Con el paso de las décadas se ha podido constatar que el concepto de violencia de género no debe apoyarse solamente sobre la brutalidad física. Hay otras formas de dominar a la pareja: el abuso emocional y el control económico. Existen por supuesto otros conductos por los que se trasmite la opresión de género, entre ellos, la violación, el acoso sexual y la privación económica: por consiguiente estamos ante un sistema complejo, intrincado y amplio de desigualdades que actúa como un poderoso mecanismo de control y sometimiento moral sobre la víctima.
Como he expuesto anteriormente, la violencia de género es claramente estructural y transversal al orden social y afecta a todas las clases sociales, culturas, países, y aunque sus manifestaciones más aviesas sean los malos tratos y el crimen, no puede orillarse la extensa red de normas de género que sirven de caldo de cultivo y de naturalización de la violencia física y psíquica. En ese sentido es fundamental abrir la mirada y el discernimiento y extender el concepto de violencia sobre las mujeres, y lo percibido como femenino, a muchas otras situaciones y acontecimientos de carácter económico, político, antropológico, sexual (con las aportaciones de la teoría queer), étnico (con los estudios poscoloniales), simbólico (de ahí las citas de Pierre Bourdieu). Subrayo éste por ser el epicentro de análisis de este trabajo, en el ámbito de la representación visual, sea ésta ficticia, objetivista o de otro tipo[39].
En los capítulos de que consta Orden fálico, con la ayuda inestimable de un conjunto de interpretaciones teóricas, en las que sobresale la teoría feminista y queer, he explorado el lenguaje escrito y visual del futurismo y también del vorticismo con el que comparte no sólo un lenguaje agresivo vanguardista sino un terreno conceptual común, centrándome en las figuras de Marinetti y Wyndham Lewis. Ello sin olvidar el telón de fondo de la Primera Guerra Mundial y de la aparición de otras manifestaciones artísticas modernas en un contexto en el que asoman los primeros síntomas de la crisis de la masculinidad heroica. El segundo capítulo me ha conducido a tierras culturales germanas, un auténtico polvorín de ideas en donde emergieron estéticas innovadoras y conflictos sociales de radicalidad transformadora. Y en donde brotaron también planteamientos visuales tan discordantes como los dadaístas, en particular con los collages críticos y antisexistas de Hannah Höch, la única mujer de ese movimiento. También en Alemania nació la nueva objetividad de Otto Dix, obsesionado por el asesinato de prostitutas. El siguiente capítulo está centrado en las especulaciones literarias y artísticas que tienen a Francia y al surrealismo por epicentro. La contribución del psicoanálisis y su relación con la violencia sexual ocupa parte de la producción artística de ese periodo. Los dos siguientes capítulos abordarán materia artística influida por el constrictivo corsé de la guerra. El horizonte bélico se vislumbra continuamente en la estética totalitaria y machista del nazismo y también en el realismo socialista estalinista, y en otros regímenes como el franquista. En la posguerra anidará una falsa neutralidad de género mediante la abstracción, que en realidad ocultaba un entronizamiento de la virilidad, erosionada en parte por Andy Warhol y Fluxus. El sexto capítulo acota una situación y un contexto sociopolítico y artístico tan peculiar como el surgido en torno al accionismo vienés, cuestionado desde una óptica feminista por VALIE EXPORT. El siguiente capítulo, el séptimo, está de nuevo marcado por ruido de sables y tambores de guerra. Se incide también en la relación entre colonización y género con el fondo de Argelia y Vietnam y las miradas artísticas que se alimentaron de estos frentes. El octavo capítulo reviste una significación señera pues penetra en un tiempo capital para entender el cuestionamiento de las normas y divisorias de género y la violencia subyacente: los años setenta de la mano de las movilizaciones feministas que llaman la atención sobre la violación, seguidas de cerca por individualidades como Ana Mendieta, Martha Rosler, Nancy Spero que ampliaron la mirada crítica. Fueron años agitados en donde se analizó la opresión que emana de la división entre lo público y lo privado y la procedente de la belleza opresora (Gina Pane). El feminismo usará estrategias micropolíticas como caja de herramientas para erosionar el orden fálico. Finalmente, en el último capítulo, y producto de una reflexión sobre un mundo cambiante, inestable, en el que los planteamientos occidentales se cruzan con visiones poscoloniales, se exploran trabajos surgidos de países y culturas apartados del canon firmado y avalado por el mercado, las instituciones y las metrópolis europeas y norteamericanas, ahondando en la especificidad cultural de la violencia de género de algunos países africanos, latinoamericanos o de Oriente Medio.
[1] Sobre el intervencionismo médico y el uso de una cirugía castradora resulta clarificador el catálogo de la exposición 1-0-1. Intersex, Berlín, Neue Gesselschaft für Bildende Kunst, 2005. También respecto de las bases teóricas propuestas por el psicólogo John Money en lo relativo a las intervenciones practicadas a bebés intersexuales, puede consultarse el texto de Cheryl Chase, «Hermafroditas con actitud: cartografiando la emergencia del activismo político intersexual», en Grupo de Trabajo Queer (ed.), El eje del mal es heterosexual. Figuraciones, movimientos y prácticas feministas queer, Madrid, Traficantes de sueños, 2005, pp. 87-112.
[2] Judith Butler, Deshacer el género, Barcelona, Paidós, 2006, p. 25.
[3] Los argumentos manejados y apoyados en las diferentes capacidades para discernir, aprender y alcanzar conocimiento ha llevado en algunos casos a rechazar la coeducación en la escuela. Las opiniones de la profesora de la Universidad Carlos III de Madrid, María Calvo Charro, van en esta dirección. Es la autora de Los niños con los niños, las niñas con las niñas, Córdoba, Almuzara. Cfr. El País, 24 de abril de 2006, p. 35.
[4] Esta posición monopolizadora y metafísica del sexo anclada en la dualidad masculina y femenina ha sido defendida por Sylviane Agacinsky y por Fernando Savater. Véase el artículo de este autor «Contra la Moda Unisex» en El País, suplemento Babelia, 27 febrero 1999, p. 13.
[5] Judith Butler, El género en disputa. El feminismo y la subversión de la identidad, México, Paidós, 2001, p. 169.
[6] Marsha Meskimmon, Women Making Art: History, Subjectivity, Aesthetics, Londres, Routledge, 2004.
[7] Contrario al vaciamiento de significado del concepto