Aquiles... un hetero curioso. Gonzalo Alcaide Narvreón. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Gonzalo Alcaide Narvreón
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Языкознание
Год издания: 0
isbn: 9788468529004
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la cocina, trayendo los bowls y el humeante café recién preparado, que había inundado el ambiente con ese exquisito y característico aroma.

      Regresó Adrián y dejó los potes sobre la mesa.

      –Autoservicio, acá tiene las cucharas, cada uno sírvase lo que quiera –dijo Marina.

      Paula se ocupó de servir café, en medio de conversaciones entrecruzadas.

      –Parece que mañana va a ser un día estupendo como el de hoy; la noche está estrellada, ¿tienen ganas de que vayamos a navegar? –preguntó Adrián.

      –Yo paso amigo, si te parece, dejémoslo para el domingo próximo; la verdad, es que quiero despertarme cuando mi cuerpo lo decida y quedarme haciendo fiaca, por más que sea un día estupendo –contestó rápidamente Aquiles.

      –Nosotros nos comprometimos con los chicos para llevarlos al cine, así que tampoco podemos –dijo Paula.

      –OK, entendido; podemos arreglar para el domingo próximo y podemos avisarle a Félix para ver si quieren venir con los chicos o si los dejan con alguien y vienen solos; estaría divertido si vienen todos los chicos –dijo Adrián.

      –¿Tienen algo planificado para las próximas vacaciones de verano? –preguntó Paula.

      –Seguramente playa, pero aún no hablamos sobre el tema, si Brasil, el Caribe, Punta del Este o Cariló –respondió Marina.

      –Nosotros suponemos que local, seguramente Cariló. Con los chicos adolescentes que ya planifican con amigos, comienzan a atarte un poco... Quizá, arreglemos con Félix y con Sofía; sospecho que, con el tema de los chicos, no irán muy lejos, si es que deciden ir a algún lado –dijo Paula y preguntó– ¿Ustedes?, dirigiéndose a Inés y a Adrián.

      –Viste que a Adrián le gusta salir con el velero... si no nos vamos muy lejos, la opción es Punta del Este, porque acá, salvo Mar del Plata, no hay puertos alternativos... aún no lo hemos hablado –dijo Inés.

      Continuaron con el helado y el café, hablando de temas nada trascendentales.

      Se habían hecho las dos de la madrugada. Cada quien tomó sus pertenencias, saludaron a Marina y salieron a tomar el ascensor junto a Aquiles, que los acompañó hasta el hall de PB para abrirles la puerta y despedirlos.

      Aquiles regresó a su departamento, se metió en el baño, orinó, se higienizó los dientes, revoleó sus zapatillas en el camino hacia la cama, se quitó la remera, las bermudas, la ropa interior y cayó rendido, con el deseo de no ser perturbado por nada ni por nadie.

      Mañana picante

      Aquiles comenzó a salir lentamente del profundo sueño en el que había caído y en el que había permanecido sin interrupciones durante toda la noche. Miró el despertador; eran las once. Se sorprendió porque había pensado que, a menos que fuese molestado, dormiría hasta pasado el mediodía.

      Marina se había levantado temprano, como solía hacerlo, más allá de la hora en la que se hubiese acostado.

      Caminó hacia el baño y luego de hacer sus necesidades y de higienizarse los dientes, tomó una rápida ducha, fue al vestidor y se puso un bóxer estampado suelto y una remera.

      Se dirigió a la cocina y vio que Marina estaba en el comedor diario, sentada al lado de la ventada por la que ingresaban rayos de sol, desayunando y leyendo el periódico. Se podía ver el cielo celeste y completamente diáfano. Pintaba un domingo con clima espectacular. Por un instante, pensó en la propuesta que había hecho Adrián la noche anterior, pero no se arrepintió de haberse quedado durmiendo y recuperando energías.

      Se acercó a Marina y le dio un tierno beso en los labios.

      Marina respondió con un húmedo beso que explotaba de sabor a café y agarrando con una mano el paquete de Aquiles.

      –Paz... dame una tregua –dijo Aquiles.

