Aquiles... un hetero curioso. Gonzalo Alcaide Narvreón. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Gonzalo Alcaide Narvreón
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Языкознание
Год издания: 0
isbn: 9788468529004
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Aquiles, sumamente intrigado.

      –No, nada sobre eso y yo tampoco llegué al extremo de contarle lo que hacemos nosotros, pero sacate de la cabeza esa mentalidad de Homo erectus –contestó Marina.

      Aquiles era consciente de que, más allá de su apertura mental, mantenía una estructura machista y que estaba condicionado por la educación que había recibido, sumado al entorno social en el que se movía.

      Le parecía espectacular que Marina tuviera esa manera de pensar y se sentía muy afortunado de tenerla como compañera; no obstante, si llegase el día en el que decidiera contarle a sus amigos sobre el tipo de prácticas sexuales de las que, por cierto, disfrutaba enormemente, quería ser él quien lo hiciera y no que se enteraran por sus respectivas mujeres.

      –Creo que me voy a ir a nadar un rato antes de almorzar –dijo Aquiles, saliendo de la conversación que, en algún punto, lo había incomodado.

      –OK. andá y después salimos a comer algo por ahí –respondió Marina.

      Aquiles fue al vestidor, se puso un speedo negro y un short de baño encima.; preparó una mochila con ropa para cambiarse, un toallón, buscó sus ojotas y bajó hacia la piscina.

      Como de costumbre, se cruzó con una o dos personas a las que saludó, se quitó el short, que dejó sobre una reposera, se puso las antiparras y se zambulló en el agua templada, donde permaneció media hora nadando.

      Regresó al departamento y fue directo a agarrar ropa para cambiarse, ya que se había duchado en el vestuario de la piscina. Buscó una bermuda azul, que combinó con una chomba color rosa viejo y con zapatos estilo náuticos.

      Marina ya estaba lista, lo aguardaba en el comedor diario, con la tapa de su notebook abierta. Se la veía realmente hermosa, con los pelos largos y húmedos, apenas maquillada. Se había puesto un solero muy colorido, que dejaban al descubierto sus hombros y brazos firmes; completaba su look con sandalias blancas.

      Era el tipo de mujer que no necesitaba de mucha producción como para lucir hermosa. Su estilo era muy sencillo; solo su personalidad le alcanzaba para marcar presencia, por lo que no necesitaba de muchos artilugios como para llamar la atención.

      Salvo que, por cuestiones laborales, tuviese la necesidad de lucir un look más formal, su estilo era el de zapatos bajos, sin tacos, ni suplementos excesivos.

      –Vamos –dijo Aquiles.

      –Vamos –respondió Marina.

      Se dirigieron a la cochera y salieron en busca de algún restaurante cerca del río.

      Pasaron el resto de la tarde al aire libre, disfrutando del buen clima y conversando sobre lo planteado por Aquiles el sábado por la mañana.

      La decisión ya estaba tomada. Marina utilizó la app de su prepaga que tenía instalada en su celular para sacar turno con su ginecólogo. Sorprendentemente, había encontrado uno para el día siguiente, cosa nada frecuente que sucediera. Para acelerar los trámites, Aquiles hizo lo propio como para ver a su médico clínico, ya que, seguramente, a ambos les pedirían los estudios clínicos de rutina antes de quedar embarazados.

      Ya anocheciendo, regresaron al departamento, picotearon algo que quedaba de la noche del sábado en la heladera, se dieron una ducha y fueron a la cama, donde permanecieron abrazados tiernamente viendo TV, hasta que quedaron dormidos.

      Un lunes cualquiera

      El molesto y odioso sonido del despertador, interrumpió el profundo sueño en el que Aquiles y Marina estaban sumergidos. Ambos permanecieron quietos y en silencio.

      Pasaron cinco minutos y ahora era el despertador de Aquiles el que comenzaba a emitir una alarma sonora y proyectaba en el cielorraso la hora. Eran las siete y cuarto y ya no quedaba margen para remolonear más.

