Aquiles... un hetero curioso. Gonzalo Alcaide Narvreón. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Gonzalo Alcaide Narvreón
Издательство: Bookwire
Серия:
Жанр произведения: Языкознание
Год издания: 0
isbn: 9788468529004
Скачать книгу
ambas piernas abiertas y a quien se le marcaba notablemente el bulto y el pene erecto por debajo del short.

      Ante el comentario de Marcos, Aquiles no había podido evitar el clavar su vista en el paquete de su amigo. Nunca antes había prestado atención a ese tipo de cosas.

      –Y ¡que querés! Yo sin ponerla desde hace un mes y Aquiles contando con lujo de detalles las sesiones de sexo que tiene con Marina... Cuatro polvos en menos de 24 horas como si fuese un adolescente... envidiable –dijo Félix.

      –Es cierto; yo, cuatro polvos por mes y si tengo suerte –comentó Marcos riendo.

      –Che, ¿se van a duchar acá? Yo estoy muy chivado y no quiero meterme en el auto así –dijo Adrián.

      –Yo me voy rápido a casa, que está Sofi sola con los nenes y con el bebé... además, no me voy a poner en bolas en el vestuario con la chota dura como me la dejó este guacho con sus relatos –dijo Félix, que agarró sus cosas, saludó y se dirigió hacia su auto.

      –Dale, te hago pata –dijo Aquiles.

      –Yo también, así ya llego a casa limpito –dijo Marcos.

      Agarraron los bolsos y se dirigieron hacia el vestuario, donde se cruzaron solo con dos flacos que ya estaban saliendo de las duchas.

      Se quitaron la ropa y fueron hacia las duchas. Marcos y Adrián se ubicaron en cubículos contiguos y Aquiles en uno enfrentado al de ellos.

      Más allá de las jodas propias durante la juventud compartida, Aquiles nunca había prestado demasiada atención en los miembros de sus amigos. No sabía bien por qué, si quizá por el reciente episodio de la erección de Félix o por qué, pero mientras sus amigos estaban lavándose las cabezas y mantenían los ojos cerrados, clavó su mirada en ambos paquetes. Por cierto, notó que las dimensiones de su pene, superaban ampliamente a las del miembro de Marcos y eran similares a las del miembro de Adrián.

      Comenzó a lavarse la cabeza y cerró los ojos.

      –Encima, flor de pija tiene este turro... buen lomo, fachero y portando semejante caño –comentó Marcos, desde la ducha de enfrente.

      –Es cierto... completito el hombre y afortunada Marina... por eso es que garcha tan seguido –agregó Adrián.

      Aquiles solo atinó a sonreír y más allá de que no se sentía muy cómodo con los comentarios, respondió:

      No solo el tamaño es lo importante... lo importante es como se usa y como se acompaña con la lengua.

      –Para boludo... no comiences con tus relatos, que vamos terminar con la chota dura en medio del vestuario y va a ser un papelón –dijo Adrián.

      Los tres rieron, terminaron de ducharse y fueron hacia los bancos para vestirse. Aquiles se sentó y apoyo su espalda contra la pared.

      –Realmente, estoy cansado.... Creo que llego a casa, me meto en la cama y no me despierto hasta mañana –dijo Aquiles.

      –Por lo que contaste, eso sucederá solo si Marina te deja –comento Adrián.

      –No, que ni lo sueñe... no se me para más ni con un cricket –respondió Aquiles.

      Se terminaron de vestir, fueron hasta el estacionamiento y se despidieron.

      Aquiles estaba por ingresar a su auto, cuando Marcos le gritó:

      Ah... pará que te quería comentar algo que sucedió en la oficina y que ayer no pude hacerlo.

      –Si son temas de trabajo, mejor no... ahora no quiero saber nada de trabajo –contestó Aquiles.

      –No, no... tiene que ver con la oficina, pero no es nada relacionado con lo laboral –respondió Marcos, acercándose hacia el auto de Aquiles.

