Después del 31 de mayo. Ignacio Serrano del Pozo. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Ignacio Serrano del Pozo
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Документальная литература
Год издания: 0
isbn: 9789562469234
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en repuesta al informe de la visitación episcopal, lo que trae consigo los años de exilio. Con este acto une el Fundador en la importante plática de ese día un nuevo encargo misionero para la Familia de Schönstatt.

      El tiempo de exilio concluye, en coincidencia con la finalización del concilio, con el regreso del fundador (20 de octubre/ 22 y 24 de diciembre de 1965). Él lo denomina el cuarto hito de la historia de Schönstatt. Se trata de la realización de la misión de la alianza de amor para todos los tiempos venideros, de un constante vivir en la fe, la esperanza y el amor y de un permanente arraigo en el mundo sobrenatural, del «estar en la victoriosidad divina».

      La finalidad y el sentido profundo de este proceso fundacional en sus cuatro etapas es la plenitud de vida de la alianza de amor, obrada por el Espíritu. De su fecundidad vive la Familia de Schönstatt y la misma debe ser participada a la Iglesia. Schönstatt nace y crece por la nueva y reiterada asimilación existencial de este proceso y alcanza así, en comunión con el Fundador, la plenitud de vida y el dinamismo queridos por Dios. La celebración del jubileo del 31 de mayo es invitación y oportunidad propicia para tomar nueva conciencia de la irrupción de fuerzas divinas en torno al tercer hito y proyectarlas hacia el futuro.

      Caracterización de la misión del 31 de mayo de 1949

      El proceso fundacional de Schönstatt desde un inicio es ponerse en camino hacia la misión, la que el Fundador, ante todo y sobre todo, enuncia y anuncia como la misión de María desde el santuario. En el providencialista seguimiento de los modos de acción de María surge y se desarrolla la vida que él denomina “misión del 31 de mayo”.

      Una primera formulación de la misma es “cruzada del pensar, vivir y amar orgánicos”. Está basada en la experiencia de que la plenitud de vida y la fecundidad alcanzadas por su Familia espiritual tienen su origen último en una forma orgánica de pensar, de vivir y de amar, y que de ella proviene su fuerza vital. Simultáneamente, nuestro Fundador detecta en amplios círculos de la Iglesia una forma de pensar opuesta, que él denomina “mecanicista”, y diagnostica que se trata de un peligroso bacilo para el futuro del cristianismo. En forma cada vez más clara percibe la peligrosidad de esta forma de pensar, vivir y amar. Ella hace imposible captar y comprender la unidad que existe entre lo natural y lo sobrenatural, entre idea y vida. Precisamente en la vivencia de lo religioso se manifiestan cada vez con mayor claridad las consecuencias de tal forma de pensar, especialmente allí donde educadores, pastores y padres de familia experimentan que “nada llega” y la transmisión de la fe no produce efecto alguno. Aquello que nuestro Padre con claridad profética detectó tempranamente y por largo tiempo permaneció incomprendido, hoy es requerido en muy distintas maneras en todos los reclamos por un “pensar y vivir integral”. Nosotros deberíamos utilizarlos como puntos de partida y procurar ganar muchos círculos para un “pensar orgánico”.

      Una segunda y más profunda caracterización del encargo misionero del 31 de mayo es la recuperación del organismo natural y sobrenatural de vinculaciones. Retoma la formulación anterior y la amplía. El pensar mecanicista, enfermizo y contrario a la naturaleza, tiene su efecto más peligroso en la disolución de los auténticos vínculos. Vínculo -vivido primeramente en la familia natural- es algo típico y originariamente humano. Hace que la relación con los demás y con las cosas, gracias a vivencias profundas, se arraigue en lo hondo del alma. De esta manera, el hombre emocionalmente en sus estratos más profundos queda vinculado, tal como modernamente lo ha comprobado también la psicología profunda. Recién a través de la dolorosa experiencia de soledad, de la casi insuperable incapacidad de contacto y, no raras veces, de la vivencia del sin sentido de la vida, se ha revelado en forma nítida que vivir en una red de vínculos pertenece a la salud anímica del hombre. El hombre es un “ser atado a un nido”, así describe nuestro Padre esta visión antropológica. En la forma de la pedagogía de vinculaciones ella se ha tornado una línea directriz de su pastoral y educación. Con ella afirma asimismo que toda la educación religiosa y la tarea pastoral deben preocuparse también de los vínculos naturales. Ellas no consisten en primer lugar en transmisión de conocimientos o de formas exteriores sino en el arraigo producido por vínculos personales. Esto vale tanto para el ámbito natural como para el sobrenatural. Pedagogía de vínculos y pastoral de alianza son los caminos para la realización de la misión del 31 de mayo; las queremos anunciar con convicción y concretizarlas en la práctica.

