Aquiles... un hetero curioso. Gonzalo Alcaide Narvreón. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Gonzalo Alcaide Narvreón
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Языкознание
Год издания: 0
isbn: 9788468529004
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rieron.

      – ¡Ah... mirá vos! ¿No pensaban contar nada? –dijo Paula.

      –Les estamos contando ahora –respondió Marina –de todas maneras, tengo que ir al ginecólogo para que me saque el DIU, porque, de lo contrario, va a ser un poco difícil que quede embarazada –agregó.

      –Ah... bueno amigo, entonces a comenzar a alimentarse bien, a tomar vitaminas... te aguarda una etapa de dale que te dale. Recuerdo que, cuando nosotros comenzamos a buscar para quedar embarazados, nos generó un morbo total la situación y fue una etapa en la que lo hacíamos casi todos los días –dijo Marcos.

      –Ahora entiendo, fue la etapa en la que se te caían los papeles en la oficina y que te encontraba durmiendo con la cabeza apoyada sobre el escritorio –dijo Aquiles riendo y bromeando.

      Todos rieron nuevamente.

      –¿Y Uds.? –preguntó Aquiles, dirigiéndose a Adrián y a Inés.

      –También lo estuvimos conversando –dijo Adrián, que, sin poder continuar, fue interrumpido por Marcos que, brutalmente y sin filtro, como era su costumbre, dijo:

      –¡Más que hablarlo, hay que ponerla amigo!

      Todos rieron a las carcajadas.

      –Fuera de broma, estamos con ganas; Inés termina su posgrado en un par de meses, así que, en cualquier momento, supongo que tendremos novedades –continuó Adrián.

      Inés era ingeniera en sistemas y estaba haciendo una especialización en robótica.

      –Bueno, parece que se viene una etapa de mucho sexo y de lujuria extrema –comentó Marcos.

      –Hablando de sexo y de lujuria, contale a las chicas lo que sucedió en la oficina –dijo Aquiles.

      Las tres miraron fijamente a Marcos, aguardando por quitarse la intriga instalada por Aquiles.

      –Nada... sucede que el viernes al mediodía, salí de mi oficina y vi que Alejandro estaba con una ventana de videoconferencia y que del otro lado había un tipo en ropa interior... me resultó una situación incómoda, y sin que se diera cuenta, volví a entrar a mi despacho y ahí quedo todo. Esta tarde se lo comenté a Aquiles y ahora tiramos el tema acá, para ver qué opinan Uds. como mujeres –dijo Marcos.

      –Quien es Alejandro –preguntó Inés.

      –Un empleado de los chicos que alguna vez vino a jugar fútbol con nosotros –dijo Adrián.

      –¿Es gay? –pregunto nuevamente Inés.

      –No lo sabemos, al menos, no lo parece, quizá fue algo que no tiene nada que ver con lo que imaginamos. Puede que solo estuviese curioseando –comentó Marcos.

      –Ponele que fuese así, pero que lo haga en su casa, no en la oficina –dijo Paula.

      –Es cierto y justamente, eso fue lo que pensamos con Marcos; no sabemos si encararlo directamente o si esperar a ver si sucede nuevamente –dijo Aquiles.

      –La verdad, más allá de cuál sea su preferencia sexual, como bien dice Paula, no corresponde que lo haga en la oficina. No estaba jugando al Candy Crash, estaba en videoconferencia, y del otro lado había un flaco en bolas –dijo Inés.

      –No estaba en bolas, estaba con el torso descubierto y en calzones –dijo Marcos.

      –Da igual, no es algo para hacer en la oficina –acotó Marina, y agregó– o Uds. ¿también están chateando en videoconferencia con minas en bolas... o con tipos...? no sé...

      –Todo el tiempo –contestó Marcos, largando una carcajada.

      La verdad es que ninguno de los cuatro, incluido Félix, había tenido un desliz luego de haberse casado. Solían hablar sobre mujeres y sobre situaciones en las que tuvieron la posibilidad de hacerlo, pero los cuatro se habían mantenido fieles.

      Seguramente, entre otras cuestiones, sus mujeres habían sabido como mantenerlos satisfechos.