      –Si te dejé dormir toda la noche sin molestarte –contestó Marina.

      Sin responder, Aquiles agarró una taza y se sirvió café, que cortó con un chorro de leche y se sirvió una medialuna que se veía increíblemente tentadora.

      –Lo pasamos bien anoche –dijo.

      –Sí, lo pasamos lindo –contestó Marina y agregó– quedé medio sorprendida por las cosas que nos contó ayer en la cocina Inés... después de tantos años, no sé por qué se le dio contarnos semejantes intimidades.

      –¿Qué les contó? –preguntó Aquiles, entre intrigado y preocupado por lo que pudiese haber contado Marina.

      –Nos contó con lujo de detalles las cosas que hacen con Adrián, los juegos orales con semen, los masajes prostáticos... En verdad, no sé por qué, pero siempre imaginé que Adrián debía ser medio chanchito en todo lo relacionado al sexo, quizá por lo fachero que es y por la cara de pícaro que tiene; pero a Inés, siempre la vi cómo tan recatada, que no me daba por ese lado... Quizá, la movilizó el tema de hablar sobre los embarazos y ahí se largó a contar –dijo Marina.

      Aquiles, que casi escupió el sorbo de café que estaba tomando dijo:

      Ah... bue... a ver... vamos por partes, ¿así que Adrián te parece fachero? espero que no le hayas contado lo que hacemos nosotros, o al menos, no todo lo que hacemos.

      –Me parece fachero, si... ¿Nunca te lo dije? Es un tipo atractivo, como lo son Félix y Marcos... la verdad es que son un lindo cuarteto; estoy casada, pero no soy ciega –contestó Marina.

      –Ah bueno... espero no tener que cuidarme de mis mejores amigos –dijo Aquiles sarcásticamente.

      –No seas tonto... Además, por todas las veces en los que los he visto en short, a nadie se le marca el paquete como a vos –dijo Marina riendo.

      –Ah, ¡pero vos sos una atorrante descarada! ¡Les estuviste marcando los paquetes a mis amigos! –dijo Aquiles.

      –¿Y qué tiene de malo? !Seguramente vos no te fijaste en las tetas y en los culos de sus mujeres...! –dijo Marina sonriendo.

      Si bien las mujeres de los amigos se habían convertido en amigas sagradas e intocables, era cierto que Aquiles tenía bien estudiados sus culos y sus tetas. Incluso, durante los embarazos y lactancias de Paula y de Sofía, el ítem “Tetas” había sido tema de conversación entre ellos; más allá de remarcar el aumento de tamaño que habían experimentado sus pechos, habían contado sobre el morbo que les había producido a ambos el hecho de chuparles las tetas y que les saliese leche, experiencia que Adrián y Aquiles aún no habían tenido.

      –¡Jamás,! Las mujeres de mis amigos son sagradas y nunca se me hubiese ocurrido observarles sus culos ni sus tetas –respondió Aquiles riendo.

      –Claro.... ponele –dijo Marina.

      De pronto, sin proponérselo y luego de varios años de matrimonio, Aquiles acababa de descubrir una faceta nueva de su mujer. Si bien no estaba horrorizado, mínimamente, se quedó tocado con la idea de que ella hubiese estado pispiando los paquetes de sus tres mejores amigos.

      –Espero que no hayas estado ventilando nuestra intimidad con ellas –dijo Aquiles.

      –Ay dale... ¿Me vas a decir que entre Uds. no se cuentan que hacen o dejan de hacer? Si se conocen desde los cuatro años y se cuentan todo –dijo Marina.

      –Lo de Adrián e Inés, lo sabía, como también se una cuantas cosas de Félix y de Marcos, pero nunca les conté que nosotros tenemos juguetitos sexuales –respondió Aquiles.

      –¿Te da vergüenza? ¿Podés ser tan troglodita de pensar que porque disfrutes con algún juguete masajeándote la próstata tu masculinidad se verá afectada en algo? ¿Pensás que tus amigos no lo hacen? –dijo de manera contundente Marina.

      Aquiles casi se atraganta nuevamente.... Jamás imaginó que, lo