De tanto comer taquitos de jamón y otros sabrosos preparados, Perro acabó sintiendo sed y, como Gorri no compartió su aguavinito con él, Perro decidió marcharse, con la panza bien llena, a buscar un lugar donde calmar su sed y reposar un buen rato tumbado a la sombra en algún lugar fresco. Gorri, viendo que Perro se alejaba, se fue tras él, pensando que irían a cambiar de familia y de viandas, pero se fueron alejando del grupo de romeros y metiéndose entre los arboles del bosque, siguiendo el camino que, desde el monte Amézaga, lleva hasta Iduia. Los dos caminaban juntos y Perro se adaptó al paso lento de Gorri mientras escuchaba los relatos que este le iba presentando en su paseo.
—Tía Cari y tía Edurne —le contaba Gorri a Perro—, querían mismo chupete y lloraban y un día tía Cari y otro tía Edurne paseaban con Gotzi y luego tía Cari estuvo con diojano y me daba chocolate y un día mama se enfadó por tener chocolate en la ropa.
Perro le escuchaba atento y sin opinar mientras seguían acercándose a Iduia. Poco antes de llegar a las primeras casas de Iduia, Perro giró por el camino que lleva a Orrao mientras Gorri le seguía contando su vida.
—Lo que más me gusta es jamón, y cuando me den pa’ mí y pa’ ti.
Así, fueron caminando hasta llegar a la poza que el Zirauntza forma bajo el puente de Orrao, los dos bajaron por el sendero que empleaban los paisanos para acarrear agua desde el río hasta sus huertas. Una vez junto al río, Perro caminó hacia el agua para saciar su sed seguido por Gorri, que, conforme avanzaba, se iba metiendo en el lodo hasta que este le llegó a las rodillas y se quedó inmovilizado. Perro bebió abundantemente y volvió sobre sus pasos al encuentro de Gorri, que se encontraba atrapado, pero observando Gorri que Perro se movía debido a su apoyo en las cuatro patas, se echó hacia adelante todo lo que pudo para emplear sus manos hasta que cayó de bruces y el lodo le llegó hasta las orejas. Viendo que dentro del lodo no se puede respirar, estiró sus dos manos para levantarse y estas se hundieron hasta los codos, mientras Perro daba vueltas alrededor de Gorri también con el lodo cubriéndole las patas hasta la panza, consciente de los apuros del niño por liberarse de su cárcel.
Como pudo, Gorri se incorporó, tirando hacia atrás hasta quedar sentado, hundido hasta la cintura y Perro, al observar cómo el niño con sus movimientos estaba desapareciendo bajo el lodo, utilizó sus dientes para cogerlo del cinto, por la zona de la espalda, y lo arrastró con todas sus fuerzas hasta llevarlo a la orilla, allí donde el lodo era menos profundo. Gorri y Perro se quedaron sentados en ese sitio, recuperándose del esfuerzo mientras Gorri, tranquilo, continuaba relatándole historias a Perro, que le miraba inclinando la cabeza a derecha e izquierda sin apartar su vista.
—Ahora mamá me pone para poner huevo, pero no sale bien. Las gallinas les sale mejor.
La primera en darse cuenta de que Gorri no estaba con el resto de los participantes en la romería fue Paka y enseguida se lo comunicó a su familia, que se dividió para buscarlo, preguntando a todos si habían visto al niño. Obtuvieron diferentes informaciones que lo situaban junto al perro, ambos dirigiéndose de una familia a otra. Al no encontrarlo entre las personas que componían todos los allí presentes, se desplegaron en grupos entre los que se encontraban amigos y conocidos, quienes fueron en diferentes direcciones gritando «Gorri», «Gorri», con la esperanza de que diese alguna señal de vida. Los padres, abuelos, tías y sus novios estaban especialmente preocupados, entendían que no andaría lejos y que, seguramente, se habría perdido por el bosque siguiendo al perro, pero conforme pasaba el tiempo sin noticias, la intranquilidad fue en aumento y la duda de si podía haberle pasado algo comenzó a ocupar sus pensamientos.
