Relatos de un hombre casado. Gonzalo Alcaide Narvreón. Читать онлайн. Newlib. NEWLIB.NET

Автор: Gonzalo Alcaide Narvreón
Издательство: Bookwire
Серия: Relatos de un hombre casado
Жанр произведения: Языкознание
Год издания: 0
isbn: 9788468671079
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encanta la pija man, pero nada me calienta más que empomarme a un lindo macho, así que, si querés garcharme, vas a tener que ceder…

      Gastón me abrazó fuertemente y gruñó en mi oído:

      –Mirá, solo una vez me garcharon, pero realmente, estoy muy caliente, así que, si esa es la condición que pones como para que te pueda cojer, la acepto –dijo.

      Uyy, su respuesta hizo que mi tronco se pusiera como un misil. Que un tipo me dijese que solo una vez se lo habían empernado y que para cojerme estaba dispuesto a entregar su orto, me resultaba un tremendo piropo.

      –Ponete en cuatro –dije, tomando una actitud dominante.

      Gastón lo hizo sin dudarlo y sin emitir comentario alguno. Comencé a lamer su orto y mientras que deslizaba mis dedos repletos de lubricante dentro de su ano, tomé su pija y la llevé hacia atrás, para comenzar a mamarle el glande.

      Subí por su espalda, mordí su cuello, su nuca; comencé a puertearlo, apoyando mi glande en su ano y moviéndolo de un lado al otro, ejerciendo presión, para luego alejarme. Regresé con mi lengua hacia su culo y fui hacia sus bolas, que metí enteras dentro de mi boca, para luego regresar a su pija.

      Me di cuenta de que Gastón comenzaba a desesperarse, por lo que calcé un forrito en mi pija, lo embadurné con lubricante y tomé su cintura con ambas manos, para dejar su cola bien parada.

      Me incorporé y flexioné un poco las piernas para dejar mi pija justo en la entrada de su ano. Se la apoyé y Gastón agarró una almohada sobre la que apoyó su cabeza. Comencé a presionar y sentí su orificio estrecho. Ciertamente, parecía verdad lo que me había dicho sobre el poco uso que tenía. Ejercí más presión y, lentamente, con la ayuda de tanto lubricante, fue cediendo. El glande comenzó a entrar y frené para dejar la circunferencia mayor dilatándole el ano; Gastón agarró fuertemente mi brazo con una mano.

      –Pará, pará… dame tiempo, es muy grande, deja que me relaje –dijo.

      Vi que su cara, sudorosa y colorada, dibujaba un gesto de dolor. Me quedé quieto, esperando a que su ano se acostumbrara al diámetro de mi pija.

      –Dale, seguí –dijo.

      Continúe empujando y vi como mi glande desaparecía y tras él, el resto de mi caño se enterraba dentro de su ano, mientras que Gastón hundía su cara en la almohada y emitía un grito ahogado… Me quedé nuevamente inmóvil, con mi pija completamente enterrada dentro de él y, muy lentamente, comencé a imprimirle ritmo. Lo cojí por un buen rato, escuchando sus gemidos y sus gritos cortados, mezclados con frases que me ponían cada vez más al palo…

      –Hijo de puta, viniste para ayudarme a subir un Led y termino sodomizado y con una pija enorme en mi orto; parece un fierro, me estás matando… Preparate, porque te voy a deshacer el ojete –dijo.

      Continué bombeándole el ojete con mayor intensidad y sin piedad.

      –Basta, basta, me estás matando, sacámela –dijo, casi suplicando.

      Me quedé quieto por un momento, pero sin sacársela… Me estaba dando mucho morbo la situación y quería hacerlo rogar.

      –Que rico el tronco que te estás comiendo –dije morbosamente.

      –Por favor, sacámela –insistió.

      Su suplica me había dejado satisfecho y se la saqué, porque sabía que, de continuar bombeándole el orto, terminaría acabando y se me iría el morbo como para permitir que me empomara y, como nobleza obliga…

      Gastón se había dejado garchar, ahora era mi turno de entregar.