      Aquiles permaneció parado al lado de la puerta abierta de su auto, esperando a que Marcos se acercara.

      –Sabés que, ayer al mediodía, cuando se habían ido todos a almorzar, salí de mi oficina y vi que Alejandro tenía abierta una ventana de videochat, en la que se veía a un tipo en ropa interior... Me resultó una situación medio incómoda, por lo que me hice el boludo y volví a entrar en mi despacho sin que él se diera cuenta –comentó Marcos.

      –Me jodes –dijo Aquiles.

      –No boludo, yo también me quedé sorprendido... la verdad, es que no quise decirle nada para no incomodarlo, pero me pareció extraño –dijo Marcos.

      –Y... la verdad es que si... Además, es un empleado nuestro y no debería estar utilizando horario laboral para hacer esas cosas –dijo Aquiles.

      –La realidad, es que era horario de descanso, por lo que, por ese lado, no me parece sancionable; que haga lo que quiera durante ese tiempo... Lo que sí me resultó raro, fue que del otro lado hubiese un hombre en ropa interior –agregó Marcos.

      –Sí, es cierto... es raro... Alejandro es un flaco súper masculino; hasta vino a jugar con nosotros algunas veces y me parece que está de novio ¿no? –dijo Aquiles.

      ¡Y eso que tiene que ver boludo! Puede estar de novio, puede estar casado y aún así garchar con tipos... no tiene por qué ser necesariamente amanerado –dijo Marcos.

      –Ah bue... ¡qué moderno! –dijo Aquiles.

      –¡Es así bolas! –contestó Marcos.

      –Es cierto, tenés razón... de todas maneras, quizá sea un familiar, un amigo, que sé yo... alguien que está en algún lugar donde hace mucho calor y estaba solo con ropa interior... Más allá de lo que fuese o de quien fuese esa persona, no me parece correcto que tenga una videoconferencia con alguien que aparezca en ropa interior, al menos, no en la oficina... que lo haga en su casa si quiere –dijo Aquiles.

      –Es cierto, en eso te doy la derecha... Si sucede nuevamente, más allá de la situación incómoda que se producirá, creo que tendremos que decírselo –dijo Marcos.

      –Bueno, nos vemos el lunes –dijo Aquiles, cerrando la conversación.

      Se despidieron y cada uno tomó su camino.

      Noche de sábado

      Aquiles llegó a su departamento, metió dentro del lavarropas la ropa sucia que tenía en su bolso, se quitó las zapatillas y las medias y se dirigió hacia su cuarto, con la intención de dormir un rato antes del horario de la cena.

      Encontró a Marina tirada sobre la cama viendo TV.

      –Hola, amor, lo pasaste bien –dijo Marina.

      –Sí, muy bien, pero estoy muerto –respondió Aquiles.

      –Huy, pensé que íbamos a continuar con lo del bebé –dijo Marina, en tono de burla.

      Aquiles la miró a los ojos, se acercó y le dio un beso en los labios.

      –Ni lo sueñes... si estás caliente, agarrá un juguetito y entretenerte sola; despertame mañana antes del almuerzo –dijo sarcásticamente.

      –Hablé con las chicas mientras ustedes jugaban y tipo nueve estarán por acá... nos juntamos a comer algo... Vienen Marcos con Paula, Adrián con Inés. Félix y Sofía no, por el tema de los nenes y del bebé.

      –¡Noooo! –exclamó Aquiles.

      No porque no le gustara reunirse con sus amigos y con sus mujeres, sino, porque estaba realmente cansado y en sus planes para lo que quedaba del sábado, solo estaba la idea de quedarse en calzones, tirado en la cama y dormir o boludear viendo la TV; pero claramente, mientras ellos jugaban al fútbol, ellas se habían ocupado de planificar la noche, sin importar lo que sus maridos pensaran o quisieran hacer.

      Aquiles apoyó la cabeza en la almohada y cayó en un profundo sueño; no supo más nada, hasta que escuchó conversaciones en el estar y sintió el almohadón arrojado por Adrián desde los pies de la