El tranquilo murmullo del discurrir del agua y de la serena conversación que mantenían Gorri y Perro se vio rota por un grito como de trueno emitido por Gotzi diciendo que allí estaba Gorri y que estaba bien, grito ante el que Perro se asustó y salió huyendo, nunca más fue visto y Gorri se quedó aturdido, mirando cómo su madre se acercaba descompuesta por haberlo perdido y arreándole unos azotes en el culo, los cuales Gorri no entendió a qué venían y que se veían amortiguados por el lodo que lo cubría en abundancia.
Todos los romeros se fueron comunicando que el niño perdido había aparecido y estaba bien, y todos respiraron con alivio y volvieron a sus quehaceres mientras Cari, el Riojano, Edurne y Gotzi subían de vuelta al monte Amézaga a los bailables que estaban a punto de dar comienzo. Edurne, todavía acongojada por la incertidumbre de que a Gorri le hubiese podido suceder algo, y viendo que había cosas mucho más importantes que su discusión por la boda, sintió la necesidad de hacer las paces.
—Mira, Cari —dijo Edurne en tono serio—. No merece la pena que sigamos discutiendo por ver quién se casa antes, lo importante es que todos estamos bien. Si quieres vosotros os casáis primero y nosotros lo haremos al año siguiente.
—Yo, si Edurne cree que es lo mejor la apoyo en lo que decida —añadió Gotzi.
—Bueno, a mí se me ocurre que podemos casarnos los cuatro a la vez —propuso el Riojano—. De este modo se ahorrarán molestias a los familiares que vengan de lejos y yo puedo encargarme de toda la pitanza y los caldos, por supuesto de Rioja, y vosotros podéis planificar los pormenores del evento.
—¡Qué buena idea! —exclamó Cari.
—Yo creo —comentó Gotzi— que mi padre puede hacerse cargo de los gastos de la orquesta y de otros gastos, dado que tú cubres la comida. Si os parece bien.
—Me parece estupendo —concluyó Edurne—. Nosotras nos preparamos los vestidos y nuestro padre que ayude a don Gotzón con el resto de gastos.
Y de este modo, todos contentos por la excelente solución, se pusieron a bailar ante la atenta mirada de Donostia.
X
DE CÓMO GORRI LLEVÓ LAS ARRAS
Tras las decisiones tomadas el día de la romería al monte Amézaga todos los involucrados informaron a sus familiares y amigos y comenzaron los preparativos para la boda. El Riojano no tenía a nadie, ya que había sido hijo único de un matrimonio con el que se cebó el infortunio, dejándolo huérfano justo con la edad de poder hacerse cargo del negocio, viéndose obligado a abandonar sus estudios, así que para él su boda era el acontecimiento más importante de su vida y estaba dispuesto a echar la casa por la ventana, negociando con todos sus proveedores los mejores productos para tan importante acontecimiento. Por su parte, las hermanas se hicieron con las telas y los patrones, pagados con los ahorros que habían ido acumulando para su ajuar para confeccionarse los vestidos. Los padres de las novias se reunieron con el padre del novio para hacer cuentas sobre el resto de gastos descontada la comida. La misa la celebraría Donostia a las doce en la parroquia y de allí irían al convite en el casino, donde se servirían los manjares aportados por el Riojano. Finalizarían con bailables, también en el casino, amenizados por la banda de música del pueblo, que tocaría desde el escenario.
Gorri era el responsable de llevar las arras, hicieron algunos ensayos con resultados que distaban mucho de ser lo que se esperaba, ya que el niño se dispersaba con facilidad y le costaba centrarse en su cometido, pero como aún quedaba mucho tiempo estaban seguros de que conseguirían hacerle aprender bien su labor.
Gotzi se esforzaba en encontrar trabajo, pero en el pueblo o encontrabas faena en la fábrica o lo tenías difícil, salvo que fueses ganadero o agricultor, lo que estaba lejos de los conocimientos del recién estrenado contable. Tampoco sus estudios y aptitudes eran las necesarias para poner un bar o una tienda, y con esto finalizaban todos los caminos que podía recorrer para ganarse la vida en el lugar donde nació y conseguir así contraer matrimonio con Edurne en la fecha fijada.
Las oficinas de la fábrica no disponían de plazas vacantes, solo si se apuntaba como peón, a la espera de que surgiese un puesto mejor, podría comenzar su vida laboral. El problema de ser peón es que el salario no le daba para crear una familia y el trabajo era muy duro. Podías ir a la cantera de Arrazpi subido en uno de los baldes aéreos que te llevaban al lugar de trabajo