De un lado, en su oposición a los intereses creados, el nuevo pensamiento encuentra una resistencia que sólo podrá romper mediante la lucha; pero no es ése su obstáculo más característico, ni el que más lo distingue de otros movimientos intelectuales, incluidos los de la burguesía en su época revolucionaria. El problema principal es que sus categorías no tienen la tradición, y sus investigadores suelen perderlas para volver a la sólida y recurrente cultura metafísica, mientras encuentran un vacío de datos y técnicas, que hacen particularmente ardua la tarea. En fin, los datos necesarios para el análisis de la explotación no están publicados, o están registrados en forma incompleta, o agrupados y agregados a modo que desaparezca el valor científico de los mismos para los propósitos de la nueva investigación; en ello hay un trasfondo no sólo político, sino también metafísico, que se encuentra en las técnicas tradicionales de investigación de la historia, de la economía, de la sociología y hasta de la matemática y la estadística social, con sustratos ontológicos e individualistas que reaparecen donde menos se los espera.
Así, la investigación de la explotación tiene los mismos problemas de lucha de otras filosofías; a ellos se suman los problemas característicos del desarrollo de la ciencia social de su tiempo, y la endeble película de una nueva metodología sin tradición y que no tiene organizados sus datos. Nada de ello hace imposible —sin embargo— la investigación científica nueva, como no lo hizo en otras corrientes de pensamiento y en otras épocas históricas; pero dificulta seriamente la tarea.
Entre los principales problemas que aparecen, y que caracterizan al marxismo vulgar, todos constituyen en alguna medida una vuelta a la cultura metafísica, y uno representa, además, la característica típica de las limitaciones de las ciencias de su tiempo. En principio estos problemas son los siguientes:
1. El carácter absorbente que suele tomar la relación de explotación; su desvinculación de otras relaciones y factores sociales, incluido el desarrollo de las fuerzas y producción. Aquí el error consiste en pensar que la relación de explotación es todo y explica todo. Es un típico error metafísico, que posee la vieja tradición de la causa prima, presente en todo, explicando todo, siéndolo todo.
2. La falta de especificación de la relación de explotación en distintos contextos históricos y sociales y la falta de un análisis concreto de la misma. Aquí aparecen varias formas de volver a la cultura metafísica o de quedarse en ella. Así, la dificultad de comprender los distintos mundos, universos, subconjuntos de la explotación, que ya anunciaba el sentido histórico del marxismo clásico, y que con frecuencia abandona para generalizar a partir del mundo cerrado e invariado de la metrópoli y la libre competencia. Este tipo de error corresponde al peso que tiene sobre la investigación empírica y dialéctica la noción de causa sive ratio o de causa seu ratio de Descartes y Leibniz, esto es, la idea de que hay algo determinante de la verdad de una proposición; que existe una premisa de la cual se puede inferir una proposición, un hecho del que resulta lógicamente otro hecho, y esta noción se inserta en el nivel de conocimientos científicos a que había llegado el hombre en el control de las generalizaciones, de las inferencias, cuando no existía aún la teoría de los conjuntos ni el cálculo de probabilidades propiamente dicho, ni las técnicas de muestreo con las implicaciones lógicas que tienen, ni menos la teoría de los sistemas complejos.
3. El olvido de la relación de explotación como una entidad constitutiva que explica la historia y se explica con la historia del hombre. Olvidarse de ella y volver al idealismo objetivo o subjetivo es la consecuencia más inmediata.
Pero los errores en que tiende a incurrir la nueva investigación, que la repliegan a la antigua, o la hacen quedarse hasta hoy en el siglo XIX en algunos puntos y técnicas (cuando la estructura, la historia y la ciencia son del siglo XX), pueden ser superados, en parte, integrando las novedades al gran descubrimiento de la relación social determinada y colocando ésta o buscándola en el nuevo contexto.
Si se analiza la teoría del valor trabajo en una economía en que prevalece la competencia monopolista, y se tiene presente la existencia de conjuntos de tal modo diferenciados que no resulta legítimo el hacer inferencias de uno a otro sin un estudio previo que precise el comportamiento del fenómeno en sus aspectos económicos y políticos, la sociología de la explotación surge no sólo como una posibilidad sino como una tarea necesaria. Sus hábitos de trabajo, la forma en que precisa los conceptos para medirlos y observarlos, la forma en que selecciona sus casos para comparar en forma sistemática y específica el comportamiento de las distintas variables y factores —de las relaciones concretas— pueden ser particularmente útiles en la determinación de un universo, cuyas variantes ha precisado sólo la praxis revolucionaria.
[1] Texto extraído de P. González Casanova, Sociología de la explotación, México, Siglo XXI, 111987, p. 9-34.
[2] H. Denis, Valeur et capitalisme, París, Éditions Sociales, 1957, p. 126.
[3] Ibid.
[4] A. Gramsci, II materialismo storico e la filosofia di Benedetto Croce, Torino, Einaudi, 1949, p. 124 ss.
[5] Es cierto que los autores clásicos dejaron constancia de su interés por las técnicas de campo y por los estudios matemáticos y estadísticos. Baste recordar La situación de la clase obrera en Inglaterra, del joven Engels, la formalización matemática de El capital, o el uso abundante de las estadísticas disponibles que hace Lenin en El desarrollo del capitalismo en Rusia. Pero tanto por razones de lucha ideológica contra el positivismo y el empirismo naturalista, como por las propias formas de trabajo intelectual e ideológico del marxismo, las técnicas de investigación de campo y análisis estadístico ocuparon un lugar secundario frente a las técnicas históricas, filológicas y de abstracción dialéctica. Con posterioridad tampoco se desarrollaron para el análisis de los problemas clásicos del marxismo —para el estudio de las clases, de la explotación, de las crisis políticas—. Los trabajos más significativos en el campo correspondieron a una investigación militante; los de los profesores y académicos siguieron los métodos tradicionales de la historia y la filología, y respecto al análisis cuantitativo, se orientó sobre todo a los problemas de la planificación socialista.
[6] K. Marx, El capital, México, Fondo de Cultura Económica, 1964; prólogo a la primera edición, t. I, p. xv.
[7] Cfr. S. A. Lakoff, Equality in Political Philosophy, Cambridge, Harvard University Press, 1964.
[8] Cfr. H. Alker Jr. y B. M. Russett, “On Measuring Inequality”, Behavioral Science, 9 de julio (1964), pp. 207-218.
[9] S. Siegel, Nonparametric Statistics for the Behavioral Sciences, Nueva York, McGraw-Hill, 1956, p. 23.
[10] I. M. Copi, Symbolic Logic, Nueva York, MacMillan, 1966, p. 145.