      Aquiles salió de la cama y fue directo al baño para orinar y para cepillarse los dientes.

      Se dirigió a la cocina, exprimió cuatro naranjas y dos pomelos; puso a preparar café fresco y metió rebanadas de pan en la tostadora.

      Sacó su celular del cargador y se acercó a la ventana del comedor diario, por donde ingresaban cálidos rayos de sol y desde donde se podía observar el cielo, que nuevamente estaba absolutamente despejado y diáfano.

      Chequeó algunos mensajes y se sobresaltó al sentir que los brazos de Marina lo tomaban por detrás, cruzándose por sobre su abdomen, para luego descender con sus manos hasta alcanzar su miembro.

      –Buenos días, amor –dijo Marina.

      Aquiles giró, esbozó una sonrisa y respondió dándole un beso en los labios.

      –Buenos días, linda –dijo.

      Marina agarró dos tazas, la azucarera, cucharas y sacó de la heladera leche fresca, queso crema y mermelada de arándanos, que depositó en una bandeja y llevó a la mesa. Aquiles agarró los vasos de jugo, la jarra de café, un par de cuchillos para untar y se sentó frente a Marina.

      –Hermoso día –dijo Marina.

      –Hermoso –respondió Aquiles, que agregó– si el clima continúa así, estaría bueno arreglar con los chicos para ir a navegar el próximo domingo.

      –Sí, estaría bueno, lo vamos viendo hacia el fin de semana.

      –¿Cómo viene tu día hoy? –preguntó Aquiles.

      –Mañana de reunión con el que puede ser un nuevo e interesante cliente; a la una y cuarto , turno con el ginecólogo y luego tarde tranquila, por lo que no se si regresaré a la oficina o si vengo para casa. Depende de las ganas que tenga y de cómo se vaya desarrollando el día, quizá pase por la casa de Sofi, que hace bastante que no veo al bebé.

      –Ahh, no sabía que habías conseguido turno para hoy con el ginecólogo... O sea que hoy te saca el DIU –comentó Aquiles.

      –Sí, así que prepárate amor que vamos a fabricar trillizos–dijo Marina con tono burlón.

      –Ni lo digas... ¿Te imaginas? ¡De estar solos a ser cinco de golpe! –comentó Aquiles entre riendo y con cara de pánico.

      –Difícil... en mi familia no hay antecedentes y creo que en la tuya tampoco ¿no?

      –Que yo sepa no... –respondió Aquiles, y agregó– yo tengo turno para el miércoles con el mío.

      –¿Con tu ginecólogo? –dijo Marina riendo.

      –No tonta... con mi médico clínico –respondió Aquiles.

      –Si tenés ganas y depende de cómo venga tu día, podríamos encontrarnos en casa de Félix y Sofi y comemos algo ahí –dijo Marina.

      –Dale, vamos viendo; de todas maneras, hablá antes con Sofi a ver si tiene ganas –dijo Aquiles.

      –Obvio, claro –dijo Marina.

      Aquiles terminó su desayuno y se metió en el baño. Marina puso todo en la bandeja y la dejó sobre la mesada, al lado de la pileta.

      Los lunes y jueves iba la empleada a hacer limpieza, por lo que Marina aprovechaba para acumular ropa y cosas para lavar; tareas que le daban mucha fiaca ocuparse.

      Aquiles salió del baño y se dirigió al vestidor; eligió un traje azul marino, camisa blanca, corbata celeste oscuro, cinturón de cuero negro y zapatos del mismo color.

      Odiaba la formalidad y tener que usar saco y corbata, pero a veces, le resultaba imposible escapar de los formalismos sociales impuestos y hoy era de esos días de reuniones en los que no podía zafar. Aunque aún era primavera y no sería el caso de ese día, siempre había pensado sobre lo absolutamente ridículo que resultaba el hecho de tener que transitar por las calles de Buenos Aires en pleno verano, con quizá 35 ºC, vistiendo saco y corbata, cuando lo coherente sería hacerlo en manga corta y en bermudas.