá. La obediencia y sumisión a una autoridad espiritual nos da credibilidad ministerial. Ministerios acéfalos como la ostra, no dan mucho testimonio de credibilidad. ¿A qué superior le rinden informe? ¿Dónde diezman? ¿Quién lo disciplinará si sufre una falla moral? ¿Quién se hará responsable para dar la cara por él o ella?
La accesibilidad. Saulo de Tarso «entraba y salía». No era un creyente que hacía lo que le venía en gana. Él tenía un lugar donde asistía y se congregaba. Desde el principio desarrolló el hábito de congregarse. Desde el principio aprendió a practicar la vida de redil. Aquellos que no han sido buenas ovejas y ovejas de redil, difícilmente serán pastores eficientes que puedan dar pasto fresco a las ovejas. Se aprende a pastorear siendo ovejas primero. Todo pastor debe primero alimentarse para poder alimentar a las ovejas.
Eliseo aprendió a ser profeta de liderazgo, andando con Elías. El último día de Elías en la tierra invitó a Eliseo a dar un paseo por Gilgal, Bet-el, Jericó y el Jordán (2 R. 2:1-15). Allí, en ese recorrido, Elías estaba presentando a Eliseo como su sucesor. Elías ya debes comenzar a andar con Eliseo. Los hijos de los profetas lo deben ver a tu lado y deben ver que es tu seleccionado.
4. La ministración de Saulo
«Y hablaba denodadamente en el nombre del Señor, y disputaba con los griegos; pero éstos procuraban matarle» (Hch. 9:29).
El nombre del Señor. Saulo o Pablo de Tarso no hablaba en su propio nombre, porque ese nombre no tenía ningún poder o autoridad. Él hablaba «en el nombre del Señor». Su autoridad procedía de ese nombre. A los griegos los enfrentaba con ese «nombre del Señor». Estos griegos eran judíos helenistas, es decir, que procedían de una cultura, compartían el griego como idioma principal. Saulo y Bernabé fueron judíos, y según algunos comentaristas, era posible que fueran helenizantes. La prédica y el ministerio deben estar anclados en el nombre del Señor. ¡Hablemos más de Jesucristo y menos de nosotros!
El acecho a Saulo. Leemos: «... pero éstos procuraban matarle». Desde el mismo principio, la persona de Saulo de Tarso, a causa de su predicación acerca de Cristo, lo marcó con la muerte. Los judíos griegos lo querían matar.
Son muchos los que matan ministerios, matan visionarios, matan ungidos, matan soñadores, matan gente inteligente, matan gente habilidosa y carismática. Un ministerio eficaz no mata ministerios. No celen la unción de nadie. No envidien la prosperidad de otros.
Si Adolfo Hitler no hubiera matado a esos seis millones de judíos, si hubiera tenido a su lado a todos esos cerebros geniales de los judíos, posiblemente el resultado de la Segunda Guerra Mundial habría sido muy diferente.
5. La colaboración con Saulo
«Cuando supieron esto los hermanos, le llevaron hasta Cesarea, y le enviaron a Tarso» (Hch. 9:30).
La reacción. «Cuando supieron esto...». Muchos y muchas se dan cuenta de que un hermano está en necesidad de algo, de que requiere alguna ayuda, y hacen caso omiso. Cuando el Espíritu Santo revela que algo le está ocurriendo a alguien, nos tenemos que dar cuenta que es para que actuemos.
La acción. «... los hermanos, le llevaron hasta Cesarea...». Los hermanos que antes habían dudado de la conversión genuina de Saulo de Tarso, ahora prestaron sus servicios para socorrerlo, protegerlo y encaminarlo hasta el puerto marítimo en Cesarea Marítima, para que desde ahí tomara una embarcación con destino a su ciudad, Tarso. ¡Se hicieron sus hermanos! Y estos términos como ‘hermanos’ como ‘pastor’ e ‘iglesia’, están desapareciendo de las iglesias pentecostales. Cada vez las iglesias pentecostales son menos pentecostales. Más que ministros sirviendo en los altares, tenemos muchas celebridades