      Félix y Sofía llevaban una vida sexual bastante tradicional. Ella cedía a los deseos de Félix cuando él le pedía practicar sexo anal, pero no mucho más que eso.

      Marcos y Paula eran los que más años llevaban de casados y los únicos que tenían hijos ya adolescentes. Cuando aún estaban solos, Paula había cedido al deseo de Marcos de hacer un trío y de incorporar a otra mujer.

      Marcos estaba exultante y feliz con la experiencia vivida; nos la había relatado con lujo de detalles y nos martirizó durante mucho tiempo con esa historia.

      Pasado un tiempo de aquel episodio, nos convocó a reunirnos porque necesitaba contarnos algo. Marcos se sentía perturbado y apesadumbrado ante el planteo que le había hecho Paula sobre repetir el trío, ya que, esta vez, su deseo era el de incorporar a un hombre, planteo que Marcos jamás hubiese esperado.

      Esa situación lo había perturbado enormemente y en aquel momento, fue tema de conversación casi a diario.

      Finalmente, luego de haber vivido la experiencia, nos había contado que, si bien había tenido su lado morboso el hecho de estar con su mujer en la cama junto a otro hombre, poseyéndola simultáneamente y viéndola gozar como perra en celo, su costado machista, había hecho que su ego se viera mancillado. Como aditivo, fue la primera y única vez en la que había estado en la misma cama con otro hombre.

      Adrián le había preguntado directamente y sin rodeos, si se habían tocado con el otro tipo, si entre ellos había existido algo, algún roce, besos, algo... y Marcos había contestado que no. Hasta allí se había animado a contar, o quizá fue realmente lo que sucedió.

      En ambas ocasiones, y acordado mutuamente, tanto mujer como hombre, fueron elegidos por catálogos en páginas web de escorts. Lo habían hablado mucho y solo querían experimentar sin involucrar ni involucrase afectivamente con nadie.

      La vida sexual de Adrián y de Inés era plena y despojada de tapujos. Usaban juguetes, practicaban sexo oral hasta el final. Jugaban con el esperma de Adrián, pasándolo de una boca a la otra, Adrián eyaculaba en la vagina de Inés y luego la lamía hasta dejarla seca. Con los años, Adrián había permitido que Inés jugara con los dedos en torno a su ano, hasta que llegó el día en el que lo penetró y encontró su próstata; fue un viaje sin retorno. Cuando Adrián descubrió el placer que le generaba que su próstata fuese masajeada mientras su mujer le practicaba una felatio, no pudo parar de hacerlo.

      La primera vez que contó su experiencia en el grupo chico de los cuatro, con lujo de detalles y sin ruborizarse, hizo que todos terminaran con el pene erecto y mojado.

      La vida sexual de Aquiles era similar a la de Adrián; despojada de inhibiciones... Incluso, ante la insistencia de Marina y luego de haberse animado a experimentar los masajes prostáticos, empujado por las experiencias relatadas por Adrián, se había animado a permitir que ella lo penetrara con un juguete no muy grande, cosa que le había provocado extremo placer.

      Esta experiencia jamás se animó a compartirla con sus amigos. Seguramente, lo inhibían los mandatos culturales y sociales, más su propio orgullo machista. Claramente, en su grupo chico, nadie se hubiese horrorizado, menos, después de lo contado por Adrián; incluso, quizá hubiese dado pie para que Marcos o Félix confesaran que también lo hacían o que alguna vez lo había intentado, pero nunca se los había podido contar.

      –Che, ¿pedimos helado? –preguntó Aquiles, dando por cerrado el tema.

      Todos dieron el OK y cada uno fue proponiendo sabores. Aquiles llamó a la heladería y quedaron a la espera del delivery.

      Las mujeres comenzaron a poner las cosas sobre las bandejas para despejar la mesa y fueron hacia la cocina, donde se quedaron conversando mientras preparaban café.

      Ellos permanecieron en el estar, encendieron la TV y se engancharon con un partido de tenis, hasta que sonó el timbre del portero, anunciando que el helado estaba esperando abajo.

      –Dame