      –Me destrozaste el orto man; tenés una pija muy grande y mi orto es muy estrecho. La verdad es que me dio placer, pero me dolió un poco… Prepárate, porque ahora te toca a vos y no voy a tenerte piedad –dijo.

      A pesar de que disfrutaba mucho de una linda pija, su comentario me dio un poco de cagaso, porque pensé que el flaco no tendría piedad y que, de un envión, me enterraría hasta el fondo el flor de caño que portaba.

      –Ponete en cuatro –dijo Gastón, con tono imperativo.

      –Pará, no me va que me cojan de una y menos en esa posición; prefiero primero sentarme despacio sobre tu pija y después sí hacemos lo que quieras –respondí.

      –Man, ponete en cuatro, que te voy a laburar bien el orto con la lengua y después te voy a sodomizar, como lo hiciste vos conmigo –insistió Gastón.

      No muy convencido, cedí a su pedido e intenté relajarme.

      Gastón comenzó a lamerme el orto, las bolas, la pija; lo hacía con mucha pericia y se notaba que experiencia tenía y mucha. Comenzó a deslizar un dedo dentro de mi ano y rápidamente encontró mi próstata; después metió dos y creo que entró un tercero; logró llevarme a un grado de calentura extrema, que ya no me permitía distinguir que me estaba haciendo. Comencé a mover la cola, dándole la señal de que necesitaba algo más grande y Gastón no se hizo desear.

      Calzó un forro en su chota y comenzó a deslizarla entre mis nalgas sudorosas y llenas de lubricante; pasaba el troco entre mis glúteos y cada vez la acercaba más hacia mi ano, hasta que, finalmente, apoyó el glande y dejó caer todo el peso de su cuerpo, haciendo que su miembro, que imagino, debería tener unos veintitrés centímetros, se enterrara de un envión dentro de mí. Tuve la sensación de que jamás terminaría de entrar; nunca antes me había comido una pija tan larga.

      Gastón se dejó caer sobre mi espalda, obligándome a quedar acostado boca abajo y sin posibilidades de moverme. Tomó mis brazos y con todo el peso de su cuerpo sobre mí, hizo que me sintiese realmente sometido. Comenzó a moverse con un ritmo parejo, no a lo bestia.

      –¿Te gusta así, papito? –preguntó.

      Sin hablar, hice un gesto afirmativo con mi cabeza. Gastón elevaba su pelvis para sacaba su pija casi completamente, dejando solo el glande dentro de mi ano y volvía a embestir, hasta enterrarme nuevamente el tronco entero.

      –Qué lindo… que lindo vecinito que me estoy tirando… cómo te gusta la pija varón –decía Gastón en mi oído.

      Comenzó a acelerar el ritmo y le pedí que me dejase girar; quería enroscar su cintura con mis piernas, para poder observar su lomo peludo y que me continuase garchando mientras que nos mirábamos a los ojos.

      Gastón quedó de rodillas, me di vuelta y enrosqué mis piernas en su cintura; rápidamente, comenzó a penetrarme de frente, mientras que me miraba morbosamente.

      –Dame pija, dame pija –repetí, incentivándolo para que arremetiera más fuerte.

      Sentí que, en cada embestida, su miembro entraba más profundamente.

      –Me vengo –dijo Gastón, cerrando sus ojos.

      Aceleró el ritmo de una manera descontrolada, haciendo que sus cuádriceps pegaran contras mis glúteos y dejándome sin posibilidad de hacer nada más que comenzar a pajearme y entregarme a sus deseos.

      Fue tan intenso el masaje en la próstata que me estaba haciendo, que, rápidamente, comencé a largar chorros de leche. Simultáneamente, Gastón pegó un grito ahogado, mientras que depositaba su carga de semen dentro de mí.

      Lentamente, fue desacelerando el ritmo. Sacó su pija de mi orto, se sacó el forrito, se acostó sobre mí pecho y comenzó a comerme la boca.

      –Lindo, lindo, lindo, realmente muy linda manera de estrenar el somier y de establecer relaciones con mi vecino –dijo.

      Lo abracé y lo enrosqué nuevamente con mis piernas. Nos