      Existe también una tercera caracterización que para nuestro Padre constituyó una especie de resumen: la psicología de las causas segundas. Se trata no solo de comprender la relación y la acción conjunta entre Dios y hombre, entre causa primera y causa segunda, sino también de describirla psicológicamente y hacerla fecunda pedagógicamente. Bajo la influencia de la reforma protestante y del iluminismo se introdujo, también en la teología, una forma de pensamiento que posee escasa comprensión para la mediación de lo humano y de lo creado en el encuentro con Dios. Esto condujo a una casi completa separación entre lo natural y lo sobrenatural. A esto se agrega la influencia del idealismo filosófico, que ve y valora casi solamente ideas y no tiene órgano para la captación de la vida anímica y de los procesos de vida. A causa de estas influencias se produjo la pérdida de la espontánea simplicidad del pensar sano y natural tal como existía en épocas anteriores, que consideraban y acentuaban la importancia de las causas segundas creadas para nuestra relación con Dios. Por esta razón nuestro Padre elaboró las leyes de la psicología de las causas segundas, ante todo las leyes de la conducción y de la transmisión orgánicas. De acuerdo con ellas, pertenece al plan de la creación el hecho de que Dios transmite algo de sus riquezas a las criaturas, de tal manera que el hombre puede vincularse a ellas y por medio suyo es conducido a Dios. En este lento crecimiento nunca cesa la vinculación a las criaturas, sino que ella es incorporada a la unión cada vez más profunda con Dios.

      Pero al Padre Fundador por sobre todo le interesan las vivencias. Los vínculos queridos por Dios deben tornarse vivencias. Esto también tiene importancia para el pensar orgánico. Es necesario haber hecho la experiencia existencial de la armonía que existe entre el vínculo a los hombres y el vínculo a Dios. Ambos no se oponen ni rechazan mutuamente. Ésta es justamente una de las experiencias más propias y originales de Schönstatt: la alianza de amor con María conduce y culmina en una alianza de amor con Cristo, con el Espíritu Santo y con Dios Padre. Pero esta experiencia debe hundir sus raíces en algo más profundo todavía: yo debo experimentarme vinculado a una persona humana concreta y, de esta manera, llegar a la alianza con María y con el Dios Trino. Para ello, según la experiencia de nuestro Fundador, dos vínculos juegan un rol decisivo: la vivencia paterna y la vinculación viva a María. Ambas, según la manera propia de cada una, otorgan un sano fundamento natural a la relación con Dios. Estas realidades se manifiestan nítidamente en la vida de no pocos miembros de su Familia espiritual que aspiraron heroicamente a la santidad.

      Las vastas implicancias que para nuestro Padre y Fundador tenía esta visión de la relación entre causa primera y segunda se muestran especialmente en su formulación del rescate de la misión histórico-salvífica de Occidente. Con ella no propugna la restauración de una forma ya superada de plantear la interpenetración entre religión y cultura, la cual caracterizó al “occidente cristiano”. Quiere asumir y continuar en forma adecuada al tiempo el patrimonio espiritual que está asociado al nombre de San Agustín como teólogo de la causa primera y al de Santo Tomás como maestro de la causa segunda. En una visión creyente de la historia de salvación, considera que allí se encuentra contenida la misión de evangelización del mundo entero, ante todo la visión conjunta de Dios y mundo, causa primera y segunda, tal como ella marcó al Occidente. El aporte especial de esta forma de pensar -en comparación con el pensar oriental- se encuentra en el tomar radicalmente en serio la importancia de las causas segundas creadas. El Padre considera como uno de los más grandes desafíos actuales la elaboración de las leyes psicológicas de la relación entre naturaleza y gracia, y su aplicación en una pedagogía y espiritualidad acordes al tiempo.

      Con ello asume el anhelo del concilio Vaticano II respecto a la recta relación entre Iglesia y mundo (Gaudium et Spes). En su novedosa espiritualidad muestra además un camino accesible para el ser cristiano en nuestro mundo en cambio. Tales amplias perspectivas nos hacen vislumbrar el carisma profético de nuestro Padre, especialmente notorio en el tercer hito de la historia de nuestra Familia.